Capítulo 2. Blanco.

5 1 0
                                    

La duda acompañada de la indecisión comenzó a convencerme de que esto no se trataba más que de una desesperada ilusión.

Pero ¿Qué si es una ilusión? ¿Qué más da? Aún soy lo suficiente joven para cometer un par de errores, además de que me estoy adelantando a todo. Ni siquiera tengo por seguro seguir viéndolo y estoy tomando esto con la seriedad de un compromiso.

-Después de tanto tiempo bajo una nube gris, creo que merezco permitir este golpe de color en mi vida.- Debo saber más de él, necesito saber más de él.

Al día siguiente, llegué puntual al café, ya no era extraño encontrarlo, pero sin duda, seguía siendo la parte más agradable del día.

Después de un rato conversar de los temas de costumbre, me preguntó:

-Camille...-Era notable que estaba nervioso.-Realmente me gusta conversar contigo de cualquier cosa, pero debo confesar que me gustaría saber más respecto a ti, quisiera conocerte.-

-¿P-por dónde empezar?- Me sonrojé. No se sentía para nada como un nuevo inicio, más bien parecía que solo debíamos ponernos al tanto.

-¿Qué tal si comenzamos por el almuerzo de esta tarde?- Sonrió tan resplandeciente como siempre. –Conozco un lugar que te podria gustar. Aunque me encanta que este café sea nuestro punto de reunión, creo que deberíamos explorar otros lugares.-

-Estoy de acuerdo con eso, te veré en el almuerzo entonces.-Acepté riendo. Este chico realmente parecía saber lo que estaba haciendo, así que yo solo tendría que dejarme llevar.

Nos retiramos como de costumbre, con el tiempo para llegar con prisa a nuestros trabajos, pero ahora con una motivación que nos haría contar las horas hasta el almuerzo.



Habrían pasado apenas un par de horas, cada uno se encontraba cumpliendo con su labor en su trabajo. Daniel en la oficina de la fiscalía y Camille en su despacho contable.

-Pero qué torpe.-Se reclamaba Daniel a sí mismo.- ¿Cómo se supone que la vería en el almuerzo si no le dije dónde?-

Aquel hombre que estaba orgulloso de haber invitado a salir a la mujer de sus sueños había olvidado precisar la información sobre este encuentro.

-Ni siquiera le pedí su número de teléfono.- Dijo mientras frotaba su frente. Comenzaba a desesperase por su descuido.

Después de este tiempo viéndose en el lugar que ambos frecuentaban supuestamente sin el afán de encontrarse, él había estado buscando la forma de sacar estos encuentros de la casualidad, pero una vez que expresó su intención, la emoción fue tan grande que olvidó por completo que debía acordar con ella algunos detalles.

Por su parte, Camille estaba trabajando más enérgica que de costumbre, solo podía pensar en que lo vería una vez más en el mismo día, en el interés que él había mostrado en ella y que por supuesto, era correspondido. Pero no tardó mucho en recordar.

-Pero.- Cayó de golpe en la realidad. -No acordamos dónde vernos, no sabe en dónde trabajo ni sé dónde es el lugar que mencionó, ni siquiera sé cómo podría localizarlo.- Dijo arrepintiéndose.

Había llegado la hora del almuerzo, ella aún no sabía nada de Daniel, era algo que esperar, no habían acordado practicamente nada.



No sé qué debería hacer, en realidad esto no es culpa de ninguno, pero, probablemente no me dijo más porque no era una invitación formal, más bien fue una invitación al aire, de esas que haces con gente que te agrada pero que en realidad no llevas nunca a cabo.

Aun así, aunque no es el lugar que prefiero para comer, creo que valdría la pena regresar el café para ver si él tendría la misma idea.

Llegué al lugar y no pude evitar alegrarme, él estaba ahí. Su rostro reflejaba una mezcla entre pena y preocupación que generaba una expresión verdaderamente adorable.

-Camille.- Dijo en cuanto me vio. –He cometido un error y pensé que ya no te vería el día de hoy.- Excusó con preocupación.

-No te preocupes Daniel, yo cometí el mismo error y a decir verdad es bastante gracioso.- Le sonreí.

-Tienes razón.- Su expresión cambió al ver que yo estaba riendo. –Pero aquí estamos, al parecer tuvimos la misma idea.- Sonrió.

Él extendió su mano para indicar camino, yo lo seguí con gusto.

MITZTEMOA NOYOLLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora