Antítesis

7- Seguir viviendo

No sabía cuánto tiempo había estado tirado allí, sólo que las lágrimas que habían caído, se habían secado dejando manchas en el suelo y que, la luz en el lugar se había extinguido.

Se sentó despacio, su cabeza pesada y doliendo; no era algo bueno el llorar hasta quedarse dormido.

La oscuridad se había deslizado dentro de la casa, creando sombras fantasmales a su alrededor.

Suspiró profundamente, sorbió su nariz, limpiando sus mejillas para asegurarse que no quedaran signos de su quebranto anterior. Y no era que alguien lo vería porque estaba solo.

Se levantó, su cuerpo quejándose y miró de reojo a su reflejo en el espejo sobre la chimenea.

'Te ves como la mierda, Valladares'

Dijo en voz alta, la intensidad de sus palabras en el silencio de la habitación retumbaron pero no importaba.

Miró la alfombra donde había dejado su maleta en el piso y la campera de Aioria encima.

Una renovada oleada de lástima se apoderó de él.

'No te hagas esto a tí mismo'

El silencioso pedido llegó a su mente, pero era tan difícil. No saber. Sentir el
pulso del dolor y lo desconocido martilleando en su cabeza, cada pensamiento volviendo sobre sus pasos hacia Aioria y el amor que deseaba -necesitaba- tan desesperadamente de él.

Alcanzándola, tomó la campera de Aioria y la apretó fuerte contra su pecho, inhalando el olor del cuero suave.

Un escalofrío lo recorrió mientras un soplo de aire besaba su mejilla.

Recuerdos...

Abrazó la campera aún más, tratando de absorberla dentro suyo. El cuero flexible se amoldaba confortablemente en sus manos, mientras cerraba sus ojos y bebía de su aroma nuevamente.

Una compensación a falta de su dueño que, aunque no era suficiente, era algo. Una victoria hueca. La campera había estado en el mar por tanto tiempo que había perdido la esencia de su dueño original.

Con curiosidad, Shura dio vuelta la campera entre sus manos. No tenía rastros de cortes, enganches, agujeros, nada...

Se preguntó si quizás el oficial la habría llevado para que la lavaran, pero desechó la idea, ya que hubiesen destruido cualquier evidencia.

Exhalando pesadamente, Shura tomó su maleta junto con la campera y se dirigió a su habitación. Al menos algo en su vida permanecía completa.

Aún incapaz de atravesar el terreno de dormir desnudo en la cama vacía, el español se quitó los zapatos y se abrazó nuevamente a la campera. Esta vez tenía compañía, aún si fuese un objeto inanimado, era algo de lo cual podía sostenerse.

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La luz del día estaba empezando a acariciar los bordes de las cortinas cuando Shura despertó. Sus palmas estaban sudorosas y se sentía sofocado.

Buscando algo bruscamente a su alrededor, descubrió que durante la noche se había puesto parcialmente la chaqueta. La parte que no estaba en él estaba apretada en sus manos. Sin mencionar el peso extra y los enredos del acolchado.

Shura hizo una media sonrisa para sí mismo mientras su cabeza volvía a caer sobre la almohada, boca abajo, sin miedo a sofocarse...

No era propio de él acurrucarse en las mantas; disfrutó de la sensación acogedora como la mayoría de la gente. Simplemente lo desconcertó el hecho de cómo se puso el abrigo sin despertarse!