Capítulo 5

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Hay un comunicado importante al final del capítulo...
Agradecería que lo leyeran después del capítulo.

AVISO: El capítulo contiene escenas y situaciones que pueden herir la sensibilidad de algunas personas.

***
“Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar. Es cómo una pena que te vacía por dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, cómo si ya no fueras tú, cómo si te hubieran robado una parte del alma.”
                               Ismael Mejía

Seelie.

Me quedé paralizada con miedo a que  me hubieran descubierto…

Inconscientemente cerré las piernas con fuerza para que no encontrasen el arma con el que iba a defenderme contra Dugan.

 —Te falta un accesorio—se acercó al mueble para sacar lo que buscaba mientras yo seguía con el corazón en un puño. 

Un pequeño suspiro de alivio salió de mi boca cuando comprobé que no había peligro y la chica más joven permaneció mirándome en silencio.

Sacó unos pendientes en forma de aro de un cajón del mismo mueble que abrí hace unos minutos.

Me los colocó y se despidió de nosotras con la excusa de que tenía que atender a un cliente importante.

La pelirroja salió por la puerta sin esperarme y yo la seguí callada.

Subimos unas escaleras adentrándonos en un ala alejada, habían varias puertas y el mismo decorado colgaba en las paredes.

No pude quedarme callada.

—¿Cómo te llamas?—pregunté atraída por la curiosidad sin saber si tendría una respuesta.

Ella no era como las demás...

—Gardenia—respondió sin mirarme.

—¿Cuál es tu nombre real?—insistí.

—No lo recuerdo—se encogió de hombros.

—¿Cómo puedes olvidar tu nombre?—me detuve en mitad del pasillo.

Se giró hacia mí con rapidez y en su rostro pude ver su enfado por mi impertinencia. 

—Por increíble que te parezca—colocó sus manos en su cintura—. Un lugar como este, te puede hacer olvidar el nombre que te dieron personas que no vas a volver a ver en tu vida.

Retomó su camino y corrí tras ella con rapidez.

—Te voy a dar un consejo...—giró la cabeza hacia mí—. Limítate a cumplir con tu trabajo, es lo que yo hago.

Llegamos a unas puertas dobles y Gardenia abrió las puertas.

Me detuve bajo el umbral de la puerta con las manos en mis caderas y sin dar un paso más. 

—¿Cuántos años tienes?—estaba segura de que era menor de edad.

—Eso no es de tu incumbencia...—me empujó dentro de la habitación y cerró con llave.

El dormitorio era bastante amplio, con una cama de gran tamaño en el centro de la habitación, en una esquina tenía unos sofás y varias puertas. En el aire se olía un perfume masculino que ya reconocía, muy desagradable para mi olfato. Las ventanas también contaban con barrotes, excepto una terraza que estaba cerrada con llave.

Revisé las otras puertas que había en la habitación encontrando el vestidor y un baño lujoso.

No podía sentarme a esperar mi sentencia, examine el cuarto por si hallaba algo para poder afilar la lima de uñas. Lo único aceptable que encontré fueron las paredes revestidas que hay en el castillo.

ARDIENTE AGONÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora