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Omegaville, el mejor lugar con la mejor educación para los futuros omegas de la nación, los destinados a los mejores alfas.

Estupideces, pensó el joven pelirrojo arrugando el volante que hace unos minutos había recibido sin quererlo.

A su lado una mujer le hablaba con alegría a su pequeño hijo en brazos, las palabras que oía le enfermaban completamente y no pudo evitar sentir lástima por el infante. Metió sus manos en sus bolsillos ahogando un bufido, la mujer solo engañaba al pequeño, Omegaville sonaba tan prometedora que le daba náuseas.

Echando un pequeño vistazo al cuello del menor solo pudo confirmar su teoría, era un omega, la marca de nacimiento orgullosamente expuesta lo decía todo. Inconscientemente llevó su mano hacia la zona de su cuello que en esos momentos estaba bien oculta con un polo de cuello de tortuga.

—Cuando crezcas serás un buen omega, corazón, iremos a vivir a la capital, no te preocupes, he ahorrado toda mi vida para eso y una vez te cases con un buen alfa y tengas la vida que te mereces, por fin podré vivir en paz.

Dijo que sentía lástima por el niño ¿verdad? Pues ahora sentía más pena por la señora. Esta vez no bufó con sorna, agachó la cabeza y dejó que su flequillo cubriera sus ojos.

Nadie se merecía tal futuro.

La campana anunció la llegada del tren y con ello su autorización para abordarlo, cogiendo la mochila a sus pies se apresuró a subir y ocupar un asiento en el fondo, lo más lejos posible de la pareja de madre e hijo. Solo quería llegar a su destino lo más pronto posible.

Mirar el reloj digital frente a él no iba a hacer que el tiempo corriera más rápido o el tren acelerara más, por lo que tras fallar intentando dormir, decidió mirar por la ventana. Mala idea.

Nuevamente la publicidad de Omegaville a lo largo del camino bombardeaba su vista distrayendolo de su apreciación del campo verde que poco a poco se asomaba.

No entendía la necesidad de colocar esos anuncios en cada rincón de la ciudad, ya todos sabían que Omegaville era el lugar perfecto para educar a sus hijos e hijas, indirectamente instigaba a los padres en gastar los ahorros de su vida para matricular a sus hijos en el prestigioso y costoso lugar. Contribuir con una cuantiosa suma de dinero inicial era el precio mínimo a comparación de lo que se debía aportar cada semestre para la manutención del omega.

Pocos eran quienes lograban graduarse o llegar al último año, pero era suficiente con haber estudiado un año para que la mano del omega fuera codiciada y muchos pretendientes tocaran a su puerta. Sin embargo, únicamente los que obtenían su título eran elegidos para participar en la ceremonia de emparejamiento donde los mejores alfas del país esperaban poder casarse con tan perfectos omegas.

Una basura.

Eran tratados como mercancía y objetos de intercambio. ¿Dónde quedaba su dignidad?

Y si bien era cierto que el sistema de emparejamiento funcionaba en un 80%, y el otro porcentaje llegaba a una separación sin problemas, todo era porque lavaban sus cerebros por cinco años, tanto de omegas como alfas.

Conocía muchos casos de esos, en los que alfa y omega de escuelas de prestigio se casaban en una bonita ceremonia nacional y después de tres años terminaban firmando el divorcio.

¿Cuál era el fin de todo eso? Le gustaría entender, pero por más que le daba vueltas al asunto no le encontraba respuesta, solo una vieja costumbre que se negaban a soltar a pesar de los años. Tampoco entendía cómo podía haber gente conforme y feliz por ello.

Volvió a mirar su reloj de pulsera y suspiró exasperado, odiaba el transporte público, la mezcla de aromas y los alfas tratando de marcar territorio era tan grotesco que le provocaba dolor de cabeza. Lo sentía todo, miedo, cansancio, nerviosismo, estrés y hasta excitacion que era lo que más le repugnaba. Lamentablemente no había otra manera de llegar a donde quería, siempre procuraba despertar temprano y tomar el tren antes de las horas puntas, pero ese día un accidente de tráfico retrasó al bus que lo llevaba hasta la estación de trenes y apenas pudo coger un asiento al fondo del vagón.

Bad Sad And Mad (soojun/YEONBIN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora