Se fue, como si lo nuestro fuera el pasado, el presente y el futuro jamás hubiera existido.Se fue a medias, de mi vida pero no de
mi cabeza; de mi futuro pero no del pasado, que es lo que uno recuerda siempre. Haciendo que la tristeza sea cada vez más y más grande. Porque en mi cabeza sigo viéndola, sigo escuchando su risa, sigo recordando como se sonrojaba cada vez que decía algo subido de tono, siguen todavía grabadas a fuego las últimas palabras que me decía, sus lamentos, sus sueños, sus ilusiones, su amor... Todo se quedó aquí conmigo, pero ella se fue.La realidad ahora era esta, no había marcha atrás y yo estaba anclado en un lugar al que no pertenecía. Volvieron los miedos. Volvió la oscuridad, las sombras, las pesadillas. No duermo desde hace tiempo porque si cierro los ojos está ahí, pero al despertar ya no, y me atormento una y otra vez con la simple idea de lo que pudo ser y no fue.
Ya no vuelvo a casa por el mismo camino, porque si lo hago escucho sus pasos tras los míos y esos reclamos de que ande más despacio porque sus piernas no son tan largas como las mías y por ende necesita dar pasos más cortos.
Es irónico, no estando aquí, poder verla en todos lados. En la habitación, con el pelo extendido en mi almohada; en la cocina, jugando con los cubiertos como si fuera una niña pequeña; en el baño, cantando en la ducha sus canciones favoritas y pidiéndome que le hiciera los coros; a mi lado, tomándome la mano y asegurándome de que si había un futuro pero no aquí... Allí con ella, dondequiera que estuviera, allí habría de haber un futuro para nosotros dos y todo lo que nos faltaba por vivir.
Bueno, "vivir" por decir de alguna manera.
Caminé sin ánimos por el bosque, la maldita casa que tanto quise encontrar aquella vez estaba allí como si nada, como si nunca se hubiera movido de allí.
Lloré en silencio una vez más. Nadie entiende lo que se siente, intentan hacerlo, pero definitivamente se quedan solo en el intento.
No entienden que mi corazón no va a superar su muerte y siempre estará de luto, que mi amor por ella no está muerto, está mas presente que nunca gracias a todo lo que vivimos en el pasado, que me recuerda día a día que yo no soy tan fuerte como quiero aparentar y que si la echo de menos.
—Joel, que grata sorpresa verte por aquí, se escuchan muchos rumores sobre ti pero por lo que veo sigues vivito y coleando —murmuró la más anciana, mirándome con una sonrisa socarrona en los labios.
—No la salvasteis —espeté—. Ella os necesitaba, ¡yo os necesitaba! Y aquí no había absolutamente nadie que pudiera salvarle la vida... Os la tengo jurada desde entonces.
—Sin embargo, estás aquí —señaló la segunda, sabia como sí sola—. Dicen que las personas vuelven al lugar donde han sido felices, tú no eres como las personas, tú vuelves al lugar donde lo has perdido todo. ¿Qué buscas exactamente?
¿Qué buscaba?
¿Su muerte o la mía?
—Te lo estás pensando, claro, pero es obvio que en el fondo tienes la respuesta —señaló la casa con la mirada—. Entra, Joel, la solución a tus problemas la tenemos nosotras. Puedes morir de la misma manera que lo hizo tu mate, administrándote una mayor dosis morirás más rápido y sin sentir el más mínimo dolor.
Pero yo me merecía sufrir al igual que hizo ella, no es justo que yo me vaya de este mundo sin haber derramado una sola lágrima mientras ella se fue con pesares.
—Podría mataros aquí mismo —siseé, pero no buscaba una venganza, ellas no tenían la culpa.
—Pero no lo harás porque sólo buscas descansar en paz.
—Busco estar con ella —corregí.
La paz me importaba más bien poco, ya había vivido con mucha paz, ahora solo quería desatar el caos.
Entré, siguiéndolas, siendo consciente de donde me metía y para qué. Es como si me estuvieran esperando porque en la pequeña mesa de la sala de estar había un frasco que contenía justo lo que venía buscando. No las escuché, simplemente caminé hasta allí y me bebí todo su contenido.
—Se supone que había que inyectártelo, tiene un sabor amargo...
—¿Más amargo que perder a quien más me importa? No lo creo —repuse, haciendo un gesto para restarle importancia antes de volver a salir de su casa y recostarme contra aquel dichoso árbol, esta vez solo, sin ella entre mis brazos—. Maldición, Celeste... Decías que te encantaba el brillo de mis ojos y debía de ser cierto porque te lo llevaste contigo. Decías que te gustaba mi sonrisa y tampoco te fuiste sin ella. Y decías amarme a mi... ¿Así que por qué me dejaste aquí?
Cerré los ojos, llorando como un imbécil, sin ella, sin vida.
La sensación de malestar era más que obvia conforme pasaban los segundos, pero yo estaba bien, estaba fenomenal porque la sentía cada vez más cerca. De pronto todos esos recuerdos se volvieron reales de nuevo y mis ganas de volver a sentirla entre mis brazos eran cada vez mayores.
Fue el amor de mi vida y sería también el de mi muerte, no tenía la menor duda.
A veces elegimos a las personas, otras tantas nos eligen las personas a nosotros, el destino no está escrito, el destino lo escribimos nosotros con cada palabra, cada gesto, cada mirada...
A la vida no había que echarle ganas.
Había que echarle garras.
||F I N A L||