Prólogo

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"He desplegado mi orfandad sobre la mesa, como un mapa. Dibujé el itinerario hacia mi lugar al viento. Los que llegan no me encuentran. Los que espero no existen Y he bebido licores furiosos para transmutar los rostros en un ángel, en vasos vacíos".

                                    Alejandra Pizarnik 

Seelie.

Llevaba trabajando en el Molly's Cafe más de ocho meses y seguía sin poder acostumbrarme al flujo de clientela que venía a desayunar o a tomar algo después de visitar el museo The Beatles Story en Liverpool, al que llegaban fanáticos de todas partes del mundo para admirar el legado que dejaron las leyendas.

La cafetería estaba situada en el centro de la ciudad y llevaba generaciones en la familia Brown. Cada dueño la ha ido cambiando a su gusto, pero sin perder el toque de la abuela Molly que fue su creadora. El nuevo dueño había optado por un estilo vintage con unas pinceladas de lo moderno, a los clientes les llamaba mucho la atención los cuadros abstractos y la pared decorada con discos de varias bandas famosas.

Molly fue una gran amante de la música, y dejó un valioso legado para su familia; una estantería llena de fotos firmadas por leyendas del mundo del pop junto a obsequios que le habían regalado ellos mismos. Era un tesoro que valía una fortuna, sin embargo, a la familia no le importaba el dinero.

Me gustaba este trabajo, me permitía pagar mis facturas como así también la comida de Moon, mi gata, además mis compañeros eran simpáticos, excepto Skye, que me odiaba por alguna razón que no entendía ni quería saberla. Me limitaba a cumplir con mi trabajo y que me pagaran por ello.

—¿Por qué no quieres aceptar salir conmigo?—me preguntó por milésima vez Mathew—. Solo una cita y prometo no volver a molestarte.

Me giré hacia él y lo miré de arriba a abajo, ignorando que me había sonrojado mientras el castaño se divertía.

Mathew Brown, mi jefe y compañero de trabajo, era muy atractivo y eso nadie podía negarlo. Simplemente que mi vida ya era demasiado caótica como para añadir más complicaciones. Sabía que para muchas, y algún que otro hombre, él era muy apuesto con su metro ochenta y dos, rubio oscuro, sonrisa brillante de anuncio de dentífrico y unos ojos marrones con motas doradas. Se notaba que pasaba horas en el gimnasio al ver como la camisa que llevaba se le ajustaba a sus músculos como así también que era un mujeriego a kilómetros; solamente había que ver la cantidad de chicas que habían venido a llorar a la cafetería porque querían más de lo que él les había prometido, querían y anhelaban su corazón, sin embargo, Matthew no estaba dispuesto a ello.

Sonreí y la mirada de Skye detrás de él me hizo sentir incómoda.

—¿A cuántas chicas les has dicho eso?—le pregunté con sorna.

—A muchas, pero siempre han querido una segunda cita—sonrió orgulloso.

—Si te digo que me lo pensaré, ¿Dejarás de molestarme?—pregunté de brazos cruzados.

—Trato.

Matthew estudió Derecho y ejerció como abogado durante un par de años, ahora entendía de donde venia esa tenacidad y persistencia para no perder. Ser abogado era una profesión perfecta para él, nunca me llegó a contar la razón por la cual dejó de ejercer.

Después de mi conversación con Matthew pasaron las horas sin problemas mientras atendía las mesas y servía en tanto se escuchaba la música amena en los altavoces. En ese momento me encontraba en la barra, era mi rato de descanso, saboreaba mi café moka y el muffin de chocolate cuando Janeth, mi otra compañera, se acercó mientras me miraba curiosa.

ARDIENTE AGONÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora