CAPÍTULO 8: Castigada

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Valentina:

Tenía la semana entera llena de exámenes y no era la peor. Debo apresurarme si no quiero llegar tarde. Así que al ver que Vanessa y Valeria no se habían despertado aún, les dejé una nota en la encimera para informarles que hoy iba a comer con unas amigas.
Me dirigí a la facultad y entré en la clase. El profesor no había llegado.

- ¡Val, hola!

Me giré hacia la voz y vi que era Juan que se acercaba a sentarse a mi lado. A Juan lo conozco desde primaria, al principio no éramos amigos, más bien compañeros...conocidos… Pero cuando empecé la universidad y descubrí que era al único que conocía de mi clase, nos acercamos más, ahora quedamos de vez en cuando y lo considero uno de mis mejores amigos.

- Hola, ¿qué tal?

- Pues como tú, dormido. ¿Sabes cuánto café he tenido que tomar para poder
despertarme?

- Qué suerte, yo ni he desayunado. Esta semana es una pesadilla…

Juan abrió la boca para continuar la conversación. Pero entonces entró alguien en la sala. Estaba claro que no era el señor Gómez. Era mucho más joven, tendría prácticamente nuestra edad y se sentó en la mesa del profesor. María desde el final de la clase le gritó:

- Lo siento, pero ahí se suele sentar el profesor. Debes de ser nuevo, normalmente los alumnos se sientan en esta parte de la clase.

- Sí, lo sé. Sí, soy nuevo, pero no soy vuestro compañero. Estoy aquí para sustituir a vuestro profesor una semana. Se encuentra de viaje, así que espero que no suponga un problema.

Desde luego no era ningún problema.

- Está buenísimo eh...- me susurró Juan al oído.

No le contesté pero no pude evitar sonreír. El profesor se debió de dar cuenta porque me miró.

- ¡Vosotros! ¿qué ocurre?

- Nada - contesté.

- Bien. Os tomáis la clase a broma… os quedaréis aquí a las tres. Os espero en este aula.

No contesté, asentí con la cabeza baja y siguió dando la clase. Esto es fantástico, el primer día con él y ya me tiene manía. Después de eso no presté demasiada atención. Salvo que se llamaba Alejandro. No es un nombre feo, la verdad. Pasaron las demás asignaturas hasta que llegó la hora de irnos. ¡Nooo, mierda! había olvidado que estaba castigada. Busqué a Juan y fuimos juntos a la clase. Estaba claro que Alejandro todavía no había llegado.

- Son y 5, como no aparezca en un minuto me marcho.

- ¿Cómo vas a hacer eso? Nos han castigado.

- Está bien, tú quédate, pero yo me marcho.

...

- Y seis. Me voy. ¡Suerte!

Así, sin más, me dejó sola esperándolo. Gracias amigo. Esperé cinco minutos más sentada en una de las sillas, hasta que me di cuenta de que no se iba a presentar. En cuanto me puse de pie, apareció por la puerta con una montaña de papeles, mirando su maletín distraído. Casi me libro…

- Hola, espero que estéis preparados… - levantó la vista y se percató de que solo estaba yo. Sonreí. Dejo las cosas en el escritorio - ¿Y tu compañero?

- Juan se fue hace poco pensando que no ibas a aparecer. Ya son y diez y dijistes a las tres…

- Está bien, ya hablaré con él.

- ¿Qué hago? ¿Quitar chicles? - Se rió hasta que vió que yo no - ¿no era una broma?

- No, en mi vida me han castigado. Creo que la última vez, fue en infantil.

- ¿Y por qué te he castigado hoy?

- Por reírme con Juan.

- Ah...Sí.

Se sentó y me dijo que acercara una silla a su mesa. En ese momento sacó un sándwich y me acordé de que yo aún no había desayunado. Tendría que haber comprado algo en el descanso, pero lo utilicé para avisar a mis amigas de que no podía ir a la comida. Estupendo, en cuanto empezó a comerlo, no pude evitar que me rugiera la tripa. Por la cara que me puso el maestro, lo había escuchado perfectamente.

- ¿Tienes hambre?

- Sí - me puse roja. Qué vergüenza. - verás...esque...no he desayunado.

- Lo siento. Si quieres nos podemos acercar al bar que hay en la esquina.

- ¿Enserio? Se lo agradecería un montón.

- No me llames de usted que soy tu maestro pero tengo prácticamente la misma edad que tú.

- ¿Cuántos años tienes?

- Veinticinco ¿y tú?

- Veintidós.

- ¡Ves! He acertado.

Así comimos en el bar dos hamburguesas. Y volvimos a la clase. Me reí mucho con Ale… con Alejandro...mi profesor. ¡Val nooo!

- ¿Así son todos los castigos? - pregunté con curiosidad y en cuanto me miró y me
sonrió, no pude evitar hacer lo mismo.

- La verdad es que no.

Porque si fueran así, no me importaría estar castigada más a menudo...¡No es momento para fantasear, Val!

- Bueno, entonces supongo que ahora es cuando empieza.- ¡Bien, le saqué una sonrisa!

La tarde continuó bastante bien. Llegaron las cinco y ambos salimos a los aparcamientos. Subí al coche y suspiré profundamente. Finalmente llegué a mi casa, mi nueva casa y decidí darme una ducha.

Amigas de la misma sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora