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Luego de abandonar aquella comisaría prácticamente sin tener que sufrir ninguna consecuencia, Raúl Salinas le dijo a sus tres clientes más recientes que se cambiaran la ropa para pasar desapercibidos y en cierto sentido lo hicieron, ya que sus atuendos llamativos se mezclaban con los de otros locos de la ciudad. Toni llevaba un atuendo principalmente amarillo, Carlo una barba falsa poco creíble y Allegra iba casi por completo en estampado de leopardo. No podía evitarlo.

- ¿Es demasiado? – le preguntó a Carlo mientras se miraba en el espejo.

- No, vas perf-, vas bien – le respondió él a su vez y pronto salieron de la tienda.

Al parecer Toni tenía la idea de proponerle a Salinas que cortara vínculos con uno de sus clientes para probar su lealtad. En realidad era obvio que el hombre les iba a ser fiel, pues ellos tendrían mucho dinero y eso era lo único que el abogado quería, pero no sobraba molestarlo un poco y probar sus límites. Cuando estuvieron en un lugar más privado le propusieron la idea y Salinas mencionó a un tal Jordan, a quien además llamó para que se encontrara con ellos. Aunque Allegra no esperaba mucho, el tal Jordan logró decepcionarla. Era corriente y no creía que su pérdida afectara mucho al abogado. Su situación solo se puso algo interesante cuando Salinas mencionó que el sujeto le debía dinero.

- Tu no me pagaste así que nunca fui tu abogado – le remarcó Salinas pero como la situación no estaba escalando y los tres italianos empezaban a aburrirse, decidieron alborotar un poco las cosas.

- O le pagas, Jordan, o no sales de este parking – lo amenazó Toni en un tono serio.

- O le pagas o te vas para el maletero – añadió Carlo.

- O le pagas o te presento mi navaja – acabó Allegra.

A pesar de las amenazas, Jordan continuó creando excusas y fingiendo ser alguien mucho más importante de quien en realidad era. Mientras que le seguían exigiendo el dinero, Allegra se colocó detrás de él y le sacó la cartera. Comprobó que tenía alrededor de dos mil euros y que simplemente no quería pagar. Ella les informó a los demás sobre el dinero y le robó algunas fichas del casino. Como querían continuar divirtiéndose con aquél hombre, Toni sacó un palo de golf y lo giró en su dirección. Con el objeto le dio algunos golpes, aunque no eran demasiado fuertes. El mayor de los Gambino siempre fue el más razonable de los tres aunque también tenía su límite.

Planeaban darle algunos golpes, dejarlo adolorido e irse, no obstante, Jordan no se rendía. Cuando se iban a ir, se acercó a ellos con su propio palo de golf e iba a golpearlos. Por suerte ellos ya habían entrado al coche del abogado y se dirigían fuera de allí. Jordan lanzó un golpe a la ventanilla trasera y la rompió. Como Carlo y Allegra iban en la parte de atrás, les cayeron algunos fragmentos de vidrio y pronto la paciencia de Allegra se vio colmada. Salinas encendió el coche e iba a sacarlos de ahí, pero antes de que fueran muy lejos, Allegra tiró sus manos hacía el manubrio y lo giró en dirección de Jordan, logrando darle un golpe y tirarlo al suelo. Al menos una lesión se llevaría. Por perro.

- ¡Sácanos de aquí! – le gritó Toni al abogado mientras este aceleraba en dirección a la playa.

- ¡¿Pero por qué lo golpeaste con el coche?! – le preguntó Salinas a Allegra alterado y conduciendo con manos temblorosas.

- ¡Fue en defensa propia! Iba a finiquitar mi vida – le respondió ella.

- ¿Qué? – le gritó Salinas confundido.

Le habría respondido algo más si no fuera por el hecho de que el abogado iba tan nervioso que condujo hacia un monto de arena que pronto hizo que el coche volara por el aire con ellos aún dentro. El incidente fue tan aparatoso como se esperaba. Ninguno llevaba el cinturón y se golpearon repetidamente con todo. Sin embargo, lo que siguió al descenso tampoco fue muy fácil, pues Salinas perdió el control del coche e hizo que se chocaran. Allegra no dijo nada pero su cabeza ya la estaba matando. Como si la situación no pudiera ser peor, Jordan los alcanzó con su coche e iba a golpearlos. La primera reacción de Allegra fue bajar y tirarle un puño, pero el accidente la había afectado un poco y el puño que lanzó solo golpeó al aire. No tuvo que preocuparse mucho, porque cuando iba a volver a golpear, Toni ya le estaba pegando repetidamente con un palo de golf. Finalmente había alcanzado su límite.

Ahí debía terminar todo, ¿no? Evidentemente su suerte no era tan grande y el sonido de las sirenas no tardó en propagarse. En el pánico del momento, cada uno corrió en dirección opuesta. Allegra corrió hasta llegar a un edificio de apartamentos y subió por los balcones hasta hallar uno lo suficientemente oculto. Allí se acostó completamente inmóvil mientras que algunos oficiales caminaban por debajo buscándola. Estuvo allí un buen rato completamente quieta hasta que el sonido de un pequeño golpe la hizo sobresaltar. Cuando buscó la procedencia de aquel golpe se dio cuenta que provenía de la puerta del balcón en el cual se escondía. Ahí había un pequeño niño que la miraba con curiosidad. Ella levantó su mano lentamente y se puso el dedo índice en los labios mientras sonreía para pedirle que no dijera nada. Un tirón de suerte como el que habían tenido en comisaría pareció alcanzarla otra vez y el niño solo le sonrió de vuelta y se alejó de las puertas del balcón.

Su corazón palpitaba fuertemente contra su pecho. El sonido se sentía tan fuerte que hacía zumbar sus oídos. Esta sensación solo se detuvo cuando sintió su móvil vibrar en su pantalón. Era Carlo pidiéndole su ubicación para ir a buscarla. No se hizo esperar mucho y pronto llegó con su hermano y la sacó de allí. No mucho después los tres se encontraron con Salinas.

Era probable que tras haber vivido una experiencia así algunas personas estuvieran un poco fuera de sí, pero no era el caso del abogado, quien les empezó a cobrar dos mil pavos sin ningún tipo de aprehensión en su voz. Le ofrecieron pagarle con pirulas y sus ojos solo se iluminaron más y pidió más de las que eran justas.

- Cinco pirulas – exigió Salinas.

- Cuatro – refutó Toni.

- Cuatro y un toque de mota.

- Cuatro y unos preservativos – Allegra no pudo evitar soltar una carcajada ante la propuesta de Toni. Preservativos. Como si fueran muy necesarios para ese señor que iba en el asiento trasero con las gafas torcidas por el choque de antes.

- Esa risa fue innecesaria – le dijo mirándola de reojo – Aunque la verdad no tengo sexo hace mucho tiempo. Pero bueno, acepto esa última oferta.

Tendrían que buscar las pirulas en el maletero, pero por el momento Toni le pasó los preservativos. Allegra estaba mirando por la ventana cuando sintió un ligero toque en su hombro. Al girar vio que era Salinas extendiéndole lo que le acababan de dar.

- Tómalos. ¿A quién quiero engañar?

Por primera vez le tuvo algo de empatía y contuvo su risa mientras tomaba el paquete en sus manos.

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Sotto il sole di Marbella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora