♥️🧕Corazón de Sultana♥️🧕

CAPÍTULO 9

Los personajes de Candy Candy son propiedad de Mizuki & Igarashi.
La historia es una idea original de mi loca cabecilla. SIN FINES DE LUCRO.
Historia creada para el aniversario del grupo de Facebook: Biblioteca Grandchester.
Fic recomendado para mayores de edad y con amplio criterio.
Algunas escenas contienen lenguaje explícito y soez. Se recomienda discreción.

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Ingresé al Palacio por una de las tantas bóvedas ocultas que sirven para protección de la familia real. Archie se estaba encargando de todo en el hotel, ya sabía su labor de borrar evidencias.

Subí a la habitación destinada para Candice, justo a lado de la mía, y la aventé sobre la cama, sin una pizca de caballerosidad. La vi luchar para liberarse del manto, y luego levantarse y arremeter contra mí, totalmente desnuda. No lo pensé dos veces, en otra circunstancia habría hecho de esto un juego sexual, pero hoy no estaba de humor para eso.

Tomé a Candy de las muñecas y la acosté sobre mis piernas, con sus abdomen hacia abajo y sus nalgas libres para mí 

--¿Qué haces imbécil? Déjame.

Sé removió contra mí, luchando por liberarse... cosa imposible, mi fuerza plus mi indignación estaban por salir del único modo en que podía... a través de una lección. Elevé mi mano y la dejé caer fuertemente contra sus nalgas, ella gimió al sentir el golpe, tras el primero, vinieron otros más, estaba liberando el cúmulo de emociones.

¡Plaf! ¡Plaf! Sonaban las nalgadas, ni siquiera noté cuando ella dejó de luchar. Perdí la noción del tiempo y espacio, todo era rojo. Me detuve hasta que ya no sentí mi mano, al mirar, sus nalgas estaban rojas y marcadas por mis golpes. La quité de mi regazo y la aventé en la cama, notando las lágrimas que surcaban su pálido rostro.

--Espero que esto te ayude a reflexionar. Las mujeres vendrán a arreglarte, te espero en mi alcoba en una hora, si no vas, empieza a orar por tu familia.

Me di la vuelta y salí por la puerta que conectaba nuestras habitaciones. Sabía que me había excedido en la amenaza, pero ella debía entender que no estaba jugando, o jamás me respetaría. Mi intención era que las siervas miraran a Candy y notaran que había sido castigada; como es su costumbre, lo murmurarían y así las damas del salón sabrían que la mujer del Sultán había recibido su reprimenda, esto con el fin de evitar que alguna quisiera sublevarse a su esposo.

Estresado como me sentía, me despojé de mi ropa y me metí a la ducha, dejando que el agua caliente destensara mis músculos. De a poco, me fui relajando. Sequé mi cuerpo y me coloqué una bata negra de seda con brocados dorados. Me recosté en el diván de terciopelo negro apostado a los pies de la cama y esperé la llegada de mi rebelde esposa.

El habitual sonido del gong ceremonial me sacó de mi letargo, no me di cuenta en qué momento me dormité. El instrumento anunciaba la entrada de la novia al dormitorio real. Coloqué una almohada debajo de mi cabeza y, con un mando a control remoto, di acceso a la puerta de la habitación.

Candice entró ataviada con una bata de gasa blanca transparente, desde donde notaba la silueta de su cuerpo y sus claros pezones. Su cabello iba suelto, hermoso... parecía una ninfa del bosque. No iba maquillada, y aún así se veía preciosa. Sus ojos brillaban cargados de odio puro... suspiré, ella hacía todo más difícil.

--Acércate. --Ordené.

Aunque con renuencia, lo hizo, cortando todo contacto visual conmigo.

--Haz pronto lo que vayas a hacer, al fin y al cabo eres un bárbaro, no hay por qué alargar el asunto.

Llevé mis dedos al puente de la nariz, si no fuera porque el ritual debía terminarse hoy, habría dejado nuestra entrega para mañana, pero no pensaba romper nuestras costumbres por una mujercita rencorosa. Me puse de pie y me paré frente a ella, quien seguía sin mirarme.