PRÓLOGO

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—Louis, no me creo que te hayan puesto otra sanción por tu mal comportamiento. Esto es el colmo—.  Jay hablaba con un semblante triste y decepcionado.

—Mamá, no es mi culpa que ese jodido niño sea tan torpe como para tropezarse conmigo—. Louis giró los ojos molesto ya que esta vez había sido acusado injustamente.

—El niño dice que fuiste tú quien le hizo la zancadilla Louis—. Frunció el ceño, mirando los azules orbes de su hijo.

—Ya, pero no lo hice—. Aún que , ciertamente, no se acordaba. — Además , tengo dieciocho años y estoy a punto de salir de la enseñanza obligatoria, ¿ no crees que es un poco excesivo llamar a mi madre cuando me "porto mal?— Sonrió ladina y burlonamente mirando a su madre.

—Tienes dieciocho años y te comportas como todo un crío, si quieres que se te trate como alguien mayor de edad, deberás portarte como tal—. Jay se dio la vuelta, dejando al menor tras ella y sin palabras en la boca.

Bufó molesto, siguiéndola hasta el coche para ir a su casa tras la expulsión con las manos en los bolsillos de la sudadera, mirando a los alumnos que caminaban por el pasillo de una forma amenazante e intimidante.

Finalmente llegaron al coche color carmín, abrió la puerta algo molesto y se sentó en el asiento del copiloto sin decir una sola palabra, mientras que su madre se sentaba en el piloto de igual manera.

Y, tras cinco minutos de conducción silenciosa Jay decidió romper el silencio, dándole una noticia que cambiaría su vida. —Louis, quiero que escuches atentamente lo que te voy a decir—. Jay miró por el retrovisor, observando como su hijo asentía ligeramente con una mueca de preocupación y curiosidad en el rostro.

—Debido a tu mal comportamiento y a tu falta de interés por cualquier cosa que te rodea, he decidido traer a un chico bastante amable a casa de intercambio durante un año— . Y Jay pudo notar la molestia de su hijo en el aire, a pesar de que ni siquiera habló.

—Pero mamá, ni siquiera me has preguntado si quiero convivir tanto tiempo con un completo puto extraño— Bufó molesto el ojiazul.

—No te preocupes cielo, hablé el otro día por videollamada con él para conocerle. Es un chico de 17 años amable, tímido y bastante atractivo diría yo. Creo que puedes aprender cosas de él y , con el tiempo él de ti también—. Jay sonrió, mostrando las arrugas de felicidad debajo de sus ojos, cosa que había heredado Louis.

—Dudo que me lleve bien con alguien tan bueno y perfecto, sinceramente...¿Cuándo viene?— Preguntó curioso el ojiazul, esperando nervioso la respuesta de su madre.

—En dos días— Suspiró Jay, soltando el estrés de decirle dicha noticia al menor. 

Louis asintió y se dispuso a mirar por la ventana del coche, era un día lluvioso y apagado y las pequeñas gotas de agua se deslizaban por la ventana, los coches llevaban las luces encendidas a una hora temprana y los pájaros volaban a resguardarse . El cielo era grisáceo por las nubes y la neblina que lo habitaba , y del césped salía el clásico aroma a tierra mojada que tanto caracterizaba los días como ese. Suspiró.

Quien le diría que ese muchacho que se aproximaba a colarse en su vida sin preguntarle sería dueño de cada emoción que habitaba su alma.

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