Hasta el hueso

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-Si no le dices a nadie - entrego el dulce al niño que se lo encontró al otro lado de la calle, le había visto llevar un baúl enorme y pareciera pesado hasta la cajuela y aquel niño que estaba en el auto de al lado le cuestionó sobre el contenido.

-Lo prometo - tomo el dulce de la mano del hombre ,  tenía un rostro amable así que no le veía lo malo y después de todo , le había visto algunas veces por ese rumbo, lo conocía como el gordito amable que tenía una librería .

-Aquí llevo muchas cosas viejas que ya no sirven, es una pena irlas a tirar - fingió tristeza e hizo una mueca graciosa con intención de hacer reír al niño , una vez logrando su cometido le revolvió los cabellos y fue a su auto de nuevo para subir el baúl a la cajuela.

Una vez logrado, se subió a su auto y nuevamente se despidió con la mano de aquel niño de cabello muy negro y rizado, cuando su papá por fin entro su vehículo, le cuestionó sobre el caramelo que tenía y cuando le dijo de dónde salió, no pregunto más. Ellos eran dueños de la florería de en frente y conocían a el señor Fell .

De palabra de otra gente por supuesto, sabían que era un hombre dulce, amable y sobre todo muy atento con todo mundo. La librería que tenía ahí era abierta a todo público, también el hombre era un dibujante a carboncillo. Quienes tenían la dicha de ir como pacientes para atención psiquiátrica podían observar los hermosos dibujos que tenían, mayormente anatómicos.

Conducía a toda velocidad, debía apurarse si no quería volver tarde al trabajo , pues conocía a la perfección el horario para abrir el enorme agujero donde la gente iba a tirar sus cosas ¿Que sitio más perfecto que un agujero que se tragaba todo sin posibilidades de ser recuperado?

-¡Si tan sólo ese maldito mocoso no me hubiese visto!- a solas podía dejar esa fachada que tanto se esforzaba en mantener . Odiaba a los niños, le parecían asquerosos y ruidosos, de no ser porque sospecharían rápidamente de él ya hubiese matado a ese condenado mocoso.

¿Que le preocupaba de que el niño lo vio? Que como se le resbaló un poco el baúl , se abrió. Si bien nada parecía haberse salió de ahí, estaba seguro de que no amarró bien el costal y una de las manos casi se escapó, pudo levantarla antes de que siquiera alguien la viese, pues al ser muy de madrugada no esperaba a gente tan temprano en las calles.

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-¡Anthony!- una vez que entro a la habitación, puso sus manos sobre su cintura -¿Dónde estás?-

El adolescente respondió desde el baño, estaba por terminar de hacerse el peinado que le gustaba y también pasándose un poco el rastrillo por la cara para quitarse el vello. Si bien no era mucho, odiaba como se le veía.

-Ya voy - una vez que bajo casi de brinco las escaleras, se fue a darle un beso a su madre en la mejilla y tomo su mochila junto a la bolsa de cartón donde se hayaba su almuerzo.

-¿Y el desayuno?- exclamó la mujer indignada -¡Me las pagas cuando vuelvas Anthony Joseph!- ignoró el coraje de su madre y fue con el grupo de adolescentes que le esperaba fuera.

-¡Apúrate que vamos tarde!- le dijo una chica de cabello oscuro .

-¿Y si hoy ... Nos vamos por ahí?- metió sisaña el pelirrojo,  la de cabello oscuro junto a la otra chica y el tonto de ojos violeta se miraron entre sí.

-¿Y que se supone que haremos ?- dijo el otro- ¿Que vamos a ir a picar ardillas aplastadas en el asfalto ?-

-No suena mal- así, Anthony,Anna,Gabriel y Diana fueron en dirección a las afueras del pueblo donde se encontraba aquel pozo que decían se tragaba toda cosa. No era raro para el dueño verlos por ahí, pero con que le invitaran una cerveza o cigarrillos él no veía nada.

El demonio del EdénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora