I-Demuestra ser Alabi

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¿Le dices irónica a la vida? ¿Suplicas que te salve? No es tanto una suposición, sino que... se confirma con los hechos, ¿Ironía es morir y seguir respirando? ¿Ironía es quién te mate te haya salvado? ¿Es quién te ame tu homicida?

No, la vida no es sarcástica, ni tiene sentido del humor. Es tan aleatoria como este momento, me estoy hundiendo y el oxigeno se acaba, tuve la peor vida, pero eso no significa nada, a nadie le importa, nadie sabe que estoy aquí, nadie vendrá por mí.

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La señorita Ortiz se adentró al aposento rápidamente, haciendo sonar aquellas zapatillas de taco bajo que producían un molesto chirrido, lucía amedrentada e intranquila, tenía su habitual falda  por debajo de las rodillas y una camisa azul de encaje bordado sobre las mangas, posaba aquella expresión sombría, la frente fruncida, las cejas estrechas, se encaminó ágilmente entre las chicas tiradas en el piso y abrió ambos extremos de las cortinas dejando pasar el brillante resplandor de sol sobre la puesta.

—Joven Alabi ¡Despierte!—exclamó en un deje de impaciencia, sujetó la manta de los costados y la atrajo con fuerza, hasta descubrir sus cuerpos semidesnudos sobre el colchón.

Al no obtener la mínima respuesta, gruñó y maldijo por lo bajo. Suspiró, frotándose el rostro bruscamente y continuó insistiendo, esta vez a gritos, ellos la ignoraban y se cubrían los oídos entre quejas somnolientas, tan solo se escuchaban los bostezos que se contagiaban mutuamente, como un virus altamente infeccioso que contaminaba el aire y se esparcía en un efecto rebote.

—¡Pero qué carajo!—recriminó en un tono insolente el joven Alabi, se restregó los ojos con rudeza y se ocultó de la fastidiosa luz que persistía en penetrar sus párpados.

Lucía una apariencia exótica, gitana, de un tez moreno, pelo largo y oscuro, ojos  grises, llamativos, una moderada barba castaña y cejas espesas, sobre la izquierda tenía dos pequeños lunares gemelos. Poseía cuatro perforaciones en la oreja izquierda, mas no contaba con ninguna a la derecha; su complexión era escultural,  sutiles tatuajes recorrían gran parte de su torso, cada uno se le refería a un significado distinto, algo que le marcó en el pasado, el más notable resaltada ante su abdomen bajo, justo en medio de la V que le moldeaba hasta su entrepierna, era de mayor tamaño, y adquiría cierto toque bizarro e incitado como era de esperarse en el cruel Amin Alabi.

Hijo del jeque más poderoso de Dubai, el rey de una de las ciudades más ricas del mundo, dueño de hoteles multimillonarios y posesiones envidiables.

Gozaba con la reputación de egocéntrico, irresponsable y oportunista, con un padre no muy orgulloso del desgarrador estilo de vida que llevaba y amaba  presumir.
Tenía el pensamiento capitalista inclinado hacía «el que más tiene, más vale», se aferraba de una filosofía idealista y algo patética:
«En está vida somos pasajeros» Lo cual tendría sentido sino continuáse con el enunciado:
«Algunos nos distinguimos y disfrutamos de primera clase, otros solo tienen la clase promedio, y los demás, las azafatas, los pilotos... Nacieron para servir, y morirán sirviendo.»

Aquel príncipe egocéntrico necesitaba unas cuantas nalgadas.

Desde pequeño fue educado con los mayores prospectos, su padre confiaba en que al hacerse mayor fuese un hombre ejemplar y de negocios, siguiendo su modelo, pero Amin disponía de otros planes, o más bien no contaba con ninguno.
Vivía el día a día sin mirar más allá de ello, sin pensar en el mañana y olvidando el pasado(Ya sea por el alcohol o la metanfetamina).
En una sociedad donde se le permitía poseer varias mujeres, el sueño de muchos hombres alrededor del mundo, era un derrochador, era un interesado y se complacía con hacer daño e incitar maldad.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora