Aquella chica que podía ver fantasmas

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Un auto se estacionó en un lugar prohibido. Era un Volkswagen amarillo pequeño, parecido a los a
utos de payasos que aparecen en las caricaturas y películas.

- ¿Estás seguro que es buena idea estacionarnos aquí?- preguntó Agatha ahogando un bostezo.

- La reunión no durará mucho.

Del auto amarillo salieron dos payasos, ocho menos de los que solían salir de esos autos. Agatha se golpeó la cabeza con la parte superior de la puerta. Anthony se tuvo que agachar demasiado para poder salir. Era muy alto para ese auto.

Ambos caminaron en cámara lenta, viéndose más serios de lo que realmente son. La ilusión se rompió cuando Agatha pisó una de las muchas babosas que infectaban el jardín. Se resbaló. Anthony reaccionó y la agarró evitando que se estampe la cara contra el suelo. Tenía la mano bien agarrada en su teta derecha.

Una escena digna de ver en cámara lenta.

Agatha Beltran y Anthony Margheritti son dos "expertos en los paranormal". Anthony es el oficial científico, mientras que Agatha es la experta en comunicaciones. Agatha nació con una habilidad que le ha causado muchos problemas cuando era niña: la habilidad de ver a los muertos. Muy parecida a la del niño de "El sexto sentido"

Con esos poderes ella y su mejor amigo, un ex estudiante de medicina, se dedican a ayudar a los fantasmas en variados problemas que se les presentan. Todos los casos son elegidos por la tía de Agatha, Gloria Beltran.

Caminaron a paso normal hasta la puerta. La ilusión se había roto para siempre. Agatha tocó el timbre después de soltar un enorme bostezo.

- Mataría por una taza de café hirviendo.- dijo ella.

- ¿Te desvelaste anoche?

- No lo sé.

- ¿Dónde estuviste?

- No lo sé.

Agatha sufría de un fuertísimo dolor de cabeza, se frotó las sienes para que se le pase. No funcionó. Se arrepintió de haber venido a la reunión. Su mente formuló un plan de escape; propia de una película de espías, mejor dicho, de una parodia de una película de espías. Le quitaría las llaves del auto a Anthony, siempre las guarda en los anchos bolsillos de su casaca verde oscuro. Eran tan anchos que Agatha podía meter la mitad de su cuerpo sin problemas. Con las llaves en su poder correría al auto y se iría lo más lejos de ahí, eludiendo sus responsabilidades.

Eran un plan perfecto a prueba de tontos.

Salvo por un detalle: Agatha no sabía conducir. Había fallado los cuatro intentos para aprender a conducir. No existía la frase "La quinta es la vencida" así que se rindió. En el cuarto intento fue a dar su examen usando una minifalda que dejaba pocas cosas a la imaginación cuando se sentaba. No le sirvió de nada por el profesor era un homosexual reprimido que decidió salir del armario ese mismo día.

Se lo dijo:

- Muchas gracias. Después de verte me he dado cuenta que los hombres son lo mío.

Agatha no dijo nada.

- No pasaste el examen.

Agatha seguía sin decir nada.

Decidió intentarlo de todas maneras. La fiebre y el deseo de estar echada en una cama, alejada del mundo, se los exigían. Agatha metió la mano en el bolsillo de Anthony con el sigilo de un ninja. El sonido de la trampa para ratones presionando sus dedos bastó para despertarla, mucho más que cuatro tazas de café seguidas.

La quinta misiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora