- En el auto de Toni, nos iremos a pasear – cantaba Emily mientras iban al hospital.
La chica les explicó vagamente la situación con su novio y en qué terminó su historia. Y... ¿Cómo se llamaba el fiambre?
- Soy de aquí. Vivo en el faro. ¿Sabes dónde está el faro? Es un sitio muy bonito – ella le dijo a Allegra.
- Nunca he ido pero quizás nos puedes mostrar los lugares más interesantes de esta ciudad – sugirió Allegra pensando en sitios donde vender pirulas.
- ¿Hablas de lugares como el Vanilla y... pues eso? – le preguntó Emily.
- No, pero también es bueno saberlo – añadió Allegra riéndose porque ya había escuchado de ese lugar.
- Guarra – le dijo Toni en voz baja y sacó una risa de todos.
Emily también les comentó que no tenía un trabajo y para ponerla un poco a prueba, le propusieron que intentara vender al menos una pirula a un grupo de personas que se encontraron. Ella era entusiasta y sabía cómo hablar con la gente, no obstante, los hombres con quienes se toparon eran escépticos y agresivos. Allegra sabía que debían retirarse de ahí, pero al oír sus palabras y verlos mearse frente al coche, su paciencia se agotó y corrió a la tienda de armas. Al entrar, vio que Carlo ya se encontraba allí y estaba viendo las navajas.
- ¿También vienes por un pincho? – le preguntó al notar su presencia.
- Le he guardado un lugar especial en mi bolsillo desde que llegué a la ciudad – le respondió ella.
- Igual y los estrenamos hoy – le dijo guiñándole el ojo mientras salía de la tienda. Aquel gesto la hizo quedarse quieta algunos segundos, pero pronto ignoró esta reacción, compró su navaja y salió de ahí.
A pesar de que ella estaba emocionada de poder usar su nueva adquisición, en ese lugar había mucha gente y era más prudente que partieran de ese lugar. Sin embargo, ellos aún querían algo de adrenalina, así que Toni recordó al fotógrafo y se le ocurrió quedar con él para encargarse de las fotos que les tomó antes. Tras comprar una máscara, los cuatro fueron a la presa. Ese era el lugar perfecto para citarlo y luego emboscarlo. Cada uno de ellos tenía una misión: Emily le quitaría la cámara y lo entretendría, Carlo lo apuñalaría cuando él soltara la cámara, Allegra cubriría a Carlo en caso de una eventualidad y Toni estaría preparado para subir en el coche y sacarlos de ahí.
Los cuatro tomaron su posición y luego de poco tiempo llegó Joe al lugar. Emily lo distrajo y se escabulleron fácilmente detrás de él. Aunque era una presa fácil. Allegra no pudo negar la satisfacción que sintió cuando Carlo hundió su cuchillo en la espalda del hombre. Con ello sería suficiente. Pronto Toni estaba corriendo al coche y encendiéndolo, y los demás lo siguieron para huir rápidamente de ahí.
◆
Los cuatro continuaron vagando por la ciudad. Lograron venderle otra pirula a un hombre llamado Mariano, pero la venta no fue del todo exitosa. El sujeto dijo que lo estaban estafando. Al parecer, quería comprar drogas que le hicieran salir el alma del cuerpo, o esa era la única explicación que podía haber luego de que les dijera que no sintió nada con la pirula. Por perro se la hicieron meter por el ano.
Siguieron hasta llegar al Pachá. Allí no solo estaba Joe, sino todo un grupo de personas que buscaban fiesta. Para su suerte, la voz de Emily les llamó la atención.
- ¿Pero qué te has tomado tú? ¿A qué huele? Dame de eso – le insistía un hombre de cabello rojo que tenía un acento particular.
- No es de esas cosas malas que te imaginas. Ella simplemente sabe cómo conseguir productos de valor. Cosas que te hagan más fuerte – intervino Allegra.
- ¿Podéis contarnos un poco más sobre esa cosita? – preguntó un rubio.
- Bueno, pues tal vez les va mejor si lo prueban – ofreció ella al grupo.
- 500 pavos por un Riquelme – añadió Carlo.
El hombre de acento extranjero le pagó a Toni y este le dio una pastilla que prontamente ingirió. Su experiencia no pareció ser muy placentera, porque comenzó a gritar y se cayó golpeando su cabeza. Al ver la sangre en el piso, sus amigos se alteraron y los cuatro tuvieron que huir de allí. Pero, ¿Cuánta culpa podían asumir en tal situación? El hombre fue el que decidió comprar droga. Si le llegaba a pasar algo, lo único que lamentaría Allegra es que tendrían un cliente menos en la ciudad.
Para aligerar el ambiente, Toni propuso que se fueran a hacer tatuajes. Allegra ya tenía algunos desde antes de llegar a la ciudad. En el bíceps izquierdo tenía tatuada una mujer con los ojos vendados y los labios rojos. En el hombro derecho, tenía un coche. En el antebrazo derecho, una mujer sosteniendo una flor. El último tatuaje estaba en un lugar más escondido y tenía algo más de humor. En esa ocasión, Allegra decidió que se tatuaría la pierna. Era una simple escena en Venecia, donde se podía distinguir una basílica, y algunas góndolas en los canales. Carlo, Toni y Emily también se tatuaron. Toni acompañó a Emily mientras se hacía los suyos. Por su parte, Carlo le enseñó a Allegra su nuevo tatuaje de puñal.
- Te ha quedado muy bien. ¿Te lo has hecho porque te gustó apuñalar a Joe? – le preguntó un poco divertida por la idea.
- Puede ser, pero también porque seguro daré más pinchazos. A ver, muéstrame el tuyo – Carlo observó el tatuaje de la pierna y le preguntó – ¿Con este cuantos llevas?
- Pues no tantos como tu hermano. Sería mi quinto tatuaje.
- ¿Quinto? Yo solo te he visto tres, con este cuatro ¿Tienes algún tatuaje secreto? – preguntó mientras una pequeña sonrisa pícara apareció ante esta perspectiva.
- No es un tatuaje secreto, simplemente no es tan visible como los otros.
- Voy a averiguar cuál es el tatuaje y también en donde está – añadió mientras sonreía desafiantemente. Antes de que ella pudiera replicar, él se dirigió al coche con la expresión de alguien que acababa de ganar.
Más tarde en el día decidieron volver a la tienda. Quizás era por el hecho de que era la primera amiga que hacían en la ciudad, o por el hecho de que necesitaban más gente, pero contrataron a Emily como dependiente del KeRule. Era agradable empezar a sentir que podían contar con alguien más en la ciudad. Ella estaba haciendo un buen trabajo atendiendo a los clientes mientras que Toni la ayudaba. Por su parte, Carlo y Allegra tuvieron que encargarse de Mariano, quien al verlos les reclamó por las pirulas que le dieron antes y exigió ser parte del negocio. Naturalmente, no escucharon nada de lo que decía, sino que lo amenazaron hasta que se fue.
A pesar del largo día que tuvieron, al llegar a casa, Allegra se fue a dormir tranquila ya que parecía que el negocio empezaba a despegar.
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Los tatuajes de Allegra:
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Sotto il sole di Marbella.
General FictionAllegra Castellano podía imaginar el tipo de vida que le esperaba en Marbella cuando le propusieron que acompañara a Toni y Carlo Gambino en la construcción de su propio imperio, pero nada la podía preparar para lo que vivirían en aquella ciudad esp...