Cap. 13: Deseo de mentiras

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Lo que me faltaba, terminar en el aeropuerto. Reviso un poco la Tablet donde contiene la información de Damián Bennett mientras como una galleta en el asiento de la sala, tengo mis pies encimados en la silla, a veces viajar en primera clase tiene sus ventajas.

Llega Matías y me abraza a lo que yo rechazo su abrazo.

— ¿Qué te pasa?

—Matías, no puedes simplemente llegar y abrazarme, la gente sabrá que eres mi pareja.

— ¿y?

—Se supone que acaba de morir tu prometida –lo miro con cara de obvio.

—Lo siento –dice poniendo una mueca y levantando los brazos.

Nos llaman para tomar el avión, me subo y me recargo en la ventana, presiento algo, algo que no sé si será bueno o malo. Maldita sea, odio esta sensación de hormigueo y que no sepas qué onda.

Me quedo dormida en el viaje en los brazos de Matías.

Un mal sueño me despierta y empujo un poco a Matías.

— ¿Estas bien?

—Sí, fue un mal sueño –digo mientras regreso a mi lugar, me asomo y encuentro algo que no es agua… Tierra… Alemania.

—Bienvenida a Alemania –dice Matías mientras cierra su libro y lo deja en la mochila que traía.

— ¿Qué es lo que te pone de malas?

— ¡Que sé que él era de aquí!

—Matías, él ya es pasado, y mi pasado lo mate ¿ok? No te quiero  así.

—Lo siento –dice agachando la cabeza.

—Bien, ahora iremos a conocer al bendito Damián.

Bajamos del avión y salimos del aeropuerto, nos hacemos un toque en el centro del pecho y nos vamos en diferentes direcciones.

Tomo mi Tablet y me voy a un hotel. Venga pues.

Llego y bajo a cenar, muero de hambre. Tomo el menú y me siento a cenar, traen mi comida en un dos por tres y me alimento.

Mientras le doy un sorbo a mi copa de vino tinto se quiebra un vidrio de la ventana y un hombre se agacha… Damián.

Damián y sus demás personas se agachan debajo de la mesa y se cubren, un hombre se acerca ellos con una pistola. Agarro un tenedor de la mesa de atrás y lo arrojo, dándole en la muñeca provocando que este suelte el arma y se retuerza de dolor. Doy unas vueltas en el piso llegando a sus pies y enfrente de Damián. Agarro el cuchillo con el que estaba comiendo carne Damián y lo clavo en el pie derecho de este señor. Él se agacha y cae, me posiciono encima de él y le pongo el cuchillo en el cuello.

— ¿Quién te envía?

—La muerte…

Siento como me apuntan con una pistola, suelo el cuchillo y me levanto con las manos hacia arriba. Los hombres de él se llevan al hombre.

—Bajen las armas.

—Pero señor…

—Me escucharon ¿no? Bájenlas –ordena mientras sus hombres bajan sus armas y se acerca a mí.

— ¿Quién eres?

—Me llamo Isabel.

—Y bien Isabel ¿Quién te envió?  ¿Por qué me salvaste? ¿Qué quieres?

—Me envía un viejo amigo, porque es mi deber, saldar una vieja deuda.

—De que hablas.

—Pronto lo sabrá. Ahora le he salvado la vida y…

—Y te debo una cena, nadie hace eso y menos con un par de cubiertos, si estos ineptos no pueden con una arma, que puedan con un tenedor y un cuchillo –dice viéndome penetrantemente. —Pero vamos a otro lado, esto es un desastre.

—Gracias pero no gracias, tengo que dormir, estoy cansada –digo y doy un suspiro. —Buenas noches.

—Entonces acéptame una invitación para desayunar –me pide y me quedo pensando.

—Está bien.

—A las ocho –dice quitándose los vidrios del hombro.

—Ocho cinco.

—Cinco para las ocho –frunzo el ceño y contesto.

—Ocho diez –digo y avanzo mientras voy pensando “izquierda, derecha, entrecruzada” sé que me está mirando mientras me voy.

En la mañana siguiente me levanto, tomo un baño caliente, me pongo un vestido café y unos tacones, me doy una mano de gato y bajo.

Bajo al salón y ya no hay vidrios rotos. Me quedo viendo un rato y me siento enfrente de una mesa.

Damián no tarda en llegar y me saluda de beso.

—Hola Isabel.

—Hola.

— ¿Me puedes decir a que te dedicas?

—soy de protección.

—Eres asesina.

—Eso tu dímelo ¿parezco asesina?

—No lo sé. Tu mirada oculta tanto que lo puedo ver.

—Quiero que vengas conmigo.

— ¿A dónde?

—A mi habitación –dice mientras me rio un poco y abro los ojos —No es para eso, acompáñame por favor –dice mientras se pone de pie. Por qué me suena un poco raro esto.

— ¿Sabes? Muchas personas dicen ser quienes no son, y no aguantaría eso –dice mientras camina al elevador. Veo un poco su nuca y hay una línea que termina partida en dos picos. —No me gustan las mentiras o los secretos –dice abriendo la habitación.

—Buenos días señorita, se podría aretes, relojes u otro objeto de metal que traiga. Veo a Damián un poco extrañada. Me amarran a una silla y me ponen cables en casi todo el cuerpo.

—Solo conteste si o no.

— ¿Se llama Isabel?

—Si

— ¿Trabaja en una organización secreta?

—No.

—Viene sola

—Si

—Ha matado a alguien –pregunta el señor que está enfrente de mi con una computadora.

—No.

—Espere un momento –dice el doctor mientras se lleva una USB al otro lado de la habitación, me concentro y escucho….

—Aquí está la información señor, también el video.

—Estoy seguro que miente.

—Es un polígrafo, siempre detecta una mentira.

—Más vale que así sea… pero deseo que este mintiendo.

~o~o~o

Hola, hola.

¿Cómo están?

Espero y bien.

¿Qué tal? ¿Les gustó?

Aquí está el que les debía.

hehehe, dejen en sus comentarios que me encanta leerlos.

Gracias por seguirle dando una oportunidad a esta historia.

Chao, chao.

 

***

 

Canción: La Ley – Mentira

Muchas gracias por leer. Comenten y voten que en este espacio su opinión se respeta.

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