El cascarón

2 0 0
                                    

Me han recomendado dar diez mil pasos diarios, unos siete kilómetros, me pregunto: ¿De dónde salió eso? ¿Quién tuvo la magnífica idea de plantear esa meta? ¿Acaso ese alguien olvida que el tiempo también puede pasar si hay quietud? ¿Esos pasos a dónde nos llevarán? ¿Realmente es la salud lo que se quiere promover con esa recomendación? Si la respuesta a la última pregunta es afirmativa, entonces no entiendo el concepto de salud, y eso que atiendo una droguería. He estado muchos años, quizás tres décadas, tras estas vitrinas, hasta hace un lustro con acceso visual al cerro lleno de casas terracota, construidas por empíricos arquitectos, casuchas de una planta dispersas entre el verde oscuro de los eucaliptos fundidos en la colina.


Hoy, sólo tengo acceso visual a algunas hojas arrastradas por el viento desde ese lugar, parece que quieren escapar del inefable destino, como yo quiero. Es probable que me parezca en exceso a esas hojas, pues me gusta mucho el viento refrescante que las empuja al cielo y las deposita en el antagonista suelo del que surgí, y disfruto también el posterior petricor que ambienta mi melancolía infinita. Esta gris forma de ver el mundo que es producto de la cárcel de cristal que no es transparente y sólo contiene antigripales, vitaminas e ibuprofenos, en la que, con ingenuidad, sembré la esperanza de libertad en mi juventud, marchita ahora por el edificio construido al frente que sólo me permite ver a los desahuciados consumistas para los que no tengo remedio aquí en mi droguería. Es frustrante.

Pero, cada hombre es su propia pluma, no en el sentido literal de la palabra que utilizaron algunos soldados gringos en la Primera Guerra Mundial para enviar mensajes encriptados, escritos con su semen; sino más bien en el sentido de sentir felicidad aún en la borrasca. Después de todo, el hielo nace más rápido del agua hirviendo y la espuma del mar acaricia en la noche con más gentileza el lomo de los cangrejos, que solitarios escapan de la sofocante arena. Como hombre y como cangrejo, espero tener el valor de romper las vitrinas, volverlas transparentes y surgir de esta sofocante polvareda.

En Sucias ManosWhere stories live. Discover now