XXVIII-¿Quién Mató a Vans?- Parte 2

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—Así nos conocimos mi prometida y yo ¿O no es cierto Gabriela?—giró a ella e hizo un ademán con la mano para que hablara.

—Sí es verdad.—le respondió ella, encogida de hombros.

Henry asintió, llevando su interés a su plato.

Amin terminó su trago con ese sonido de satisfacción de cuando se tiene mucha sed.

—Bien, ha sido una velada placentera, la gastronomía de su país es innegablemente primorosa. Gracias por la invitación, pasen feliz resto de la noche.—se despidió, se limpió con una servilleta de tela y se levantó para marcharse.

—Necesito que revise algunos temas antes de que se vaya.—le avisó el presidente, se colocó de pie señalando que lo siguiera.

Al pasar a su estudio cerró la puerta con seguro, se acomodó el traje y su rostro se transformó por completo, desabrochó los primeros botones de su saco flexionando el cuello.

—Bien, estamos solos, sin interrupciones, ahora dígame la verdad.—su gesto serio y su postura precipitada le aclararon que no estaba jugando.

—¿A qué se refiere?—como un ideal oponente igual de manipulador, se desentendió enfatizando su falta de comprensión.

El presidente levantó una ceja con una risa baja y falsa.

—Por favor ¿Un malentendido? ¿Una fanática?—mencionó, con un tono absurdo— Sea directo, ¿Quién es la chica, y por qué hizo lo que hizo?—su rostro dejó la gracia de lado, lo encaró, y la iniquidad llegó como fuego ardiente a su ojos.

Amin arrugó las cejas ante el tono crudo que adornaba su voz.
Fingió sonreír e hizo una articulación encantadora con la mano ajustándose la corbata.
—No hay más verdad que la dicha señor, no la conozco, no tengo motivos para mentir.—se encogió de hombros pasándolo por alto.

El presidente Oscar respiró y se contuvo.
En un paso brusco avanzó y sujetó la corbata de Amin de un tirón, luego lo impulsó hasta que su espalda chocó contra una pared.

La sorpresa en Amin fue clara y confusa.

—Vaya—comentó con ironía el presidente Báez enrollando la corbata en su mano hasta tener su cuello bien sujeto— , pensé que usted y yo podríamos ser amigos.—elevó la corbata para hablarle de frente.

Amin apretó la mandíbula al mismo tiempo que intentaba aferrarse a su control y no romperle la cara.

—Me considero su amigo, señor.—mintió, pero en ese punto ambos sabían que lo hacía.

—Me coloca en una posición dificultosa joven Alabi, escuche—lo tiró de la corbata con fuerza hasta tenerlo tan cerca como quería, Amin soltó una queja de dolor pero eso no le importó a Báez—. Si busca que sea bueno, lo seré, seré su amigo—añadió, con un tono suave pero sin dejar la fuerza en su mano—. Pero no te metas con mi hija maldito imbécil, no busques que sea el hijo de perra más grande que hayas conocido—Lo apretó más, los ojos de Amin comenzaron a enrojecerse, la mano de Oscar temblaba y sus nudillos se blanqueaban—, pero somos amigos ¿No? Tu padre y yo tenemos un buen negocio, y estoy al tanto de que tu herencia está en juego—lo soltó de golpe y de inmediato Amin se tomó el pecho mientras tosía y recuperaba el aire—. No la pierda, no pierda su fortuna, no lo haga.

Amin se inclinó apoyando las manos en sus rodillas mientras hiperventilaba. No dijo nada, solo lo miró por encima del hombro con un desprecio palpable.

—Puede marcharse—le avisó el señor, y la actitud serena de un principio regresó como si nada.

Amin se enderezó, fue hasta la puerta sin mencionar una palabra.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora