Capítulo 3

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AVISO: Este capítulo contiene escenas no aptas para personas sensibles. Si alguna escena te incómoda o te perturba deja de leer la novela. A lo largo de ella habrán muchas más escenas así...

Seelie.

"El dolor y el sufrimiento son siempre inevitables para una gran inteligencia y corazón profundo"

                                                                                                            Fyodor Dostoyevsky

                                                                                                                   

El vehículo circulaba por la autopista alejándose de Liverpool. Quedando atrás mi apartamento con Moon junto a todos los recuerdos que me quedaron de mi familia, Matthew sin una respuesta y a las niñas del orfanato solas e indefensas con una mujer que solo traficaba con ellas...

Dugan hablaba por teléfono y de vez en cuando colocaba su mano sobre mi muslo, provocando mi rechazo hacia él. Mi acción sólo le incitaba a acorralarme cada vez más contra la puerta del vehículo, por lo cual me veía obligada a callar e ignorar su presencia.

Miraba ansiosa las placas que iban apareciendo por el camino para poder averiguar hacia dónde nos dirigíamos. Estaba segura que íbamos a Manchester por la ruta que tomaba el vehículo al dirigirse a Warrington.

En cuanto tuviera oportunidad intentaría huir y avisar a la policía, pero debía saber la ubicación exacta.

—¿A dónde me vas a llevar?—inquirí intentando sacarle información en vano.

—A un sitio que te va a encantar...—contestó y su mirada me demostraba que sería todo lo contrario.

No volví a hablar y esperé pacientemente hasta que llegamos a Manchester. Las camionetas se dirigían a una desviación que había a las afueras de la ciudad, un bosque desolado. Los árboles ocultaban el sol, los pájaros cantaban en las copas de los árboles ajenos a lo que los humanos hacían a su antojo.

Frente a nosotros se alzaron unas rejas de gran altura, tras ellas, a una distancia de varios metros, un gran edificio que parecía más un castillo nos daba la bienvenida. El mismo no se distinguía de los demás que quedaban en pie en Inglaterra, tenía el estilo barroco que los caracterizaba. Poseía una cúpula central que la hacía ver más imponente, la fachada estaba decorada con querubines, cornisas y columnas dóricas. Era una fortaleza digna de admirar y, solamente las paredes conocían los horrores que debía aguardar un castillo tan hermoso como aquel.

Lo único que desentonaba de las hermosas vistas eran los barrotes que estaban colocados en los ventanales de la fortaleza. Demostraban que era difícil lograr escapar de ahí, habíamos caído en una celda disfrazada con el encanto de un alcázar y solo un milagro nos podía salvar.

Recorrimos los jardines que estaban decorados con infinidad de esculturas y estatuas en poses eróticas. Todas ellas incitaban a no retirar la mirada, los artistas hicieron obras de arte quizá sin saber dónde habían llegado a acabar.

En el centro del jardín estaba expuesta una fuente de bronce, era una mujer con el cabello largo y suelto sobre su espalda, sentada en el suelo con una pierna flexionada y la otra estirada. No era una fuente normal, la mujer que estaba desnuda, se sostenía con un brazo estirado en el suelo mientras que la otra mano se escondía de manera juguetona entre sus piernas. El chorro de agua salía por sus labios apenas abiertos de formas distintas pero que formaban arcos precisos, como si fueran gemidos liberados que la llevarán a un orgasmo...

ARDIENTE AGONÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora