CAPÍTULO XII

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Los miro esperando respuesta. Ambos me miran y se miran entre ellos alternadamente. ¿Qué demonios pasa aquí? ¿De qué me perdí? -Su padre es hermano de mi mamá, sólo eso.- dijo Jorge, me quedé muda como sopesando la noticia.
-Osea... -dije animándolos a continuar. Jorge se miró las manos como buscando el valor para decirme la peor noticia del mundo. Santiago lo mira acusadoramente, casi obligándolo a hablar. -pues... Yo... No se... Lo siento. -dijo. -Santiago cree que tengo la culpa. -dijo con tono de culpa.
-¡Y en verdad lo eres! -escupió Santiago con rabia. Yo me sentía incómoda con la situación. ¿Osea que estos dos son primos? No me gustaba que discutieran, mucho menos por mi. -Yo no lo soy. Sí lo fuera no estaría aquí, ¿no crees? -respondió el acusado.
-Bueno, bueno. Todo esta bien, tranquilos chicos. -no se que se debe hacer en estos casos, no creo que dejarlos continuar sea la mejor solución. Aunque no conozco muy bien a Jorge se que el no miente, pero tampoco lo hace Santiago, el en verdad cree que el chico es el culpable.-Bueno bueno bueno- dije intentando bajar la tensión- tranquilos, Santiago, no fue Jorge, fue un tal alberto.- dije mirando fijamente a Santi- su rostro se desfiguró aún más, apretó los puños, lo cual me causó un gran estrés.- ¡Maldito infeliz de mierda!.- gritó Santiago mientras daba grandes zancadas hacia la salida. Inmediatamente Jorge intento detenerlo.- Mira imbécil, sueltame, tengo que arreglar esto.- le escupió mirándolo directamente a los ojos, no había una pizca de compasión en su mirada.- ¡No! No vas a hacer una tontería Santiago- le gritaba el otro mientras lo sujetaba fuertemente del brazo. Su rostro aparentaba hacer más fuerza de la que en realidad demostraba. -¡Déjame en paz! -jaló tan fuerte su brazo que logró zafarse del agarre, caminó con suma decisión hacia la puerta de cristal y se desapareció mientras caminaba hacia la derecha. -Lo siento- dijo mientras agachaba la mirada -tengo que ir a buscarlo, Santiago en este momento como está es capaz de cualquier tontería.- me miró como esperando a que le diera el permiso. Asentí. Me besó la frente y me dejó sola. De nuevo.

-Por favor Rocío, te lo suplico, ya no quiero.- le rogaba con voz suplicante mientras le tomaba la mano izquierda. -Nada señorita testaruda, sólo es una más, anda, no pasa nada- dijo tendiéndome una cápsula y un conito de papel con agua, con esa mirada de ternura que la caracteriza. -Esta bien, pero es la última.
-¿Se puede?- dijo una voz conocida en la puerta, Santiago estaba aquí, lucía sereno pero su labio estaba hinchado, y su ojo tenía algunos puntos azules del morete. -¿Qué pasó?- pregunte asustada. -Los dejo solos, que no se altere- dijo Rocío saliendo de la habitación. -Nada, tropezé.- dijo muy quitado de la pena. ¿Qué le pasa? Seguramente fue con el tal Alberto, se supone que Jorge tenía que evitar esto. No lo puedo creer. -¿Con Alberto?- pregunté inquisitiva. -tal vez... - dijo apenado. -No puedo creerlo, estas actuando justo como la bestia a la que se supone que querías apaciguar, ¿qué te sucede? ¡Hay otras formas!- casi gritaba. -¡Es que ve como estas! ¡Como pretendes que ande tranquilo sabiendo quien lastimo a la chica a la que quiero y no haga nada!- dijo con mirada de desesperación, como gritando pero en voz baja. Me tensé. Nunca había dicho que me quiere, lo suponía pero el no lo había confirmado. -Yo... Yo... - ¡que demonios! ¿Que me había vuelto tartamuda de un momento a otro o que? Salgan palabras, salgan. -Yo...- y como dice mi tía Nora, me salvó la campana. Una llamada. Tome mi teléfono impulsivamente apartando nuestras miradas al fin.

Leonardo. Joder.

-¿Me das un minuto?- dije tapando la bocina. -Esta bien. Salió después de darme el beso en la frente que ya se le estaba haciendo costumbre. Sonreí.

Sin fronterasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora