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El tiempo siguió pasando, y la etapa de los 14 acabó finalmente tocándome también a mí, lo que suponía que los cambios propios de la edad, se presentaron en mi cuerpo aunque no quisiera: Tuve que despedirme de las ropas habituales que me habían acompañado hasta el momento y comenzar a usar los temibles vestidos que un año atrás Kassia ya había empezado a usar. Ahora era todo un omega hecho y derecho, como decía madre, y debía empezar a vestir como tal. Mis caderas se ensancharon, mis piernas se alargaron, y mis muslos se tornearon y agrandaron, por lo que vestir en mallas de trabajo que permitían que toda mi nueva figura estuviera a la vista de todos, no era lo más recatado.

Y parecía que al tiempo que mis caderas se ensanchaban, también lo hacían las atenciones que recibía de alfas y betas, cosa que no gustó nada ni a mi padre, ni a un Derek de 18 años por aquel entonces, pero ¿Qué podía hacer yo? No iba a tirar todos los regalos que me obsequiaban con tanto mimo y educación... Sin embargo, mi gruñón amigo no parecía estar de acuerdo con aquella idea, sobretodo aquel día, cerca de mi 16 cumpleaños, en el que yo, con toda la buena fe del mundo, me acerqué hacia la zona donde estaban talando madera para la ceremonia de aquella noche, y así poder mostrarle el collar tan bonito que me había regalado aquella mañana Danniel, o Danny, como yo le llamaba.

-¿Por qué pones esa cara? ¿Es que no te gusta?- Pregunté al ojiverde ante su expresión más seca, y ya es decir, de lo habitual. Él se limitó a dirigirme una de sus indescifrables miradas, agarró el hacha y continuó con sus actividades como si no estuviera allí con él- Al menos podrías mirarme a los ojos cuando te hablo y no fingir que no estoy aquí.- La única respuesta que recibí a cambio, fue un gruñido más animal que humano y los constantes golpes del hierro contra la madera.- ¿Se puede saber qué te he hecho ahora para que no quieras dirigirme la palabra, otra vez?

-Eso no es verdad- Balbuceó frenando sus acciones y girándose hacia mí.

-¿Ah no? ¿No es verdad? ¿Igual que no lo fue la semana pasada cuando Jackson me invitó a bailar en la fiesta de la cosecha cuando yo expresamente te pregunté que si querías bailar conmigo y te negaste? ¿O igual que no lo fue hace tres días, cuando Helena simplemente me estaba ayudando a llevar los calderos de agua hasta casa?- Apretó su mandíbula, como si intentara morderse la lengua, y mantuvo su posición estoica, sin mover ni un músculo.- Mira Derek, si pretendes meterme en una cajita de cristal para evitar que me relacione con más gente a parte de ti o mi familia, llevas las de perder, porque no pienso hacerle un feo a gente que pretende ser mi amiga porque al señor alfa no le parece bien en este momento.

-Es que ellos no pretenden ser tus amigos, Stiles- Respondió con los dientes apretados y dirigiéndome una de sus miradas patentadas para atacar.

-Pues enfadados conmigo tampoco parecen, de hecho el único que lo está ahora mismo eres tú, Derek... Así que si tantos quebraderos de cabeza te provoca nuestra amistad que ni siquiera sabes por qué estás enfadado conmigo, no te preocupes, que voy a dejar de molestarte- Totalmente indignado ante el comportamiento del alfa y sin estar dispuesto a dar mi brazo a torcer, me di media vuelta con toda la intención de irme de allí sin mirar atrás, sin embargo, mi plan no llegó muy lejos, ya que pronto sentí como una mano tosca y fuerte aprisionaba mi muñeca y me arrastraba hacia el interior el bosque.- Derek suéltame... ¿Me estás escuchando? No quiero verte ni en pintura... ¡Derek! ¡Suéltame o te juro que grito!

Caperucita Roja» SterekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora