E P Í L O G O

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4 años después

—Y Dígame señorita Flores ¿Qué hace usted en su tiempo libre?—el jurista acomodó sus anteojos y pasó página al periódico que sostenía, la miró de reojo, de una forma extraña y grosera, pareció asquear el rostro y devolvió la vista a lo que leía.

—No mucho en realidad—respondió con una sonrisa inspiradora, no estaba nerviosa, ya se había convertido en toda una experta para las entrevista de trabajo, moderaba la voz, ofrecía esa actitud agradable y profesional—cosas normales como salir y...—el señor tronó la garganta  de repente, hizo que se detuviera, levantó la mirada y resopló con indiferencia, hizo un mohín  apoyando la barbilla contra su palma.

—Continúe.—carraspeó dejando de lado el periódico sobre el escritorio que los separaba.

Su sonrisa se redujo a nada en un segundo, fue la misma expresión de todos, tomaban sus plumas y fingían hacer anotaciones por simples garabatos, el lenguaje no verbal hablaba por sí solo, frentes fruncidas, dedos impacientes, miradas lejanas, era obvio que siquiera la estaba escuchando. 

Asintió e hizo una pausa, se sacó los lentes  circulares y los limpió con un pañuelo que traía en el bolsillo.

—Lo cierto es que no tengo mucho tiempo libre.—respondió suspirando, los guardó  en un estuche junto a la emoción que se había desvanecido.

—Es notable.—bufó por lo bajo, la miró de pies a cabeza y enarcó las cejas en una aspecto de horror.—¿Sabe? Aquí disponemos de un estricto código de vestimenta.

Aquella mañana las horas se habían esfumado como un segundo. Despertar, alistarse, hacer el lunch, preparar a los niños y luego llevarlos a la escuela, conducir kilómetros con el tráfico cada vez peor, todo para que un viejo insoportable le critique por olvidar la chaqueta en el auto.

—Precisamente he tenido un tropiezo con el tiempo.—explicó con un poco de vergüenza.

—Pues en Winchester no tenemos tiempo para tropiezos—recriminó sin un gramo de empatía. Arrugó el ceño agitando las manos exageradamente.— , señorita, somos una firma en vías de crecimiento y expansión, muy pronto seremos la más importante de toda la ciudad; Los abogados que nos representen deben de estar a la altura de nuestra posición—su comisura se curvó, chaqueó y estrechó los hombros.—Usted... no lo cumple.

Hubo un silencio, extraño, el hombre se estaba riendo bajo, pero no lo disimuló, se hacía cada vez más fuerte y molesto, tomó el rollo y volvió a abrirlo para leer, sin dejar de cacarear aquella risa estúpida y escandalosa.

—Vías de crecimiento, vías de crecimiento...—murmuró para sí, lo evaluó varias veces en su cabeza, parecía ridículo de solo imaginarlo, se levantó, fue directo al mostrador y le arrancó el maldito periódico de las manos, él se calló de golpe, con los ojos asombrados y enfurecidos, esta vez fue quien contempló la blanca sonrisa en el rostro de ella.

Alaya lo rompió en desenas de pedazos justo en su cara, fue claro lo que dejó en dicho: ''Tendré su atención por las malas o las peores.''

Hizo un recorrido visual, rió, tan descaradamente como él.

—Señor, con su permiso pero esto es una pocilga—cuestionó con ironía.—¿Cree que vine aquí por gusto? Vine porque no tengo muchas opciones que digamos. Resulta que un título universitario vale un carajo si no estás apadrinado de un ente importante en la política o en algún bufete de abogados de renombre—exhaló, un tanto consternada por ello.—¿Cree que no he percibido cómo me ha estado juzgando desde que llegué? ¿O no distinguí que siquiera tienen a una mujer trabajando aquí? Algo que por cierto viola la igualdad de oportunidades institucionales, Algo como ya sabe...—aclaró la garganta, en un tono amenazante resaltó:—  ''Discriminación''... ¿Vías de crecimiento? ¡Ustedes eran mi última opción! Se están desplomando, seguramente por machistas y carentes de talento.

Jaden  {Bilogía El Príncipe de Dubái}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora