Tierra en vinagre

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Mi abuelo, un campesino arriado, arraigado, agrietado y agriado, me enseñó a consumir cardamomo, un primo hermano del jengibre, primo orgulloso que sale de las flores, se vuelve semilla y no tiene bajo perfil, no es una raíz aterrada. Él jugaba con estas semillas luego del almuerzo, cuando bostezaba y cuando estaba ansioso. Yo lo aprendí muy bien, sobre todo la parte de estar ansioso y la parte de estar agrietado. Lo del bostezo me vine a enterar luego que era previo a sus ataques de ansiedad y más después llegué a ver que era pura falta de aire para el cerebro, era el cuerpo hablando, pidiendo exhalar angustia. Yo también bostezo a menudo.

Ahora mismo soy un calibrador, soy el dios del tiempo contra la guerra del centavo o a favor de ella, depende de la perspectiva. He respirado la contaminación de muchos lugares de esta ciudad enorme, he podido ser el espectador de fugaces acontecimientos amorosos, familiares y comerciales, he podido ver engaños también, como el de un vendedor de suerte, un lotero, que botaba al piso alguno de sus billetes y la persona que lo alzaba era posteriormente engatusada por la fuerza del destino, no tengo certeza acerca del éxito del suertudo, pero sí que tuve la certeza de ver el éxito del ingenioso vendedor de loterías.

En ese juego del destino, yo me considero una planta, una sin flor, quizás un helecho con sabor avinagrado en sus hojas. Lo del sabor y olor de la boca se lo debo a mi abuelo, lo de creerme una planta es ceniza de mi propio volcán. Me veo así porque al igual que los helechos entiendo que lo mío no es florecer, entiendo que lo mío es crecer sin pundonor, bajo el almirez de la vida, aprovechando la acidez de algunos suelos.

En Sucias ManosWhere stories live. Discover now