Bitácora 1

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Los nervios que se sienten en estos momentos no se comparan con nada. Debo admitir que predomina el miedo y la incertidumbre, pero tengo confianza en mí y en mis compañeros.

La hora de encuentro es a las tres de la tarde. Tengo tiempo suficiente para almorzar, preparar a la niña y salir. Ese es el plan. Pero como siempre digo "del dicho al hecho hay mucho trecho". Espero que todo salga bien. Esperé tanto tiempo este día. Por fin llega el fin de todo.

- Peter - llamó Euge a la puerta y la hice pasar- Lucía salió - alcé las cejas para que continúe contando- No dio ninguna señal, no sé, es raro, pero no está acá - fruncí el ceño sin entender- ¿La despediste?

- ¿Qué? No. ¿Por qué la despediría? sabés lo que quiero - asintió-

- Bueno pero tal vez... - intentó hablar y la interrumpí-

- ¿Podés buscarla? ¿Tenés idea de dónde está? - negó y suspiré- Ok, supongo que en algún momento va a volver. No puede irse así. Por lo menos vuelve a buscar

- se llevó todo - ahora fue ella quien habló sobre mí- Sé que para vos no es muy relevante. Estos días estuvo rara, caída, ¿lo notaste? - lo afirmé- ¿Vas a hacer algo para hoy? - preguntó rompiendo el silencio-

- Sí, voy a ir a un bar con mis amigos. A las dos salgo para allá, está medio lejos, tengo que estar a las tres. - me sonrió- Con los peques celebro a la noche, preguntales a ellos qué les gustaría comer y si quieren postre - asintió y vino a abrazarme- Gracias

- No hay de qué, sabés que quiero lo mejor para vos. - le agradecí con una simple sonrisa- Feliz cumpleaños.

La charla se extendió un poco más, hasta que el almuerzo estuvo listo. La mentira de la juntada con mis amigos, había salido exquisitamente bien. Pero la información de la desaparición inesperada de Lucía quedó retumbando en mi cabeza. ¿Justo hoy? todo sería más complicado.

- Ludmi, es hora de irnos - dije cuando entré a la habitación de huéspedes.

- ¿Qué vamos a hacer? - distinguí miedo en su tono- ¿A dónde vamos? Yo no me quiero ir de acá - gestó un puchero - no me lleves de nuevo a donde antes - sus ojos se cristalizaron-

- Perdón, pero eso no lo puedo decidir yo - acoté sincero- tenemos que irnos - la alcé en mis brazos- ¿vos confiás en mí? - levantó los hombros- bueno, confiá, te prometo que vas a estar bien. - hizo una sonrisa tímida y la bajé de nuevo al piso-

La ayudé a empacar sus escasos objetos en su pequeña mochila y emprendimos el viaje puntualmente.

No era una simple inquietud por el objetivo del grupo, era temor por mi meta. Estuve meses esperando este día. Puede salir todo bien o totalmente mal, no hay punto medio. Somos cinco, con meses de preparación, contra unos diez hombres, pero que no se esperarían jamás una rebelión. Hay menores de por medio, lo que me causa más incertidumbre. Pero lo único que queda es confiar, creer en mí y en mis colegas.

- En el puente, ese es el momento - me comentó Úrsula por el audífono. No sonaba extraño que lleve uno, todos lo tenían, pero yo estaba conectado a otra línea- ¿Estás bien? - asentí mirando la cámara que había dentro de la camioneta- Quedan sólo siete cuadras, Chino al mando - esto último lo dijo para los tres-

Conecté miradas con Tincho. Luego descubrí al Chino mirándonos por el espejo retrovisor, nos hizo un gesto clave cuando empezamos a subir el puente. Él derrapó la camioneta a un costado del camino, mi primer paso fue sujetar al guardia de la puerta, intentando esposar sus manos, pero los grandes brazos y su fuerza me lo impedían. Tincho ya había abierto la puerta trasera, dejando que los menores adolescentes guíen a los más pequeños a la fuga. El Chino ya había bajado, para comenzar a luchar con los guardaespaldas. Mi primer objetivo estaba cumplido y fui a combatir con él. Al mismo tiempo, Úrsula ya había llegado a nosotros con su camioneta. Llegó junto a Marizza, quien les hizo la seña a los cómplices más chicos, para que subieran.

Estaba todo saliendo como lo esperaba, hasta que vi a Lucía.

En pleno combate me había quedado paralizado viéndola llegar, cabizbaja, rozando la barandilla del puente con su mano. Por suerte llegó Tincho a cubrirme cuando uno de los hombres robustos aprovechó mi situación para golpearme. ¿Qué hacía Lucía acá? se había frenado. Agarraba la baranda con sus manos, mientras miraba el pleno horizonte. Escuché la voz de Úrsula, avisándome que debíamos partir, pero no pude obedecer. Caminaba inconscientemente hacia ella. Noté que su vista estaba perdida, con lágrimas en las mejillas y los ojos hinchados. Me preocupé, sé que mi expresión lo hizo saber. Mis pasos eran más largos. Y corrí hacia ella cuando la vi con intención de saltar.

- Lucía -grité- ¿Qué hacés? -dije con un hilo de voz y ella se dio la vuelta-

- Sos una basura -me agredió aún llorando e intenté acercarme- dejame, no te acerques un paso más

- Pero, Lu, ¿Qué pasa? ¿Por qué te fuiste así?

- Que me dejes te dije -en un rápido movimiento tomó el arma que yo guardaba en mi bolsillo, se alejó y me apuntó- No quiero más esto

-Lucía, por favor -no sabía qué hacer, estaba totalmente confundido- estamos en el medio de la calle -miré a mi alrededor- vamos a casa. Nos sentamos y hablamos.

- Chau - se dio la vuelta y sin más, saltó al agua-

No sabía la razón, pero sentí una puñalada en mi pecho, un suspiro de angustia y un nudo en la garganta. Miré en total descolocación a mi entorno y mis compañeros compartieron una mirada confundida, semejante a la mía. 

The SpiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora