CUATRO

76 14 0
                                    

— Anda hijito, apúrate para que no llegues tarde a la escuela.

— No me gusta la avena mami.

— Cómetela para que tengas fuerzas para estudiar y jugar. Y para que puedas andar en bici.

— ¿Por qué? ... ¿Me vas a enseñar el sábado, verdad? Recuerda que lo prometiste.

— Claro que sí

Terminé mi desayuno cuando sonó el claxon del camión escolar que venía a recogerme. Mi madre volvió a retocar mi peinado, revisó mi uniforme, me dio mi lonchera y me despidió con un beso en la mejilla.

Corrí hacia la puerta de la casa y al abrirla la luz del sol me deslumbró, poco a poco mis pupilas se fueron acostumbrando a la intensa luz y pude distinguir el rostro de mi madre, pero no joven y tranquilo como en el sueño del que acababa de despertar, sino en su edad actual y con una expresión de profunda tristeza.

Constantemente secaba sus ojos con un pañuelo.

Distinguí también a mi padre parado detrás de ella con su típica expresión de seriedad y fortaleza, ni siquiera en esta situación se permitía mostrar sus sentimientos, apoyaba su mano en el hombro de mi madre tratando de consolarla.

— Hijito mío, ¡por Dios! —suplicaba mi madre

— Los doctores dicen que no puede oírte, trata de calmarte —le decía mi padre.

-—¿Cómo es posible que te haya pasado esto hijito?, ¿por qué?, ¿por qué? —empezó a gritar y a golpearme en el pecho desesperada.

Mi padre la forzó a levantarse y la abrazó fuertemente contra su pecho para calmarla.

— Tienes que calmarte mi vida —le suplicaba.

— ¿Quieres que me calme? ¡Mira a nuestro hijo está como muerto! —gritaba a la vez que trataba de alejarse de mi padre.

— ¡Es nuestra culpa! — fue lo último que dijo antes de desmayarse.

Mi padre la sostuvo entre sus brazos, la recostó en un sillón que había junto a la puerta y salió apresuradamente a buscar ayuda.

Mamita ¡perdóname! Nunca quise causarte tanto dolor, no es tu culpa, tú siempre cuidaste de mí y de mis hermanos.

Mi madre empezó a volver en sí justo cuando regresaba mi padre acompañado de Yi Tian.

— Le voy a aplicar un calmante -le dijo.
Preparó una jeringa y le aplicó una inyección en el brazo.

— No puede ser, no puede ser... —repetía mi madre mientras seguía recostada en el sillón.

— Estará bien —dijo Zee y se retiró.

Nunca antes vi a mi padre tan afligido, estaba desesperado, veía a mi madre abatida y se volvía para verme, cerró los puños y pude oír como rechinaban sus dientes de tanto que apretaba la mandíbula, reconocí la mirada que tenía cuando estaba a punto de golpearnos. Sentí mucho miedo. Pero... algo sucedió. De pronto, se llevó las manos a la cara, se hincó a un lado de mi cama y empezó a llorar.

Era difícil para mí creer que estaba presenciando esto, mi padre siempre fue muy duro con nosotros. Sabía que nos quería porque nunca nos faltó nada pero, era muy difícil para él expresar sus sentimientos.

Pasó un largo rato llorando y repitiendo: "no es posible, no es posible"...

— Hijo mío, lo siento —me decía mientras ponía mi mano entre las suyas—. Te quiero mucho ¿sabes?

No padre no lo sabía.

— Siempre fui muy estricto con ustedes porque a mí me enseñaron que lo más importante era la disciplina. Así fue la educación que yo recibí y la vida fue muy dura conmigo.

Esclavo [Perth Tanapon / TERMINADA / Adaptación]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora