Prólogo

72 4 2
                                    

Soy un ser nocturno.  No por gusto, por supuesto, simplemente el sol y yo,  no nos llevamos muy bien.  Hace casi quinientos  años que perdí el derecho a verlo, cuando fui arrebatado de la muerte y me obligaron a vivir una nueva forma de vida.

Mi creador, era un ser poderoso, hermoso por decirlo menos.  Lo conocí una noche, cuando después de haber asesinado por décima vez con mi espada, escapaba por un callejón, y lo vi besando a una hermosa mujer, sin pudor o vergüenza.  En ese entonces, era un samurái, un asesino de mi clan, que creía en las luchas en pos de alcanzar la libertad.  Si lo pienso ahora, creo que todos éramos unos ilusos, jóvenes e ingenuos.  Recuerdo que sus ojos me miraron con asombro, cómo si hubieran visto algo realmente impactante.  Dejó a la mujer apoyada en la pared, y se acercó a mí.

Lo vi caminar con tranquilidad, era un hombre alto, bien vestido, adinerado.  Sus labios estaban encendidos con un color rojo y que sólo cuando lo tuve suficientemente cerca, me percaté de que era sangre.  Me puse alerta, alce mi espada, con mi corazón latiendo a mil por horas, creo que nunca antes había sentido tanto miedo.  Estaba paralizado, no podía moverme.  Su mano se posó sobre la mía, obligándome a aflojar la espada que sostenía.

-          Hermoso – me susurró a sólo centímetros de mi boca, mi cuerpo se estremeció al sentir su aliento cálido.

No fui capaz de moverme, la frialdad de su mano sobre la mía, calmaba en parte el calor que de pronto sentí cuando su boca hizo contacto con la mía.  La mujer atrás de él cayó al suelo sobresaltándome, dejando caer mi espada.  Me tomó de la cintura y me arrastró contra la pared, mi cuerpo no me respondía, estaba preso en sus brazos.  Sentí algo puntiagudo entrando en mi cuello y un quejido se escapó de mi boca, y que él silenció con su mano.

Me sentí débil, mareado.  Me liberó dejándome respirando agitadamente.  Mis piernas me fallaron y caí al suelo pesadamente.

-          Gracias – me susurra – tu sangre fue realmente deliciosa, sólo por eso te permitiré seguir viviendo.  Nos volveremos a ver.

Desperté por el ruido de la gente a mí alrededor, todos me ignoraban, probablemente porque me consideraban un vagabundo y no me prestaban atención.  Me sentí sediento y hundí mi cabeza dentro de un balde con agua para poder despabilarme.

Estaba confundido, pero no podía quitarme de la cabeza el rostro de ese hombre, demasiado pálido para ser humano y demasiado frío para estar vivo.  Pero sus labios y su aliento, eran fuego puro.

A las pocas semanas me encontraba agonizando en un pantano, mis “amigos”, los únicos hombres a quienes consideré mi familia, me habían traicionado.  Me envenenaron sin una pizca de arrepentimiento.  Jamás supe las razones. 

-          Te busqué por todas partes – me dice una voz suave – jamás imaginé encontrarte aquí.  Tú olor se mezcló con este basural y por poco no te encuentro.

Me levantó con suma facilidad, cómo si mi cuerpo no pesara nada.  Sólo recuerdo el viento soplando a mí alrededor mientras nos alejábamos de aquel lugar.  Finalmente, me depositó  sobre una cama, suave y cálida.  Mi cuerpo temblaba por la fiebre.

-  Voy a darte, querido amigo –me susurra en el oído – la oportunidad de ser hermoso por siempre.

Se aferra a mi cuello y entierra sus dientes como un animal hambriento.  A pesar de lo mal que me sentía, intento separarlo de mí, pero apartó mis manos con suma facilidad y me dejó inmóvil.  Sentí mi corazón golpeando mi pecho,  en intentos desesperados por bombear sangre a mi cuerpo, pero era inútil, iba a morir.

La sangre bajó por mi garganta, caliente, dulce, deliciosa.  La recibí con gusto, y me aferré a su brazo, como si de eso dependiera mi vida.  Me apartó con delicadeza, dejándome con la mirada fija a la nada, y entonces comencé a quemarme vivo.  El fuego me arrebató de los brazos de la muerte, y me arrojó a una vida que nunca pedí, pero que sin duda, comenzaría a disfrutar.

Besos Con Sabor A Sangre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora