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Era una cálida noche en buenos aires.
Emilia se encontraba caminando sin rumbo, con su cartera colgada en su hombro.
Había salido de la casa de su novio hace como quince minutos, después de una fuerte discusión.
De un momento a otro, freno su paso, mientras se preguntaba así misma a donde iría.
No voy a quedarme llorando como una boluda por alguien que no me merece. se respondió a sí misma.
Decidida siguió caminando hasta encontrarse con un bar, al cual no dudó en entrar.
Por otro lado, Mauro Lombardo, ya se encontraba en aquel bar, bebiendo sin parar.
Él también había discutido con Brenda, su novia, pensaba qué tal vez ella no sea la pareja correcta, o tal vez esa discusión sería algo pasajero, y a la semana volverían a estar juntos, como la última vez.
Mientras pensaba, ahogando sus penas en el alcohol, vio entrar a una chica.
Relamió sus labios mientras la observaba. Era linda. O mejor dicho, muy linda.
La chica camino hasta la barra, y se sentó al lado de Mauro, pero ella no había notado su presencia ahí, o al menos eso pensaba el, ya que por parte de ella, lo había observado antes de entrar al lugar.
-dame...- la chica pensó.- un vaso con ron- le pidió al barman.
-buena manera de comenzar la noche- hablo Mauro, haciendo que Emilia riera aun sin mirarlo.
El barman le trajo su bebida y Emilia lo tomó de un solo trago.
-soy Emilia- se presentó, ahora si, girando su cabeza para mirar a aquel chico de tatuajes.
-mauro, mucho gusto- se presentó el chico, y Emilia sonrió.
Ambos chicos comenzaron a hablar y beber, ya habían pasado varias horas.
-un brindis!- propuso Emilia levantando su vaso.- por las parejas fallidas- continuó para después reír.
Ambos chicos chocaron sus vasos y le dieron un trago a su bebida.
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