Veinte: Estocolmo

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Elisa se había convertido en una persona famosa y poderosa por motivos erróneos; la gente creía que dirigía una de las corporaciones más poderosas a nivel mundial y que era una mujer que siempre se dedicaba a apoyar a los demás porque era una de sus características, pero esa solo era la imagen que dejaba ver al mundo. Detrás de la máscara de persona generosa y altruista que pretendía ser, realmente se escondía lo despiadada y fría que era. 

Un día como cualquier otro en la ocupada vida de Elisa, uno de sus guardaespaldas llamó a su oficina, informándole que una personalidad de alto rango había ido a sus instalaciones para pedirle un trabajo, así que rápidamente dejó pasar a quién sea que la buscara. 

—Señorita Galina, me alegró de volver a verla. —Saludó un hombre joven. 

—Déjeme adivinar —Lo miró mientras se levantaba de su silla y caminaba a su enorme ventanal en su oficina—. Necesita que vuelva a encargarme de uno de sus problemas. 

—No te buscaría sino fuera así. —Admitió el hombre.  

—Nombre, foto, ocupación. —Pidió Elisa reposando sobre la esquina de su escritorio y el hombre le pasó una carpeta.

—La doctora Harleen Quinzel —Explicaba el hombre mientras Elisa miraba las fotos—. 32 años, psiquiatra asignada al manicomio de Arkham.

—¿Por qué quieres desacerté de ella? —Cuestionó Elisa mientras cerraba la carpeta. 

—Creí que no hacías preguntas si te pagaban. 

—No veo mi cuenta bancaria llena. —Elisa mostró su teléfono en espera de recibir alguna notificación de banco y segundos después, la transacción se acompleto, recibiendo una cantidad millonaria—. Un placer hacer negocios con usted.

—Aún no entiendo como es la que la policía no te ha arrestado después de tanto.

—A la policía no le interesa una mujer multimillonaria que cada año dona millones de dólares a fundaciones necesitadas y que mantiene una compañía de telecomunicaciones a nivel nacional —Se sentó de nuevo en su silla—. Nadie busca detrás de las personas, solo ven lo superficial. Nadie puede saber detrás de que persona se esconde un homicida, un psicópata o un criminal mundialmente buscado.

—Y tú cumples con el requisito de los tres. —El hombre se levantó y comenzó a caminar hacia la entrada—. Confió en tu trabajo. 

La puerta se cerró dejando a Elisa sola en su oficina, miraba la foto de la doctora y pensaba cual sería su siguiente movimiento. Elisa era una magnate mundial, pero detrás de su negocio, se escondía una red de delincuencia que ella misma protagonizaba. Las personas más influyentes de distintas partes del mundo la contactaban para que hiciera su trabajo para desaparecer personas o hiciera fraudes con las empresas que eran la competencia de sus clientes. Ella siempre tenía una cuartada; iba al lugar en el que comúnmente se desarrollaba su próxima víctima a fin de estudiar los movimientos que tenía para después hacerle desaparecer de una manera discreta y hasta cierto punto natural. Los trabajos que ella realizaba siempre eran precisos, porque se encargaba personalmente del trabajo y limpiaba la escena del crimen. 

Posterior a un minucioso estudio de la doctora Quinzel, Elisa se presentó en el manicomio que trabajaba, no era extraño verla en ese lugar, porque previamente había realizado trabajos en aquel sitio, haciendo donaciones y "ayudando" a pacientes de los que nunca más se tuvo rastro. Ella pidió específicamente hablar con la doctora por temas de trabajo, por lo que se sentaron en la cafetería del lugar para charlar. Elisa no solo utilizaba el poder de su convencimiento para arrastrar a las personas a hacer lo que quisiera, sino que ciertamente el porte y elegancia que había aprendido a lo largo de sus años como CEO, la hacía transmitir confianza a sus clientes y víctimas. 

One-shots of Elisa GalinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora