Séptima carta

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Miércoles, O8 de septiembre de 2021

Mi hermosa personita:

Lamento la probable deplorable caligrafía que tendrá esta carta, me encuentro temblando ahorita mismo y no creo que vaya a poder parar. Mi cabeza da vueltas, siento que todo a mi alrededor es tanto para mí, me abruma.

No soy capaz de comprender cómo puedes ser tan amable con alguien como yo, desprendes tanta calidez, tanto cariño, que me genera ganas de llorar. No me malentiendas, no es nada malo, pero siento que me supera. ¿En verdad merezco algo así? No lo creo. Eres tanto para mí que pensar que puede ser recíproco me hace quebrar, me están dando más de lo que jamás esperé y más de lo que jamás mereceré.

Aún con todo ello, no puedo. Lo siento tanto, tantísimo, en serio. Sé que no mentirías, eres demasiado noble para eso, no obstante, se me revuelve el estómago al pensar en conocerte, siento que todo saldría tan mal.

Me siento destrozado, no quiero hacerte sentir mal, genuinamente no hay nada que desee más que hablarte en persona, ver tu bello rostro decir todas las majestuosidades que escribes se ha de sentir como la gloria misma, el ápice más alto de mi vida. Sin embargo, no puedo, me siento hiperventilar cada vez que lo imagino, me convierto en presa del terror y tengo tantas ganas de llorar, a este punto no sé por qué.

Lamento todo esto, solo soy un cobarde, un desastroso cobarde, indigno de todo lo que le estás dando.

Agradezco tus palabras, en serio, mi cuerpo dejó de responder al leer tu carta, conmocionado por tantas emociones que desataste en mí, fui la persona más feliz del mundo. Confío en ti, confío en ti y en las palabras que has escrito, de verdad, no hay nadie por quién me arriesgaría tanto como por ti, pero no puedo. ¿Siquiera tiene sentido? Solo tengo miedo, estoy harto de ello, anhelo ser valiente.

Me siento como un vil mentiroso, alegando mil palabras de amor, asegurando hacer un todo sin dudarlo, y aun estoy aquí, temblando como un llorón, siendo el inútil que siempre he sido. ¿Se supone que te he engañado? ¡No! Te prometo que cada una de las cosas que escribí fueron puestas con todo el sincero amor que tiene para dar mi frágil corazón, pero tengo miedo, tengo tanto miedo.

¿Podrías perdonarme? Siento que ahora me odiarás. Yo me estoy odiando tanto en este momento. Debería darme vergüenza el solo pensar en responder esto, soy un sucio pusilánime, no soy merecedor de ninguna de las bellas palabras que me has regalado.

No puedo, solo no puedo, lo siento, lo siento, en serio, perdóname, por favor, perdón, perdón, perdón. 

Comprendo si ya no quieres hablar conmigo, también me encuentro molesto hacia mi persona. Lamento todo, en serio, perdóname.

N.K

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«¿...Anónimo?»

Leer todas esas caóticas palabras fueron una puñalada directa a mi ilusionado corazón.

—¿Pero qué ha pasado...?

Al dejar la carta el día anterior llevaba una gran esperanza de que el chico confiase más en él, me tomase más cariño y en el mejor de los escenarios aceptase que nos viésemos, no obstante, todo salió tan mal. 

Al encontrarla esta no estaba guardada en ningún sobre, era solo un papel doblado, además de estar sucio, se observaba arrugado en puntos específicos, causa de las lágrimas secas. Las palabras estaban escritas con ataranto, siendo casi legible en algunos puntos, todos los trazos eran arrastrados, aparentando cursiva sin en verdad serlo. Cada disculpa puesta en ella, se veía tan llena de dolor.

«No pidas perdón, en serio, no pidas perdón. No has hecho nada malo, no tienes culpa de nada» pensaba, anhelando que de alguna manera esas palabras llegasen al chico.

Sin poder evitarlo las lágrimas se empezaron a formar en mis ojos. No quería que el chico se sintiese así, él era tan lindo, no lo merecía, se estaba martirizando por no cumplir aquello sus propias expectativas, pero no había nada de malo en ello, estaba bien que necesitase tiempo.

«¿Habré sido yo egoísta?»

La culpa rápidamente cayó sobre mis hombros, quizá lo presioné mucho, sabía que él querría cumplir todo aquello que le pidiese, tal vez debí pensar mejor mis palabras. Anhelaba hacerlo sentir bien, y en cambio terminé quebrándole.

—¿Ha sido culpa mía...? Todo esto, ¿lo causé yo? —mi voz temblaba entre murmuros— Debí haberme callado, lo he hecho sentir forzado, yo...

Presa del pánico saqué mis útiles para escribir una respuesta, tirando muchos de mis materiales en el proceso causa del caos que me había convertido. Mis manos temblaban y mi mente no podía sacar nada, dejándose llevar en la tristeza, pero necesitaba decirle algo, con urgencia.

—No tienes culpa de nada, en serio, no llores por favor...

Notas de amor [ Nagito Komaeda x Reader ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora