Capítulo 1

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Dolor.

Sufrimiento.

Lamentos.

Todo a mi alrededor era frío y conforme pasaban los días más se helaba todo. Estaba harto de la misma rutina, de escuchar el pésame de los demás, de este sentimiento de impotencia que no hacía más que crecer en mi interior. Tenía asumido que nada volvería a ser igual, no sin ella, no sin ellos.

Hoy hacía un año de la muerte de mi mejor amiga, pronto haría también un año de la muerte del alfa de mi manada. ¿Cómo iba a superarlo? Todos me decían que tenía que ser fuerte, que tenía que echarle ganas a la vida. Sonaba irónico, nunca conocí a gente con tantas ganas de vivir como aquellos que ya se fueron.

Había conocido a mi mate poco antes de la muerte de Christopher y aunque estuvimos bien durante una temporada después volví a venirme abajo cuando Richard falleció, nos dimos un tiempo a petición mía y eso solo empeoró las cosas. ¿Qué culpa tenía ella? Ninguna.

Celeste siempre había estado ahí para mi, era una loba de otra manada (concretamente de un pueblecito que quedaba a pocos quilómetros de donde yo vivía) y en el tiempo que nos conocimos estuvimos bastante unidos. Sé que ella sabe que somos mates, pero nunca hizo ningún comentario al respecto porque ya era obvio. Tenía todo lo deseado y no ningún cuento cliché. No había tenido que buscarla ni ella a mi, simplemente era algo que sabíamos que estaba pasando, no tuve que hacerle ninguna aclaración ridícula ni nada por el estilo. En parte fue mejor así, no sabía si podría estar de ánimos para algo más.

—Joel, vamos a tener que hablar —la voz de mi hermano me devuelve a la realidad—. A todos nos afectó lo de Richard pero es momento de asumirlo y salir a delante.

—Si, de echarle ganas a la vida, ¿no? —repetí irónico lo que me habían estado diciendo desde la semana pasada—. No me vengas con gilipolleces.

—Bien, ya me ha quedado claro que no quieres echarle ganas, que eso es muy de humanos —bufó en respuesta lo que yo siempre le respondía—. Entonces échale garras.

—¿Qué le eche garras a la vida? —pregunté con diversión, mirándolo con una ceja alzada.

—Eso dije —asintió, mirándome con una sonrisa de superioridad—. Mariano está tomando el mando de la manada, es el único alfa así que es lógico que lo haga, pero Yashua ya no será su beta, todavía le guarda luto a su hermano y ha decidido distanciarse un poco de todo esto.

Había llegado a esa conclusión antes de que él me lo contase, era lo lógico y lo que todo el mundo en esta manada se esperaba que pasase. Las cosas por aquí nunca habían vuelto a ser iguales, Richard y la señorita Moon daban alegría a todos y cada uno de nosotros, éramos unos lobos felices y la luna era consciente de ello ya que le aullábamos noche tras noche. Pero eso se había acabado. Ahora nadie salía a aullar, cuando había luna llena nos quedábamos en casa tomando al menos una caja de tranquilizadores para que no hubiera una transformación no deseada, la alegría era algo inexistente en White Wolf.

—Iré a visitar a Celeste —le informé—, creo que es momento de echarle garras a la vida.

Le guiño un ojo con diversión antes de salir de casa, podría transformarme e ir corriendo por el bosque, pero honestamente me apetecía caminar y despejar la mente mientras lo hacía. La imagen de mi mate se aparecía una y otra vez; su tierna sonrisa, sus ojos oscuros, su cabello teñido de morado, el tatuaje que tenía en su clavícula... Era una mujer con carácter, no estaba seguro de cómo sería nuestro reencuentro. No me esperaba besos, abrazos y palabras bonitas. Pero tampoco me esperaba reclamos. Aunque con ella nunca sabía que esperar.

—Celeste —la llamé cuando la vi salir por la puerta de su casa con los auriculares en las orejas, una canción de Blas Cantó iba sonando. Sabía que me había escuchado a la perfección, pues los lobos teníamos los sentidos más desarrollados que los humanos, entre ellos la audición—, no me ignores, tenemos que hablar.

—Hablar —repitió sin siquiera alzar la mirada—, ¿estás listo para hablar o te volverás a encerrar sin querer saber nada del mundo?

—Si tu actitud sigue siendo esa quizá debería de pensármelo —respondo con recelo.

Alza la mirada y sus ojos dan con los míos durante unos segundos, poco después baja para fijarse en mi rostro y casi sonríe al ver que me he dejado crecer la barba.

—Me gusta —admite algo que yo ya sé—, al igual que me gusta que estes hoy aquí. Pensé que me quedaría sola toda la vida, con lo difícil que es encontrar a tu alma gemela... Para que cuando la encuentres te aleje de ti.

—Sabes por lo que estaba pasando, Celeste —hablo, tomando sus manos con las mías para sentir su cálida piel contra la mía—. Ella era mi mejor amiga y él era el alfa de mi manada, no podía pretender que no había pasado nada.

—No había necesidad de alejarme, yo quería estar ahí contigo en ese momento, las almas gemelas están ahí en lo bueno y en lo malo.

—Necesitaba estar solo, salir de eso solo —recalqué—. No sé si voy a poder superarlo algún día pero... Es el momento de pasar página.

Sonríe, esa sonrisa que me indica que todo está bien, que confía en mi palabra y que no sólo hemos pasado página sino porque ya hemos acabado el primer capítulo.

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