DOS I

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"Dentro de mí hay otro hombre que está contra mí."

-Thomas Browne-

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Los primeros días pude explorar la habitación en la que estaba. En realidad, exploraba la parte del cuarto que abarcaba mi campo visual inmóvil. Había en el techo una lámpara de luz neón, destartalada que parecía que estaba a punto de caer.

Del lado derecho de mi cama había un gancho del que colgaba un frasco de suero, que un enfermero cambiaba todos los días, más a la derecha alcanzaba a ver un tubo que contenía un fuelle negro que bajaba y subía al ritmo de lo que ahora identificaba ya como "mi respiración".

Del lado izquierdo distinguía un complicado aparato con varios interruptores, focos y gráficas. Después me enteré de que estaba encargado de controlar mi respiración, los latidos de mi corazón y los nutrientes que me eran suministrados a través de un tubo que iba directo a mi estómago.

Detrás del aparato se veía una parte de la ventana que era para mí un tormento. La luz que entraba todas las mañanas lastimaba mis pupilas, me despertaba y me traía siempre de regreso al infierno en que me encontraba.

El dolor físico no era nada comparado con el dolor que me causaban mis propios pensamientos.

La impotencia, la culpa, el rencor, el miedo y la imposibilidad de expresar mis emociones, todo se juntaba en mi mente y me enloquecía.

Cada día rogaba por no volver a despertar, porque esa máquina que me mantenía vivo dejara de funcionar y acabara ya con mi sufrimiento.

- ¿Quién les da derecho a estos doctores a mantenerme aquí? ¿De que puede servir ya mantenerme vivo? ¡Soy una maldita planta incapaz de moverme o expresarme!

La impotencia se apoderaba de mí y se convertía en odio. Odio por los que me mantenían vivo, odio por la vida misma.

Aquel enfermero tenía razón, más valdría haberme muerto. Y, sin embargo, todos los días entraba con su cara de miedo a cambiar el suero que me alimentaba. A pesar de que me creía inconsciente nunca me miraba a los ojos. Checaba apresuradamente todos los tubos que iban de mi cuerpo a la máquina y salía lo más rápido que podía. Cada día que lo veía llegar le rogaba en mi mente que se olvidara ya de cuidar de mí, ¿Qué no se da cuenta que no me hace ningún favor
manteniéndome vivo?

- ¡Hey!, ya deja eso - le suplicaba mi mente. - Si te da tanto miedo verme ya no vengas más, simplemente déjame morir.

Pero una y otra vez veía hacer su rutina y dejarme aquí, ¡vivo!, una y otra vez... una y otra maldita vez...

- ¡Maldita sea, ya que se acabe esto por favor! ¡Por favor alguien haga algo, alguien que me ayude! ¡Ya no quiero seguir viviendo! ¡Dmonios ayúdenme a morir, no a vivir!

- Más vale que te vayas acostumbrando, porque parece que vas a estar ahí un buen rato -. Oí de repente que alguien me hablaba. Pero... no había nadie en mi habitación.

- En qué situación tan jodida te metiste. La extraña voz insistía.

- ¿Quién eres? ¿Eres un ángel?

Contesté asustado. De alguna forma me di cuenta de que la voz no provenía del exterior.

- ¡Ja! No jueges, eres el peor de los ateos y ¿Ahora crees en Dios y en toda su corte celestial? No digas tonterías.

- ¿Pero cómo puedes saber lo que estoy pensando? ¿me volví loco? Eso es más probable. ¿Entonces no es real?

- Mira, no puedo decirte nada que tú no sepas ya. Tal vez después sabrás quién soy.

- Pero ¿Saint está bien? ¿Por qué no vienen mis padres a verme? ¿Cuándo voy a morir? ¿Es esto un castigo?

- ¡Qué necio eres hombre!, nada se yo que tu no sepas.

- Pues de poco me sirves entonces.

- Si quieres me voy...

- ¡No por favor! No te vayas.

En ese momento recordé que Saint siempre hablaba de guías espirituales, con los cuales uno puede comunicarse si medita lo suficiente. Eso a mí me parecían patrañas.

- A mí también me lo parecen. - contestó la voz - pero lo de guía me gusta.

- ¿Podía acaso un guía espiritual ser tan sarcástico y grosero?

- Mira, si no te caigo bien me voy y se acabó.

- ¡No, no te molestes solo quiero comprender lo que pasa!

- Mejor hubieras tratado de comprender lo que pasaba antes de la estupidez que cometiste.

- Solo quería escapar y librarme de mis problemas.

- ¡Ja!, querías escapar de tus problemas y te convertiste en un esclavo.

- ¿Un esclavo?

- Así es no puedes moverte ni expresarte, es más no puedes quitarte la vida si quisieras.

- Y, ¿tú has venido a hacerme sentir peor? - le contesté.

- ¿Que he venido? Yo siempre he estado contigo, el problema es que nunca me quisiste escuchar, además nadie puede hacerte sentir ada.

- ¡Qué estupidez! ¿Cómo que nadie puede hacerme sentir nada? Mis padres siempre me hacían enojar, mis hermanos me hacían sentir menos, mis parejas constantemente me desilusionaban y me herían. (±mal, muy mal±)

- Mira, te lo voy a explicar mejor. Antes de estar aquí, eras completamente libre, nadie ni nada tenía poder sobre ti. Tenías la oportunidad de hacer cualquier cosa que te propusieras, eras el dueño de tu vida.

- Y ¿qué tiene eso que ver con mis sentimientos? (±le voy a pegar >:|±)

- Calma, ¿qué prisa tienes? Después de todo tenemos mucho tiempo para pensar y platicar.

- Te digo que eres un sarcástico.

- Continuemos. Eras libre también de pensar lo que tú quisieras y por lo tanto, de elegir tus sentimientos.

- ¿Cómo que elegir mis sentimientos? ¿Te puedes explicar mejor?

Esclavo [Perth Tanapon / TERMINADA / Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora