Capítulo 7

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—Tú debes de ser Joel —habló al llegar a mi, no respondí, no había necesidad de hacerlo cuando no lo decía con duda sino con seguridad—. Joel, si mal no me equivoco ha muerto recientemente el alfa de tu manada, por segunda vez en poco tiempo, mi más sentido pésame.

—Ahórratelo —pedí, desafiándolo como la mirada—. ¿Crees que podemos hablar en un lugar privado? Quizá hay cosas que tu hijo no debe escuchar.

—No le hagas caso, papá, es un imbécil —escupió el recién nombrado.

Como era de esperar, a su padre no le gustó en lo más mínimo el comentario que acababa de hacer y le lanzó una mirada envenenada.

Oh, oh. Mala suerte para el chaval, cabrear a un padre nunca era una buena opción.

—Pídele disculpas inmediatamente.

—No haré eso.

Yo creo que si lo harás...

—¿Acabas de negarte a una orden del alfa?

—Papá, no puedes humillarme de esta manera —gimoteó frustrado.

—¿Humillarte? Te humillas solo, hijo, sabes de sobra que no puedes faltarle el respeto a ningún alfa y tampoco desobedecer las órdenes del de tu manada, así que si no quieres seguir con las humillaciones te recomiendo que empieces a disculparte.

Lo mira incrédulo. Celeste a mi lado parecía divertida con la situación, están dejando en su lugar a un hombre que se lo merecía, y a ella eso de ser justos siempre le gustaba demasiado.

Uno tiene lo que se merece, decía.

—Lo siento, Joel —me dice, pero claramente no de manera sincera.

—Está bien, no me importa que pienses que soy imbécil porque lo más seguro es que si lo sea. Lo que me importa es otra cosa —miro al alfa con decisión—. Esta manada está implicada en la muerte de Mariano, como de seguro ya has de sospechar, y no me hagas decir en voz alta quien creo yo culpable de su asesinato porque ya ha tenido suficiente humillación.

—¿Por qué razón habría de hacerlo? —inquiere, impidiéndole a su hijo decir palabra alguna.

—Porque tiene una obsesión poco sana con mi mate, incluso amenazó con marcarla solo para hacerla sufrir una vida a su lado. Ambos sabemos cuáles son los códigos de los lobos, te puedo permitir que los jodas todos y cada uno de ellos, pero como le toque un solo pelo a mi loba entonces vamos a tener problemas de los grandes, una guerra entre ambas manadas se quedará corta.

Aprieta los labios, repasando mis palabras en su mente, después se gira hacia su hijo y lo observa en silencio. Lo sabía, claro que lo sabía.

—Celeste formaba parte de esta manada hasta hace poco —sigo hablando—, pero como es de esperar vino a la mía porque se pueden cambiar muchas cosas, pero el destino no se cambia ni aunque se quiera, eso cualquiera lo sabe.

—¿Es eso cierto? —cuestionó con dureza—. ¿Estás acosando a la mate de otro Lobo?

—La palabra acosar es muy fuerte...

—¡Eres una deshonra! —gruñe con fuerza—. ¿Dónde están los valores que desde pequeño te he enseñado, eh? A los lobos hay que respetarlos, nuestra naturaleza también. Sabes cómo funciona esto, solo tenemos una alma gemela, ¿qué ganas tú amargándole la vida a dos lobos que están unidos por un vínculo de la luna? ¡Nada! ¡No ganas nada! Esto dice mucho de ti, te crees demasiado por ser lobo y no llegas ni a cachorro.

—Se cree demasiado por ser el hijo del líder —habló Celeste—, siempre fue así. Su autoridad se reducía a "mi padre es el alfa" —forzó una sonrisa—. No voy a empezar a enumerar todo lo que consiguió con solo eso.

El alfa estaba decepcionado, no podía creerse que su hijo llegara a tales extremos solo por ser él quien era. ¿Pero que se podía pedir de un chico frustrado por no poder ser lo mismo que su padre? Yo no me esperaba tampoco mucho más, era obvio que su personalidad iba ligada a esto.

—¿Has manchado el nombre de esta manada con sangre del alfa de White Wolf? —interrogó, claramente enfadado.

—Papá...

—¡Responde, maldita sea!

—Yo no quería matarlo —respondió en un hilo de voz—. Mi intención solo era asustarlo, quería a Celeste de nuevo en la manada y le pedí que la echara fuera de la suya, pero el hijo de puta era muy fiel a su gente, me dijo tantas veces que no lo haría, que eso no estaba en sus manos, que la única decisión la tenía ella, que no iba a conseguir nada con eso... Y me harté, pero no lo hice para matarlo, solo... Solo se me fue de las manos.

—Has matado a un alfa —su padre se llevó una mano al pecho, mis oídos se afinaron para escuchar el latir de este. No pintaba bien—. Nos llevarás a una guerra. ¡Fuera! ¡Largo de mi manada!

—¡Soy tu hijo!

—¿Pensaste en eso cuando matabas a otro alfa? No, claro que no, solo pensabas en tus caprichitos de niño mimado... Pero se acabó, estás desterrado por traidor.

Retrocedió unos pasos, todavía con la mano en el pecho, y yo me apresuré en correr hacia él para sujetar su cuerpo y que no se cayera al suelo.

—Le está dando un infarto, le está dando un puto infarto —repetí—. ¡Ayuda, joder! ¡Un puto médico!

A mi también se me había ido de las manos. Yo no quería matar tampoco a nadie.

Por favor, que no se muera.

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