Capítulo 8

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"A veces en la vida hay que saber luchar no sólo sin miedo, sino también sin esperanza".

Alessandro Pertini

Seelie.

Ya pasó una semana desde que me convertí en la bailarina estrella del museo. No siempre se conseguía secuestrar a una joven que fue de las mejores bailarinas de Reino Unido.

Aunque esa época había quedado en mi pasado, Darren logró averiguar fácilmente sobre mi.

Durante estos días permanecí bailando en el salón de la primera planta. Mientras los clientes admiraban los cuadros y esculturas, yo bailaba alrededor de ellos. Algunos de ellos se atrevían a tocarme, sin embargo, el nombre del irlandés en susurros era suficiente para alejar a los hombres y mujeres de mi. No dejaba de ser una víctima de la trata, por mucho que cuidarán mi alimentación o me dieran ciertos privilegios...

Darren me había colocado un guardia para vigilar mis movimientos. Observaba todo con atención a la vez que danzaba, las ventanas y puertas eran inviables. Los guardias no permitían la entrada o salida tan fácilmente.

Mis ojos seguían todos los pasos de ellos mientras tanto giraba deslizando los brazos a los lados cuando me estrellé con un cuerpo fornido. Los brazos fuertes me sostuvieron de la caída inminente, su aliento fresco se entremezcló con mi respiración agitada y sus ojos se oscurecieron mirándome la boca.

—Tienes la costumbre de caer en mis brazos—susurró en mi cuello—. Al final no querrás salir de ellos...

Lo empujé lejos de mí delante de las miradas indiscretas de muchos clientes.

—Ni en tus mejores sueños ocurriría eso—la molestia era notable en mi voz—. Te has metido en mi camino.

Se rió de mis palabras.

—Si no estuvieras buscando una forma de escapar no habrías chocado conmigo—cruzó sus brazos—. No te servirá de nada...

En sus ojos ví el desafío y no me atemorizaba aceptarlo.

"De una u otra forma saldré de aquí" repetí mentalmente.

—Mañana comenzarás a bailar en la segunda planta—informó y se fue caminando tranquilamente.

El Infierno.

Mi jornada terminó y el guardia me llevó a las celdas después de ducharme y cambiarme.

Alison permanecía en la celda consolando a Isla, otra joven del orfanato. Isla era una chica frágil a la que habían sometido de varias maneras en las habitaciones del infierno. Durante mi crucifixión la veía entrar incontables veces a varias puertas y es que su belleza exótica mezcladas con su fragilidad eran atrayentes para las mentes más enfermas.

—Tienes que aguantar—la animaba Alison—. Pronto vendrán a buscarnos.

Isla rió sin ganas.

—¿Quién lo hará?—preguntó mirándonos a ambas—. Todos son cómplices.

Se tiró del pelo con impotencia y frustración.

—Vosotras no sabéis el verdadero infierno que hay tras esas puertas—sus ojos se llenaron de rabia—. Ambas sois favoritas, y yo...—sus manos temblaron—... una muñeca que ya está rota.

Tardamos un rato en consolarla y le prometí que encontraría una salida para todos. Llegó una madame y abrió nuestra celda. Me miraba con desprecio...

ARDIENTE AGONÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora