- ¿Cómo nos ponemos? ¿Tiene que ser algo en plan chulo o elegante? – preguntó Toni mientras entraban a la tienda de ropa. Por el momento estaban alistándose para la supuesta fiesta que habría en el yate y, ya que no sabían nada de esta, Toni y Carlo acabaron vistiéndose de gatitas, o al menos así llamaba Toni al atuendo. Allegra, por su parte, estaba aún más confundida sobre lo que debía usar, pues no tenía la menor idea sobre cuál era su rol en el plan.
- Ya estamos. Ahora tú. Estaba pensando que deberías quedarte en el bote que rentemos porque cuando consigamos las cajas, tendremos que salir de allí cagando hostias y necesitamos a alguien que arranque rapidísimo – le sugirió Toni.
- Perfetto. Yo estaré allí – le respondió ella.
- Si te quedarás en el bote, creo que podemos elegirte un traje acorde – le dijo Carlo. El traje en cuestión era un pantalón negro con una camisa blanca de mangas cortas que tenía parches en los hombros. En realidad se veía como un disfraz de capitán de un bote. ¿Dónde lo había encontrado?
- ¿Todo esto para llevaros en un bote pequeñísimo? ¿Y no parece que voy a una fiesta de Halloween? – le preguntó a Carlo.
- Pues yo te daría dulces – intervino Toni aguantando su risa. Iba a ser un día largo.
Los hermanos rentaron un barco pequeño para llegar hasta el yate; el más pequeño de todos. Allegra se sentía algo ridícula con el disfraz, pero al menos pudo ocultar su navaja en su bolsillo posterior izquierdo. El camino hasta el yate no era muy largo, pero al llegar a este observaron que no había seguridad. De hecho, dos hombres los recibieron sospechosamente fácil, y Toni y Carlo aprovecharon la oportunidad para adentrarse en el lugar mientras que ella se quedaba atrás. Desde lejos podía ver que ascendieron por unas escaleras hasta llegar a una terraza donde bailaban algunas personas.
Durante una hora todo estuvo muy calmado. Ella simplemente se sentó y esperó a alguna señal que le indicara que debía arrancar el motor. La señal se dio cuando de repente empezó a escuchar gritos, pasos corriendo y, al parecer, gente que se tiraba por la borda. Las personas del bote gritaban algo acerca de atrapar a algunos ladrones. Allegra rápidamente encendió el motor y estaba a punto de ir a buscarlos, si no fuera por el hecho de que un sujeto corrió hacia donde ella se encontraba, gritando que ella estaba con los ladrones y que debían detenerla también.
Allegra arrancó con prontitud, pero no sin que el hombre saltara al agua persiguiéndola y luego alcanzara a subir al bote tras haber nadado un poco. Ella buscaba dirigirse hacia la parte de atrás del yate, debido a que parecía que allí fue donde saltaron los Gambino, no obstante, aquel hombre dificultaba su tarea. No tuvo tiempo de idear alguna solución porque de repente el sujeto envió un puño en su dirección antes de que ella pudiera reaccionar y alcanzó a golpear su nariz. Aunque sintió un gran dolor y quedó algo aturdida, cuando el hombre iba a lanzar otro golpe, ella reaccionó y se apartó. Era evidente que el sujeto estaba angustioso y se movía de manera torpe en su afán. Ella decidió aprovechar esto y concentró su atención en esquivarlo. Al ver que sus puños no acertaban, comenzó a patear. Pronto se le empezó a ver exhausto y Allegra aprovechó el momento para sacar su navaja del bolsillo y apuñalarlo con su mano izquierda.
Su cuchillo se enterró en la parte inferior derecha del abdomen del sujeto, lo cual no era nada mortal. Allegra lo empujó al agua, sabiendo que tendría que volver al yate y cuidar de su herida. Desde lejos podía ver a algunas personas en el agua y mucha conmoción, así que dirigió el bote hacia ese lugar buscando con cuidado a los hermanos. Por su nariz caía sangre que tenía que limpiar con frecuencia pero ignoró el dolor al ver que los perseguían. Finalmente alcanzó a distinguir el cabello de Toni y se acercó a él. El rubio pareció muy aliviado de verla y subió al bote, pero no sin que una mujer con sombrero de vaquero subiera detrás de él.
- ¡Sácala! – le dijo Allegra y con una patada él la bajó del barco – ¡¿Dónde está tu hermano?! – preguntó ella muy preocupada.
