epílogo II

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Nota: En esta sociedad mediaval y arcaica, como ya se ha podido comprobar, prácticamente todo el conocimiento queda vetado para los omegas, incluido el sexual. Pueden conocer la base de en lo que consiste el apareamiento, pero más allá de eso, la mayoría no tienen ningún tipo de experiencia, ni siquiera con su propio cuerpo, por eso algunas de las reacciones o pensamientos de Stiles.


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*Escena de contenido sexual explícito*

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Intenté hacer entrar en razón a Derek para que se metiese en casa, no podía estar desnudo y descalzo en medio del bosque con toda aquella nieve por todas partes... A pesar de que yo mismo no tenía ninguna gana de entrar, llevaba meses sin salir y quería pasar fuera todo el tiempo que fuese posible.

Al final conseguí convencerle al menos para que se cubriera con mi capa roja, lo que me permitía poder mirarle a la cara sin distraerme con su desnudez. Allí, sentados el uno frente al otro sobre la nieve, procedió a explicarse y contarme todo lo sucedido hasta entonces.

Eso de "oler la tristeza" era una de las habilidades que al parecer tenía el ser un licántropo. Al igual que los verdaderos lobos, quienes eran capaces de detectar emociones para ponerse al ataque, los hombres lobo también podían hacerlo, sólo que de forma un poco más sofisticada, pudiendo percibir olores tan ambiguos como el de la tristeza.

-Pero, ¿Y cómo has aprendido a hacerlo? Quiero decir... Esta no es la primera vez que lo haces ¿No?- El alfa pareció arroparse un poco más bajo la capa y contestó a mi pregunta.

-Fue de las últimas habilidades que descubrí que tenía... Las primeras semanas fueron muy duras... Estaba yo solo, sin saber controlar lo que le estaba pasando a mi cuerpo y...- Agachó la mirada hacia el blanco suelo- Suerte que no había nadie cerca en aquel momento... Las víctimas de mi descontrol fueron animales inofensivos... Apenas recuerdo nada... Las primeras noches de luna llena eran...- Pareció reír de manera sarcástica ante sus propios pensamientos aún sin dignarse a mirarme- Estaba muy perdido, era como si mi cuerpo quisiera romperse en dos para dejar salir a una bestia... Una parte de mi estaba furiosa, rabiosa... Ese era el nuevo yo... La otra, el yo que conocía, se sentía terriblemente asustado, y solo- Quise echarme a sus brazos después de escuchar todo lo que me había confesado, abrazarle todo lo fuerte que pudiera y no volver a soltarlo jamás, pero sabía que quería continuar hablando, y prefería no interrumpirle en un momento tan vulnerable.- A medida que las semanas iban pasando, iba siendo más capaz de controlar a esa nueva parte de mí. En la segunda luna llena, aún me sentía nervioso y tenso, pero no provoqué la masacre de animales que la vez anterior... Recuerdo que me transformé, y corrí. Corrí lo más que mis patas me permitían, corrí toda la noche, hasta el amanecer... Cuando se hizo de día me había alejado tanto que había llegado a un reino que ni siquiera conocía. Allí me uní a una caravana de comerciantes que pasaban de reino en reino... Necesitaban alfas fuertes para protegerse, cazar y demás... Me aceptaron y pasé con ellos cerca de tres meses. Hace unas semanas el tiempo empezó a mejorar, y debían de ponerse en marcha para llegar a su siguiente destino. Cuando llegamos a las montañas, nos separamos, ellos siguieron su camino hacía el este y yo seguí hacia el norte, para regresar a ti.- Alargó su mano hasta tomar una de las mías. Encajaban perfectamente entre sí, mis manos pálidas y huesudas entre las suyas ásperas, callosas y sorprendentemente cálidas. Suponía que la temperatura de su cuerpo debía ser continuamente así de alta, lo que explicaba que pudiese estar desnudo sobre la nieve sin siquiera inmutarse.

Caperucita Roja» SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora