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Jennie no pudo resistirse. Al levantarse esa mañana solo había querido abrazar a la chica de ojos claros. Olvidó el dolor que estaba sintiendo a causa de los golpes recibidos el día anterior y el hecho de que conocía a la chica desde hacía tan solo dos días.

Bajó corriendo sabiendo que ya no había nadie en casa, desayunó y con rapidez sacó la vieja escalera de mano que Thomas guardaba en el cobertizo. Procurando que nadie la viera, colocó la escalera bajo la ventana de Lalisa y subió. La ventana estaba abierta, así que le fue sencillo entrar. La chica no estaba allí. De repente, escuchó la voz de un chico gritar: "¡Ojalá te gusten mis panqueuques, Lisa!". Debió ser su hermano. Lisa había mencionado tener dos hermanos mientras hablaba con ella.

"Lisa" . Pensó y un suspiró escapó por sus labios. El solo hecho de pensar en ella la hacía sentir cosquillas en su estómago y unas inmensas ganas de reír.

Mientras esperaba a Lisa, se tomó un tiempo para examinar el ambiente. Paredes blancas y vacías, solo cubiertas por un calendario y un par de fotos de paisajes. Un escritorio bien organizado, una cama excelentemente tendida con sábanas negras, un piso completamente limpio y una mesa de noche con un montón de frascos de medicinas allí. Comparada con su habitación de paredes rosadas y repletas de fotografías, su cama desordenada y su escritorio con libros hasta el techo, el lugar era bastante aburrido. Pero Jennie no se había imaginado la habitación de Lisa de otra forma.

Lentamente, Jennie se acercó al calendario.

"Lunes: Diálisis
Martes: Clases de piano.
Miércoles: Cardiólogo.
Jueves: Diálisis.
Viernes: Psicólogo.
Sábado: Diálisis.
Domingo: Clases de piano (Opcionales)"

- Tienes una vida difícil, Lalisa Manoban - suspiró. El solo hecho de leer el montón de actividades en el calendario de Lisa la había agotado.

Cuando finalmente pudo apartar su vista del calendario, Jennie decidió espiar el armario de Lisa. La ropa, tal y como la habitación, estaba perfectamente organizada. Solo había ropa negra, gris, blanca, azul o marrón. Ni rosa, amarillo o naranja. Solo esos simples colores. Tenía solo tres pares de zapados dentro. Dos pares eran tenis blancos, y los últimos eran zapatos de tacón alto, también negros. Parecían casi nuevos. La chica también tenía montones de sombreros, gorros y beanies, todos de los colores antes mencionados.

Excepto uno.

Era un beanie morado, oculto entre los otros. Lo tomó entre sus manos y lo sacó del armario procurando no desordenar los demás.

Jennie sonrió y lo colocó sobre su mano, examinándolo fijamente. Entonces lo vio. En la parte delantera del beanie se encontraban unas palabras escritas con los diferentes colores del arcoíris. Jennie sonrío al leerlo.

"Soy un unicornio"

"¿Tú también, chica de la ventana?"

Jamás se había sentido mejor. Sus ojos estaban iluminados y una gran sonrisa ocupaba su rostro. Lo cierto era que Jennie ya había intuido que Lisa podía ser lesbiana por lo que le había dicho el día anterior sobre sus pechos, pero ese beanie, morado y distinto a los demás, lo confirmaba. Se preguntó por qué Lisa no se lo habría dicho antes. La respuesta llegó claramente en su cabeza: tenía miedo.

No podía culparla. Ella también había sentido miedo al descubrirlo.

Fue entonces cuándo escuchó unos pasos en la escalera. Asustada y pensando que podría tratarse de la madre de Lisa, Jennie cerró el armario rápidamente y se escondió bajo la cama aun con el beanie morado en la mano. Se sorprendió al encontrar una vieja patineta allí abajo junto con un viejo casco negro. Sonrío. ¿Cuántos secretos escondería la chica de la ventana?

La Chica De La Ventana | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora