Hace dos años
El día del incendioAodhan's POV
—¿Estás seguro de que esto es una buena idea, Dhan?
—¿Por qué no lo sería, señor? —pregunté algo anonadado por la mirada reprobatoria que me lanzó mi supervisor.
—¿Conoces su... Situación? —asentí. El bufido que precedió a su discurso no me gustó nada, él sabía algo que yo no y eso solo significaba una cosa. Problemas—. ¿Sabes de quién es hija? ¿De lo que es capaz de hacer?—volví a asentir cada vez menos convencido de la decisión que tomé—. Espero que sepas lo que haces, Aodhan, porque no podemos permitirnos ni un solo error, no con Érebo e Infrinn acechándonos en las esquinas.
—Podré controlarla, señor. Confíe en mí.
Esperé una respuesta por su parte, un consejo o un aviso pero nada llegó. Simplemente me dio la espalda y se adentró en uno de los corredores hasta desaparecer.
Ese día no sabía en lo que me estaba metiendo y ojalá me hubiese estado quieto, siguiendo las órdenes de mis superiores. Ese día empezó la tormenta que azotaría mi vida años después de la cual no tuve la mínima oportunidad de huir, me dio de lleno calándome hasta lo más profundo de mí. Quedé hipnotizado con ella y jamás pude salir de ese trance. Ella jugó sus cartas cuando yo ya había perdido la partida sin siquiera haberla comenzado.
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Horas después de haber llegado con aquella chica al centro de operaciones de la organización escarlata, el caos se desató entre los integrantes de esta debido al revuelo que causó la noticia de que la hija de Sigrid Eide estuviese en nuestras instalaciones.
—Calma a todos —pidió calmada Dánae desde el atril de la sala de conferencias. Nadie la escuchó, es más, clamaban con más fuerza la ejecución de la chica—. No se ejecutará a nadie —continuó ella sin perder la compostura, como era habitual en ella.
La gente comenzaba a impacientarse y a perderla compostura. Las sillas de la sala volaban de un lado a otro impactando contra vidrieras, mandos de control, cámaras de seguridad, etc. Prácticamente se armó un motín, incluso los reclutas se alzaban en contra de sus superiores sin importarles las numerosas represalias que serían tomadas después.
A pesar de que evitábamos convertirnos en Ifrinn, poco a poco se nos fue yendo de las manos y no solo éramos como ellos sino que alcanzamos un par de peldaños más en la pirámide sádica y pasamos de ser una organización blanca para acabar con aquellos que reprimían a los desfavorecidos a ser considerados una de las mayores organizaciones criminales del mundo. La gente nos temía y no era para menos. Necesitábamos un líder que pusiera orden ya que Dánae detrás de su fachada de mujer calmada y pacifista era la mujer más sanguinaria, fría y calculadora que jamás conocí, hasta que llegó ella, obviamente. ¿El problema del liderazgo de la organización escarlata? Debías torturar a tus superiores hasta llegar al líder y matarlo a sangre fría. Basta de decir que no hubo nadie así desde los inicios de la organización, de nuevo, hasta que apareció ella con su angelical rostro y su inquietante sed de sangre.
La situación había desbordado y los agentes de seguridad apenas podían controlar a los exaltados. Dánae todavía sentada en su sillón de piel escarlata analizaba la escena con las manos cruzadas bajo su mentón. Bastó un simple asentimiento para que las armas y los francotiradores ocultos en los pisos de arriban comenzasen el fuego cruzado con los agentes rebeldes. La balacera no duró ni cinco minutos y todos aquellos que habían mostrado su descontento, se hallaban agujereados en el suelo, grandes charcos escarlatas a su alrededor.
Un silencio ensordecedor se instauró entre nosotros. Nadie era capaz de mirar los cuerpos, tampoco se nos estaba permitido hacerlo. Esa era la muestra de identidad de la organización: los cadáveres de su propia gente.
—¿Algo más que añadir? —preguntó altiva sabiendo que no obtendría ni una sola queja—. Eso pensaba. Bien, prosigamos... Silver —llamó a mi jefe de unidad—, dale los detalles.
Este no objetó nada, era otra marioneta más de Dánae. Se aclaró la garganta, se apoyó contra la baranda y nos miró, algunos mechones de su cabello se desprendieron de su coleta cayendo a los costados de su rostro.
—Como ha dicho la jefa no se ejecutará a la hija de Sigrid Eide, sino que la entrenaremos aquí. Es el arma perfecta para derrocar a Ifrinn y a Érebo —hizo una pausa tras escuchar algunos ruidos sorpresivos por parte de los reclutas y demás agentes—. Todavía no sabemos con certeza qué es lo que la une a estos pero conseguiremos averiguarlo y hacer que se vuelva en su contra —los agentes aclamaron. Los vítores inundaron la sala que previamente era un campo de batalla. Silver los acalló a todos con una simple mirada—. Como bien sabréis todo recluta tiene su propio grupo y su propio supervisor, el de la chica será el escuadrón número uno: infiltración, armas arrojadizas y combate cuerpo a cuerpo —proclamó con severidad, sus ojos clavados en mí.
Mi escuadrón se miraban unos a otros sin saber que decir, apagados y con el miedo surcándole las facciones. Ellos más que nadie sabían lo difícil que era posicionarse en este grupo, podía ver a la perfección el reproche, la furia y las ganas de hacerle la vida imposible a la chica en cuanto despertara. Tenían envidia y en la organización la envidia te guía hasta la muerte.
Ellos en ese momento no sabían contra lo que iban a tener que lidiar. Nadie lo sabía y ese fue nuestro gran error: darle poder antes de conocer sus aptitudes.
—Pueden irse —bramó Dánae desde la comodidad de su puesto.
Los reclutas hicieron varias filas, cada uno con su escuadrón. Con un paso rítmico iban desapareciendo uno tras otros por los pasillos que los llevarían a los corredores de entrenamiento y a los dormitorios.
Silver bajó de la sala de conferencias hasta mi lugar. Puso su mano en mi hombro y con su arrugado rostro me hizo un gesto que entendí a la perfección. Asentí y me dirigí hacia la enfermería donde se encontraba despierta el mayor y más duradero de mis dolores de cabeza.
La rata más inmunda que jamás haya pisado la faz de la tierra. La traidora de Zenda D'aramitz.
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Las respuestas de la Luna
Mystery / Thriller¿Qué pasaría si de la noche a la mañana lo perdieras todo? Tal vez debamos preguntarle a Deva. Dev pensaba que lo tenía todo,que podría ser feliz, sin embargo todo lo que había logrado se vio destruido en tan solo una noche. Aquella fatídica noche...