- No sé. Da la vuelta y lo buscamos. ¿Y por qué coño te ves como Carrie? – Por la adrenalina había olvidado que su nariz seguía sangrando y el líquido ya estaba llegando a su cuello.
- Solo un toquecito en la nariz – le ofreció ella como excusa. Sin perder más tiempo, la italiana giró el barco y aceleró. Les era muy difícil distinguir quién estaba en el agua pero afortunadamente Carlo les gritó cuando los vio pasar a su lado. Toni ayudó a subir a su hermano al bote.
- Acelera! Tú ve hacia el muelle que ahí está el coche de Buba – le dijo Toni.
- ¿Cómo estás Carlo? – le preguntó ella mientras avanzaba velozmente.
- Estoy bi- ¡¿Pero qué te ha pasado?! ¡¿Quién te ha roto la cara?! ¡¿Tienes la nariz rota?! Hay que ir al hospital – divagaba Carlo sin parar y claramente aún apresurado por la adrenalina.
- Estoy bien, caro. Si no me partí la nariz esa vez que me hiciste golpear cuando éramos niños, ahora menos – intentó tranquilizarlo mientras aparcaba el bote en la orilla de la playa.
- Que yo apenas tenía 10 años. No pensé que eso pasaría – gritó al mismo tiempo que los tres corrían hacia el coche.
- ¿Qué creíste que pasaría cuando extendiste la pierna para hacerme tropezar en el pavimento?
- Pues solo que haría reír a mi hermano.
- Y lo hizo – añadió Toni.
Una vez llegaron al coche, Toni lo puenteó y partieron de allí lo más pronto posible. Mientras se alejaban, un hombre de tez oscura se les acercó corriendo. Ese tenía que ser Buba. En vista de que el hombre estaba muy alterado y les estaba amenazando, Toni lo atropelló. Al bajarse se dieron cuenta de que ya no tenía pulso y, en medio del pánico, lo metieron al maletero. Como no sabían qué más hacer, decidieron tirarlo al agua mientras seguía dentro del coche. Su padre sin duda lo habría descuartizado pero Allegra no estaba segura de estar lista para ese tipo de cosas. Al menos no sin la ayuda de algún experto.
Los tres volvieron a la ciudad en un coche robado y se encontraron con el chino. Este los llevó a un edificio que pasaba muy inadvertido. Dentro de este, había un almacén en el que un hombre les revisó las cajas que habían robado y les entregó de vuelta algunas pirulas. Para celebrar, los tres hombres decidieron ingerir una pirula. Allegra cogió y estaba a punto de ponerla en su boca cuando, de repente, una mano la detuvo.
- No te tomes eso que tenemos que ir al hospital a que te revisen – le dijo Carlo mientras sostenía su muñeca con delicadeza.
- ¿A que me revisen qué? Esto ya paró de sangrar – le respondió mientras ponía su palma en la nariz y les mostraba que no estaba impregnada de sangre.
- No importa. Estás malita. Vamos a asegurarnos de todas formas y si te toman pruebas no pueden salir drogas en tu organismo – Allegra puso los ojos en blanco pero apreció su preocupación. Los cuatro fueron al hospital y Toni y el chino se alejaron para curar sus propias heridas. Allegra, por su parte, entró a una pequeña sala donde un doctor la iba a revisar.
- Si te da miedo te puedo sostener la mano – le dijo Carlo en parte burlándose de ella.
- Creo que puedo aguantarlo – le respondió con sarcasmo. El doctor prontamente llegó y le preguntó qué le había pasado.
- Mi amigo me tropezó con su pie y me hizo golpear la cara con el pavimento – le dijo ella al doctor provocando que Carlo la mirara mal. Tras revisar su herida, el doctor le confirmó que su nariz no se había roto pero que en los próximos días tenía que andar con cuidado.
Finalmente salieron del hospital y se dirigieron a casa para descansar, pero no sin que Allegra antes le hiciera un comentario a Carlo.
- Ves, no era nada importante. En especial teniendo en cuenta que hoy matamos a alguien.
- Sí, pero era alguien llamado Buba. Ahí no se perdió mucho.
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Sotto il sole di Marbella.
General FictionAllegra Castellano podía imaginar el tipo de vida que le esperaba en Marbella cuando le propusieron que acompañara a Toni y Carlo Gambino en la construcción de su propio imperio, pero nada la podía preparar para lo que vivirían en aquella ciudad esp...