XXII-El nuevo profesor

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Quizás por lo mismo que te quise, no te mecería.
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Avenida Juárez, intersección 12, edificio Jhon Mella, Quinto piso, apartamento 21-B.
—Esta es la dirección.—cediéndole el diminuto fragmento de lámina al taxista.

—¿Se encuentra bien señorita?—el señor le echó un vistazo por el retrovisor.

—Sí.—se acomodó a una esquina del asiento, apoyándose contra la ventanilla.

Finalmente estaba frente al lugar, era un barrio promedio, el edificio era viejo, lucía un poco descuidado, el pasto del jardín delantero era un desastre que pronto pasaría a nombrarse selva, y al parecer el ascensor estaba fuera de servicio, por lo que decía un pequeño cartel oxidado en la puerta, tuvo que subir por las escaleras, eran delgadas y con uno que otro escalón desviado

Su corazón se apresuraba junto con sus pasos, los peldaños parecían infinitos pero luego de un rato llegó al quinto piso, observó en ambas direcciones del estrecho pasillo, y ahí estaba, la detestable habitación del 21-B.
Respiró y sintió que todo su cuerpo lo hizo, se lo pensó un momento, observó la placa dorada también oxidada de la puerta grabado con el 21-B, Jaden estaba del otro lado, una vez que lo tuviera de frente le echaría todo en cara, le diría que se aleje de ella y de Javier, que él no tenía derecho a meterse entre ambos, pero eso también significaría que... no habría un después, todo terminaría allí ¿Y estaba preparada para eso?

No, su estómago se revolvía, no estaba en absoluto lista para un final y eso le frustraba, cerró los ojos, juzgándose, Jachi estaba sintiéndose de lo peor y ella solo pensaba en sí y en sentimientos pasajeros, maldijo, por no tener el control y se abrió a la vista poco a poco, Jachi estaba primero que cualquier chico así que le pegó fuerte a la puerta, le pegó con insistencia, no se marcharía hasta gritarle y sacarlo todo.

La puerta se abrió, esparció la boca con prisa pero antes de hablar notó el cabello rubio y revuelto de Karl, tenía un olor desagradable, como alcohol y algo muy fuerte que picaba en la nariz, por un minuto solo lo miró, las líneas negras bajo sus ojos eran más profundas, tenía ese aire fuera de la realidad, sus pupilas perdidas, su rostro apagado, hasta lo notó más delgado.

—¿Qué demonios, Alaya?—se frotó los ojos con brusquedad—¿Sabes cuánto tiempo tenía sin componer una hora de sueño?—dejó salir un largo bostezo, se recostó de brazos cruzados en el borde del muro bajo el marco de la puerta.

Ella no podía dejar de verlo, bajó a su torso descubierto, tenía unos extraños moretones en el abdomen.
Curvó los labios, había algo bizarro, algo que siempre percibió en los dos, como una sensación de que no encajaba pero sin saber porqué, entonces ahí comenzaron sus sospechas.

—Quiero hablar con Jaden, ahora.—había una nota ácida en su voz, una que contenía la ganas de pegarle un bofetada que le arrancara la cara por hacer llorar a Javier.

—No está—tomó el extremo de la puerta para cerrarla, rápidamente Alaya se interpuso entre el borde y el marco quedando a un centímetro de él, lo tenía cara a cara, su rostro lucía más extraviado de cerca, y ese hedor, no lo reconocía pero era casi tóxico.

—¿Seguro, Karl?—cerró los puños aferrándose a su autocontrol, decidió no mirarlo más, verlo solo le traía la imagen de triste de Javier y hacía que su sangre hirviera, se desvió al largo y sucio pasillo.
—Últimamente nunca está en casa.—bufó, como si fuese demasiado obvio.

Alaya arrugó las cejas, apretó la mandíbula soltando aire por la nariz de golpe—¿Sabes a dónde va?—recordó ese día, en las vías, casi tan perdido como Karl, pero sus pensamiento fueron interrumpidos por su voz.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora