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Fargan se había quedado de pie frente al lago, aferrándose a los últimos rastros de feromonas de Alexby. En realidad no sabía cuánto tiempo había pasado de pie observando su reflejo, pero justo después de que el Omega se fuera, había ocultado de nuevo sus rasgos de búho. La verdad es que no estaba listo aún para subir y enfrentar a Rubius, además, el chico debía seguir enfadado con él. 

Suspiró derrotado y se dejó caer sobre la hierba, el cielo carecía de luna esa noches, pero desde donde estaba podía observar con claridad las hermosas estrellas. No recordaba haber visto un paisaje tan claro en ningún otro lugar, sólo Karmaland ofrecía semejante vista. Y estaba tan relajado que poco a poco su mente se empezó a desconectar, el cansancio del viaje y las recientes emociones le estaban pasando factura; y antes de poder evitarlo se quedó dormido. 

Probablemente hubiera pasado toda la noche ahí, sobre la fragante hierba, de no ser porque su privilegiado oído captó una conversación que se estaba llevando a cabo muy cerca de él. Y eso lo hizo abrir los ojos y voltear ligeramente, hasta encontrarse con la silueta de Rubius y Vegetta hablando a unos metros. Sólo eso bastó para que se pusiera de pie y se escabullera detrás de un arbusto. 

-Bueno, muchas gracias por traerme de regreso. Eres todo un caballero- vio como Rubius extendía su mano y el Alfa frente a él la tomaba. 

-No hay problema, recuerda que mañana por la tarde vendré por ti para dar el tour que te prometí- el rubio cabello del Omega se removió al asentir, y el búho pudo captar que llevaba el olor de Vegetta impregnando encima, eso lo hizo gruñir quedito. 

Observó como el otro Alfa se retiraba a paso rápido, mientras Rubius subía contento las escaleras hacia la mansión. Y eso fue todo lo que bastó para que una rabia un tanto exagerada empezara a crecer en su interior, algo no cuadraba ahí. En primer lugar, ¿en qué momento se escabulló el Omega? Él había estado a unos metros de las escaleras todo el rato y no lo había visto para nada, aunque en realidad la pregunta más importante era ¿qué hacía con Vegetta?

Apretó los puños con más fuerza de la necesaria, en los seis años que llevaba de conocer al oso, este nunca le había ocultado nada. Cada cosa que pasaba con los ancianos a los que estafaban, incluso los detalles más íntimos, siempre se lo decía. Pero ahí estaba, viendo cómo se le había escabullido de alguna forma y había ido a ver al Alfa por el que habían tenido una pelea. Eso no se iba a quedar así. 

Se inclinó sobre él lago detrás de él y se mojó la cara para serenarse un poco, tenía que estar calmado para no cometer alguna estupidez contra Rubius, porque sobre todas las cosas, ese Omega era suyo y no iba a dejarlo ir tan fácilmente. 

Subió las escaleras cuando lo consideró prudente, y para su sorpresa, Rubius había dejado una estela de feromonas que no eran suyas por todo el camino; y él sabía perfectamente bien a quién pertenecían, 

-Samuel de Luque…- gruñó molesto, para un Alfa era desagradable sentir el aroma de otro Alfa, pero cuando este rodeaba al Omega con el que mantenía una relación, se convertía en en asunto muy serio. 

La mansión estaba en total oscuridad cuando entró, pero solo bastaba seguir el desagradable rastro de Vegetta para saber que donde estaba Rubius. Así que ajustó sus pasos y casi corrió hasta estar frente a la puerta de su habitación, sólo para sentirse aún más molesto al escuchar que tarareaba una alegre tonadita. 

-Fargan, pensé que habías salido de nuevo. Quería agradecerte por la comida…- Auron había salido de su habitación al escuchar ruidos al lado, pero se paró en seco al percatarse de las furiosas feromonas que el Alfa estaba emitiendo. 

-¿Estás bien?- Fargan volteó a verlo entonces, con los ojos teñidos de un brillo escarlata y la respiración agitada. Y el médico malinterpretó sus síntomas, creyendo que tal vez estaba entrando en celo. 

MENTIRAS - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora