Capítulo​ 4

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Era Ana.

-Oh, señor Bessette, no le esperaba a usted aquí.

-Me gusta estar al tanto, señora González -respondió inhóspito.

-Claro.

Bessette me miró un segundo con ojos oscuros y dijo:

-Me alegro de que todo marche bien, señorita López.

Luego cruzó el estudio a grandes zancadas y se largó.

-¿Inspección? -preguntó Ana.

Yo asentí. No sabía que más podía añadir, no comprendía nada.

¿Me estaba volviendo loca o el señor Bessette iba a besarme?

Dejé unos segundos que aquello me rondara en la cabeza, hasta que llegaron Marcos y Mónica y me sacaron de mi trance meditabundo.

-¿Qué te pasa?

-Parece que hayas visto un fantasma -corroboró Marcos por lo bajo.

-¿A mí? -repuse yo.

-A mi tía, Paca. ¿A quién va hacer si no a ti?

-Nada, anda deja de inventar y ayúdame con esto.

En seguida los entretuve, nos metimos de lleno en los diseños y así estuvimos hasta que llegó la hora de largarnos.

El señor Bessette no volvió a aparecer y yo me quedé pensando en que hubiera ocurrido de no haberse abierto la puerta. Aunque le daba gracias a Ana porque lo hubiera hecho. Pese a ser sin querer.

Acababa de salir por la puerta hacia la calle después del trabajo del miércoles, cuando Natalia una compañera, me dio el recado de que Bessette pedía verme en su despacho.

Arrugué el cejo y asentí a lo que me decía, no me había cruzado con él desde del día anterior.

Le dije adiós a Natalia y moví mis pies hasta el despacho del jefe, por desgracia no quedaba nadie más que yo recorriendo los pasillos. Todos ya habían salido.

¿Qué querría? Me estuve preguntando todo el camino hasta que llegué a la puerta. Estaba abierta, por ello di un toque con los nudillos para llamar su atención.

Éste levantó la cabeza de los papeles que tenía en su mesa en perfecto orden.

-¿Me ha mandado llamar, señor?

-Sí, cierra la puerta y tome asiento, por favor.

Me quedé quieta, no sabiendo que hacer y alucinada porque me lo hubiera pedido, por favor.

Una fuerza me impulso de pronto, cerré la puerta y me senté esperando a que Bessette dijera algo.

-Creo que tenemos una conversación pendiente -comentó. Sus ojos me observaba y recorrían cada rasgo de mi rostro.

¿Teníamos una conversación pendiente?

-No entiendo de que está hablando, señor.

-No se haga la ingenua, ayer... Iba a besarla... ¿Acaso no se dio cuenta?

Me quedé parpadeando por unos escasos segundos, porque el señor Bessette me saco del trance.

-¿Le hubiera gustado?

-¡Por supuesto que no! -me salió de pronto.

Se puso en pie y se reclinó sobre la mesa apoyando sus manos en ella. Tenía los brazos en tensión y se le marcaba los músculos por debajo de la camisa que llevaba.

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