Séptimo capítulo

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— ¿Familiares de Lee Jihoon?

Siyeon y Seungcheol se acercaron al doctor, que había terminado de atender al menor.

— S-soy su hermana —habló rápidamente la mayor,— Dígame que está bien, p-por favor...

— Logramos estabilizarlo, le hicimos un lavado de estómago —tranquilizó el adulto,— Ahora está inconsciente, cuando despierte podrán ir a verlo.

Siyeon se rompió en lágrimas cuando el médico se retiró, siendo Seungcheol quien la sostenía mientras trataba de aguantar las lágrimas de la pobre mujer.

— N-no debí dejarlo s-solo —se culpaba,— Y-yo, no se q-que haría si lo perdiera, no s-soportaría...

— Tranquila, Siyeon Noona —Seungcheol no quería llorar, pero tenía muchas ganas de hacerlo,— Lograremos salir de esta...

— J-Jihoon odia la música, era su vida —seguía llorando,— Ya no compone, ni siquiera le gusta escucharla; rompió la guitarra que conservaba desde que tenía 4 años...

Seungcheol quería ayudar a Jihoon a salir adelante. No tenía una razón del porqué, solo quería hacerlo.

Volver a verlo sonreír, bromear, molestarlo con sus bromas acerca de su mal ritmo y entonación, escucharlo cantar, verlo concentrado mientras creaba las voces, su entrecejo fruncido cuando veía una partitura por primera vez y no le salía.

¿Eso significaba que le gustaba? No, sólo lo admiraba mucho.

— ¿Seungcheol? —la cabeza de una enfermera se asomó por la puerta,— El joven despertó y desea verlo...

Seungcheol miró confundido a Siyeon; ella era la hermana, debía entrar primero.

— N-no —negó soltando del abrazo a la mayor,— Tu deberías entrar, y-yo ni siquiera le caigo bien.

— Cheollie, tranquilo —trató de calmar con una sonrisa,— Después iré yo...

Choi con miedo, se acercó a la puerta cerrada. Tenía miedo de abrirla y ver a Jihoon en ese estado.

De algún modo su corazón no lo soportaría.

Cerró sus ojos y giró la perilla, entrando rápidamente y cerrando la puerta sin mirar.

— ¿Y si m-mejor cantas Pinwheel? Aunque tengas voz de tarro, me tranquilizas ¿T-te la sabes?

Seungcheol abrió sus ojos y observó la minúscula sonrisa que tenía los pálidos labios del menor sobre la camilla, sonrió de vuelta.

— Soy tu fan número uno, obvio que me la sé —se acercó para sentarse cerca del pequeño,— Desde ya pido perdón por mi asquerosa voz, es todo lo que puedo ofrecerte como humilde servidor.

Una deliciosa risa se escuchó en el vacío de la sala, como un bello solo después de unos compases de silencio.

Y Seungcheol estaba dispuesto a silenciar toda una orquesta con tal de escuchar la melodiosa voz de Jihoon.

Entre Ritmos y Melodías | Jicheol ³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora