44. Retirada

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Alexander:

Ser testigo de cómo Jazlyn pierde el control de esa forma es algo aterrador. Ver sus bonitos ojos verde azul que siempre lucen un brillo especial, transformados en dos esferas rojas es desconcertante y lo peor es que no me reconozca, que por más que la llame, que le pida que se detenga, continúe como si no fuera con ella.
Mientras yo intento detenerla sin hacerle más daño del que ya le han hecho, ella me ataca sin miedo a lastimarme, sin importarle si muero en el intento. Me da una paliza del demonio sin vacilar, que más que dolerme físicamente, me llega al alma porque la miro y no la reconozco, porque sus ojos me muestran que en este momento no hay nada de la chica que amo dentro de ella

Incrédulo, pasmado y con el temor de que cómo no hagamos algo, moriremos todos, veo cómo Jazlyn comienza la runa con la que se deshizo de tantos vampiros la última vez, pero lo peor, es darme cuenta de que Sam ha quedado atrapado en ella.

En cualquier otro momento me importaría una mierda, lo vería morir encantado, pero ese idiota me ha salvado la vida en varias ocasiones hoy y se lo debo; sin embargo, no me da tiempo a hacer nada pues la runa se cierra y justo cuando Jazlyn va a encajar su serta en el pecho del vampiro, Adams irrumpe en el círculo interponiéndose ante el ataque.

Los vampiros encerrados caen muertos al piso, todos, menos Sam, que observa incrédulo el cuerpo malherido de su hermano.

Reacciono. Antes de que Jazlyn intente acabar con su amigo nuevamente, corro hacia ella, la jalo por una mano y la volteo hacia mí.

No sé cuál era mi intención exactamente, pero ahora que me enfrento a sus ojos, ya no rojos, sino negros, estoy en blanco. Si pensaba que hace un segundo tenía miedo, ahora estoy aterrado; no sé cómo enfrentarme a ella, no tengo idea de cómo hacer que vuelva a la normalidad. Sin embargo, al ver la ligera confusión en sus bonitas facciones mancilladas por la sangre, me dejo llevar por el impulso.

Acuno su rostro y llevo mi boca a la suya. El impacto es fuerte, intenso, desconcertante incluso para mí pues una corriente, para nada igual a la que sentí la primera vez que la besé, recorre mi cuerpo entero.

Cuando la sorpresa inicial pasa, intenta resistirse, pero me aferro a ella para impedirlo llevando una de mis manos a su cintura y la otra tras su cabeza.

Muerdo su labio inferior para que los abra e introduzco mi lengua acariciando, tentando la suya. Algo filoso comienza a pincharme en mi costado. El dolor se extiende casi irresistible como un veneno a través de todo mi cuerpo. Intento relajarme, apartar el malestar para no sucumbir a la agonía hasta que poco a poco empieza a devolverme el beso; pero no es como el que tuvimos en el calabozo, no… este es salvaje, incluso doloroso, aun así, no me resisto.

Sus manos vuelan a mis hombros y la presión en mi costado desaparece haciéndome temblar por el alivio. La dejo hacer lo que quiera, me muerde, me aprieta y me lastima con la serta.

Imagino que estamos dando todo un espectáculo al público. Intento agarrar sus manos, pero es demasiado fuerte. La sujeto por la cintura y comienzo a trazar círculos en la piel de su espalda en un desesperado intento por relajarla y, para mi sorpresa, lentamente el beso toma un ritmo más calmado, menos salvaje… más como ella.

Sin perder mucho tiempo, agarro sus brazos, los llevo tras su espalda y golpeo la serta contra la muñeca contraria.

Sé el momento justo en el que las agujas salen de su dedo pues ese poder, esa oscuridad que la rodeaba, desaparece. Lentamente, me separo de ella. Luce perdida, asustada… no tan peligrosa; sin embargo, sus ojos siguen totalmente negros y eso no me gusta.

—Tranquila... —murmuro—. Todo estará bien, Jaz.

No se mueve, no dice nada, solo mantiene su mirada perdida en algún punto en mi pecho.

Legnas: la profecía IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora