XLVIII-Llameaba furia

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Cuando el ocaso centelló, el esplendor precisó en tus ojos.

 Con ello se extravió mi austeridad; tú hurtaste, tomaste mi cordura, me robaste hasta la última gota de moderación.

***

Ese ruido.
Se escuchó como un golpe fuerte. La pared entre ambos vestidores era muy delgada, cuando no estaba la multitud frecuente yendo y viniendo por el pasillo, casi todo lo que pasaba del otro lado era audible.

Otro ruido, esta vez tomó el sentido de una queja de dolor.

Luego un murmullo se divulgó como un clamor penoso y bajo.

Jaden cerró el grifo, agitó las manos, tomó una toalla de papel, fue acercándose a la pared mientras el sonido captaba su atención.

Sus... Sus... ¿Qué hass...ss?

Y después el último grito fue tan desconcertante que le obligó correr instintivamente y averiguar lo que estaba sucediendo en el vestidor de chicas.

El vestidor era un desierto sin un alma en pena divagando cuando llegó. 
Arrugó las cejas y fue al lavabo a refrescarse la cara. Estaba seguro de lo que escuchó, no había enloquecido.

Atravesó la salida, en aquel entonces no anticipó lo que sus ojos develaron:

Esa chica de pelo castaño llevaba a Alaya casi a rastras, su brazo rodeaba el cuello de ¿Susana?, según recordaba era su nombre, los pies de Alaya flaqueaban, se arrastraban en el pavimento, parecía estar inconsciente.

De inmediato fue tras ella, sospechó que su estado podría relacionarse con las quejas que escuchó.

Cuando llegó hasta ellas la sorpresa de Susana no pudo ser más turbia, los ojos se le marcaban como dos huecos lúgubres en el rostro; no había duda, algo estaba sucediendo.

—Hey ¿Qué pasa?—les preguntó caminando a su lado. Su intuición tomó fuerza cuando inspeccionó a Alaya más de cerca, sus pupilas deambulaban en la nada.

Susana no se detuvo, mantuvo esa expresión grotesca, no dijo una palabra mientras él insistía por sacarle algo.

—¡¿Qué te importa?! ¡Ya déjala!—le gritó una vez que su corta tolerancia se desbordó, Jaden era como una astilla en el dedo pulgar para ella.

— ¿Por qué tan agresiva? Solo quiero saber si está bien, ¿Debería llamar a sus padres?—frunció la frente y la analizó de punta a punta, se ponía más raro ¿Por qué el misterio?

—No es necesario, la dejaré en su casa.—intervino escrupulosamente e intentó apresurarse pero el peso de Alaya no le permitía avanzar mucho.

—Te puedo ayudar a sostenerla, luces exhausta.

—¡Te dije que te largaras! No es tu asunto ¿Ok?—frenó de pronto y le gritó con si lo repudiara, hizo una mueca espeluznante señalándolo en el medio de las cejas, como si le advertirse todo lo que podría evitar si tan solo cediera y se extraviara por ahí, le hizo saber que era lo que más le convenía si quería estar a salvo.

—¿Por qué tendría que irme? Solo estoy preocupado.—negó con la cabeza, siguió adelante con ambas, con más certeza  a su retorcido presentimiento.

—¿Preocupado? ¿En serio?—refirió en un tono débil—¿Crees que desconozco tu historia? Solo has sido un miserable con ella ¿Te importa lo que le pase?—la comisura de su boca se arqueó, dejó inadvertida una siniestra risilla entre dientes—¿Quién te crees? ¿Puedes lastimar una persona y luego interesarte de la nada? Ya deja de seguirnos, déjala en paz de una vez y por todas ¡Déjala ir!

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora