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Lisa despertó temprano, como siempre. No recordaba haberse dormido. Tampoco recordaba haberse recostado en su cama... Pero siempre le sucedían cosas de este tipo, así que no se preocupó. Se levantó con mucho cuidado, sabiendo que si hacia un movimiento brusco podría terminar bastante mareada, todo a causa de sus riñones y su corazón. Se restregó los ojos con ambas manos y estiró ambos brazos hasta que estuvo lo suficientemente despierta. Tomó sus medicinas en cuanto las vio. Finalmente, caminó hacia la ventana.

Recordó el día anterior, y lo increíble que se la había pasado mientras hablaba con la chica de la ventana. También recordó haberla esperado sentada en el borde de la ventana, luego de comer... Pero el cansancio la había vencido y...

"¡Tienes que recordar más que eso, idiota!"

Pero no podía hacerlo.

"No puedes hacerlo porque eres una idiota"

Ignorando sus pensamientos, Lisa dirigió su mirada a la ventana de su vecina. Había un papel pegado en el vidrio.

"Un gusto conocerte, Lalisa Manoban. Soy Jennie Kim y probablemente soñaré contigo". Leyó.

Una sonrisa se dibujó en sus labios e hizo escapar un suspiro. ¿Estaba aquella hermosa joven soñando con ella? ¿Había sido un gusto conocerla? Y más importante que todos estos detalles, la chica de la ventana ya tenía nombre.

- Jennie - susurró, no pudiendo creer que era el nombre de la chica lo que sus labios estaban pronunciando. Aquello realmente debía de ser un sueño.

"Si este es un sueño, no despiertes. No lo hagas jamás"

Fue entonces cuando decidió mirar a su vecina. A la chica de la ventana. A Jennie. Si iba a despertar, lo iba a hacer sabiendo que la había visto una última vez.

La chica de ojos marrones aún estaba durmiendo, con un pie fuera de la cama y el dedo gordo de su mano derecha dentro de su boca. Lisa sintió tanta ternura al momento de verla que un ligero "oww" escapó por sus labios.

"¿Aún chupas tu dedo, chica de la ventana? ¿Qué otros secretos tienes?"

Fue entonces cuando su madre entró a la habitación. Lisa se separó lo más que pudo de la ventana y comenzó a fingir que estaba reorganizando su escritorio. Su madre no se extrañaría. Siempre lo hacía.

- No lo reorganices de nuevo, Lalisa. Ya lo hiciste tres veces ayer, antes de las clases con la señorita Park - dijo Malai, frustrada.

- Y antes de mi ataque de pánico - suspiró Lisa.

- No estuvo tan mal, Lisa. En este solo Iloraste. ¿Recuerdas aquel en el centro comercial? ¡Estabas gritando!

- No me lo recuerdes - pidió con los ojos humedecidos.

Claro que recordaba ese ataque. Había sido el primero de sus muchos ataques de pánico. La psicóloga decía que eran provocados por las muchas medicinas de Lisa y sus muchas experiencias traumáticas. No había ninguna medicina que detuviese los ataques sin hacerle daño, así que Lisa solo podía intentar mantener la calma y contar hasta diez.

- Lisa. ¿Lisa? ¡Lalisa!

Asustada, Lisa soltó lo que tenía entre manos y se alejó unos pasos de su escritorio. Se había perdido en sus pensamientos, como siempre.

- Perdón, y-yo.. estaba pensado. ¿Qué decías?

- Te dije que deberías bajar a desayunar.

Lo cierto era que Lisa preferiría desayunar un poco más tarde. Pero no pudo decirle esto a su madre, pues la tomó del brazo y la llevó escaleras abajo.

La Chica De La Ventana | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora