Hacía frío.Para que un lobo dijese que hacía frío ya podía estar pasando algo duro de cojones. Mis ojos se sentían pesados y era incapaz de abrirlos. Me sentía tan... humano.
—¡Venga! No puede ser que tengas el sueño tan pesado —rugió aquel imbécil que no quería escuchar, lo siguiente que sentí fue agua recorriendo mi cuerpo. Gruñí involuntariamente—. Eso es, lobito, despiértate de una puñetera vez que los tranquilizantes han hecho mas efecto del esperado. Las brujas tenían razón en que serían suficientes, nuestro plan era envenenarte y bueno...
Que tuvieran que acudir a las puñeteras brujas ya me decía mucho del tipo de personas que eran. Los lobos y las brujas habíamos dejado de llevarnos bien hacía miles de años, desde entonces manteníamos distancia y cuando íbamos a pedirle favores los pagábamos muy pero que muy caros. No quería saber cuál había sido su precio.
Abrí los ojos, sintiéndome mareado. Mis sentidos estaban fallando por completo, no sentía mi oído tan desarrollado ni mi nariz podía captar olores como siempre. ¿Eso era efecto de lo que me habían inyectado?
Maldición.
Fuera lo que fuera eso no creo que tuviera tanto efecto, era casi imposible que eso llegara a pasar.
Abrí los ojos porque no me quedaba más opción, porque de haber podido decidir seguiría con ellos cerrados, eso seguro.
—¿Dónde está Celeste? —pregunté, mi prioridad iba a ser ella en todo momento, sin importar cómo estuviera yo.
—A salvo, descuida, solo fue un método de distracción para atraparte a ti —admitió, mirándome con burla—. Está en otra habitación, la que compartiremos esta noche ella y yo, quizá nos escuches aullar.
Gruño y tiro de las cadenas que me envuelven las muñecas con furia. ¿Quién coño se creía este idiota?
—Ponle un dedo encima y te arranco la piel con los dientes —espeté más rabioso que nunca.
Iba a cumplirlo, no había duda, yo podía ser muy bueno pero también muy malo cuando me tocaban la fibra. Y Celeste era mi maldita vida al completo, no importa si no tenía una marca que la uniera a mi, teníamos tanto para marcarnos, había que aprovechar la fugacidad de los momentos y no desperdiciar el tiempo porque este nunca regresaba. Teníamos que conocernos, teníamos que querernos también nosotros y no solo nuestros lobos.
—Pensé que en tu manada eran más de garras —dice, paseándose por la habitación solo para pavonearse de que él estaba libre y yo atado—. Ya sabes, Richard mató a un humano rasgándole el cuello con estas.
—¡No tienes derecho a mencionar a Richard!
Estaba jugando con todo lo que me dolía.
Primero mi mate.
Después Richard.
¿Qué sería lo siguiente?
—Yo tengo el mismo derecho que tú, solo estoy mencionando detalles que todo el mundo sabe. Fue un enorme incumplimiento de las reglas y nadie le dijo absolutamente nada, ¿que tenía ese hombre para ser respetado por todo el mundo?
La pregunta es retórica, desde luego, pero mis ganas de contestarle que lo tenía absolutamente todo son cada vez más grandes. La pregunta sería otra, ¿qué no tenía Richard? Era un buen líder, un buen hombre, un buen lobo... El mejor, sin duda alguna.
—Ese humano acababa de matar a su mate —lo defendí, porque era cierto y cualquiera lo habría hecho en su lugar, yo mismo me habría lanzado.
—Oh, hablas de la mate que era humana y otro de los lobos, casualmente el que fue el siguiente alfa, la convirtió... ¡Cuando no podemos convertir a humanos así por así!
—¡Bueno, mierda! ¿Y que quieres que le haga yo? Ella nunca fue un problema, todo lo contrario...
—Los alfas de esa manada están destinados a cometer errores por lo que veo, el tuyo ya fue aceptar el puesto porque me temo que no llegarás a ejercerlo en ningún momento —sonrió socarrón—. Podría hacerlo yo en tu lugar, ¿qué opinas?
—No te aceptarán —gruñí.
—Deja de gruñir, no te sale —indicó—. Lo que te hemos inyectado anula tu parte sobrenatural. No intentes transformarte o hacer uso de alguna de tus habilidades porque estarás sin ellas durante un tiempo indefinido.
Mierda.
Ahora entiendo lo del frío.
Ahora entiendo porque me sentía tan humano. Básicamente sin mis sentidos desarrollados era uno, uno normal y corriente, completamente patético por estar allí atado y no poder hacer nada para liberarme cuando mi mate corría peligro.
—¿Qué diablos quieres?
—Somos animales, buscamos venganza —se encogió de hombros—. Ahora que estás despierto es cuando empieza la diversión.
Dio dos golpes en la puerta y entraron otros dos de su manada. Venga, lo que me faltaba.
—Y como eres tan débil como para poder conmigo necesitas anular mi naturaleza y traer a tus amigos, cobarde —espeté, sabiendo que con eso su rabia solo aumentaría, pero me importaba más bien poco.
Lo miré a los ojos de manera desafiante, yo no iba a doblegarme por nadie.
Volví a sentir agua, un montón, no sé si su intención era ahogarme o qué, pero lo que sí hice fue cerrar los ojos antes de quedarme sin ellos. No tenía tiempo para respirar, si lo hacía llevaba agua a mis pulmones y no era la mejor idea que se me pudiera ocurrir.
Acto seguido empezaron a pincharme la piel con sabe Dios que cosas, tampoco le presté demasiada atención porque parecían inventos de humanos.
—Si hacíamos una tortura de lobos te matábamos, recuerda que ahora eres mucho más vulnerable.
Que considerado.
Estuve a punto de darle las gracias y todo, pero fue entonces cuando una descarga eléctrica me tensó el cuerpo. Se me entrecortó la respiración y lo miré chispeando, ¿de que cojones iba?
—Subidle, no es suficiente —señaló—. Y lo dejamos un rato así, a ver cuánto puede resistir.
Un gutural sonido se me escapó cuando triplicaron el efecto, estaba sufriendo, pero no era nada comparado con el pensamiento de saber que tenían a Celeste y que yo no estaba haciendo nada para evitarlo.
Volví a cerrar los ojos tratando de canalizar mi energía y cuando los abrí volvía a estar solo en una habitación fría que tenía una puerta y dos cuadros, nada de ventanas, la iluminación venía del foco de arriba.
Miré a ambos lados con desespero.
Me removí.
Tiré de las cadenas logrando hacerme más daño.
Y entonces, afinando la vista, quise creer que aquello no eran realmente cuadros.