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Narrador omnisciente

La señora Park llamó a la mamá de Lisa en la mañana. Las clases de piano iban a adelantarse una hora, pues necesitaba llevar a uno de sus hijos a su cita con el dentista.

Lisa estuvo estresada toda la mañana. Su rutina estaba siendo modificada, y odiaba eso. Chasqueó los dedos durante todo el día, no durmió luego de desayunar y no pudo disfrutar de su almuerzo.

Se cambió la ropa tres veces (algo no muy típico en Lisa), hasta que se decidió por unos shorts negros y una camiseta con el logo de The Script. Finalmente, llego el turno de los zapatos. Eligió un par de tenis blancos. Colocarlos era fácil para Lisa, pero atarlos… Podía hacerlo, en verdad podía, pero sus manos no eran muy útiles para atar agujetas y solía tardar al menos cinco minutos con cada zapato. Su psicólogo decía que era causa del Asperger, pero Lisa debía de admitir que podría atarse los zapatos mucho mejor si su madre no lo hiciera por ella todo el tiempo.

Cansada de depender de aquella mujer, Lisa comenzó a atar sus zapatos. El proceso fue lento, pero finalmente logró hacerlo. La chica sonrío cuando notó haberlo logrado. Entonces, dándose cuenta de que aún faltaban varios minutos para que Irene llegara a buscarla, Lisa caminó hacia la ventana, apoyó su mano derecha en ella y miró hacia la habitación de la chica de la ventana.

Aún estaba allí el papel que había visto en la mañana, ese que le deseaba unos buenos días. Lisa sonrío de nuevo al verlo, y por primera vez desde que habían adelantado sus horas de piano dejó de chasquear los dedos.

Desgraciadamente, la chica de la ventana aún no estaba en su habitación.

- Por supuesto que no lo está, idiota. Ella aun debe estar en la escuela - llamarse "idiota" era típico de Lalisa Manoban.

Fue entonces cuando recordó que no podría hablar con la chica de la ventana hasta la noche, por lo cual decidió tomar de nuevo la cinta, una hoja y un marcador.

“Hablamos en la noche, chica de la ventana”

Escribió, y luego con torpeza pegó el papel sobre el vidrio. Pero Lisa no se sentía aún conforme, así que tomó otra hoja y escribió algo más.

“Estaré pensando en ti”

Sonrío al imaginar a la chica reír al leer lo que había escrito. Sin razón, la chica de la ventana ya era importante en la rutina de Lisa…

- Por favor, idiota. Solo has hablado con ella un día. No pudo haberse vuelto importante tan rápido.

De repente su madre entró a su habitación sin golpear, como siempre, interrumpiendo así sus pensamientos. Lisa se alejó lo más posible de la ventana, sabiendo que si su madre descubría sus conversaciones secretas no le permitiría volver a hablar con ella. Su madre era muy controladora con respecto a sus amistades, y las chicas que se conocen a través de ventanas y hojas de papel no estaban en el mejor puesto de la lista “Amigas que quiero para mi hija”.

- ¿Estás lista, Lisa?

- Sí… sí lo estoy.

- ¿Y tus agujetas?

-Y-yo… bueno… yo las até.

Malai solo negó con la cabeza y miró los zapatos de Lisa. Frunció el ceño al verlas, se agachó y comenzó a desatarlas.

- ¿¡Qué haces!? - preguntó alterada.

Había estado más de diez minutos intentando atarlas y ella… ella había destruido todo su esfuerzo en menos de uno.

- Voy a atarlas bien, Lisa. No quiero que te caigas.

Y así era Malai Manoban. Sobreprotectora, controladora y perfeccionista. Malai solo sabía ver las cosas negativas en Lisa. En las mañanas, Malai no veía a su hija sobreviviendo a otra noche. Malai veía una cama que tender. En las tardes, Malai no veía lo mucho que Lisa comía, sino lo poco que dejaba. Cuándo reía, Malai no veía la felicidad de su hija. Malai solo escuchaba un sonido demasiado alto. Y cuando ataba sola sus zapatos, Malai no veía este logro, veía un trabajo mal hecho.

La Chica De La Ventana | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora