Si fuera por Allegra, ella le habría dado la pirula a Salinas apenas sacaron el coche del parking, pero Toni creyó que era más prudente alejarse un poco. Su emoción aumentó al escuchar que al abogado le gustaba mucho consumir sustancias psicoactivas, ya que en verdad quería saber qué efecto le haría el producto. No tuvo que esperar mucho porque apenas Carlo le pasó una pastilla, el abogado les dijo que pegaba al instante. Rápidamente, el hombre empezó a correr y se tiró por un río que tenían cerca. Debía preocuparse, pero la imagen del abogado quitándose la ropa y saltando la hizo soltar una carcajada.
Los hermanos y Allegra descendieron con el coche hacia el río para intentar encontrar a Salinas. El abogado en cuestión no fue muy lejos pero corría lo más que podía mientras gritaba que lo seguían. Una vez lo alcanzaron quizás debieron haberlo ayudado a calmarse y llevarlo a un hospital, pero en vez de ello Carlo le vendió otra pirula y le dijo que se quedara dentro del coche. El hombre la tomó de manera mucho más desesperada y sus efectos, una vez más, no se hicieron esperar.
- ¡Pega al instante! – gritó el abogado en estado de euforia.
- ¿La siente? – le preguntó Toni y este volvió a replicar de manera exaltada que sí.
- Este tipo está muy alterado. ¿Y si quiere empezar a comernos la cara como un zombie? Yo soy la que va al lado de él – les dijo Allegra mientras observaba al sujeto atentamente.
- Si hace algo raro le doy en la cara. Y si no, puede que también – le dijo Carlo.
- La verdad es que tiene una cara como muy golpeable, ¿no? – preguntó ella y los tres rieron.
A pesar de que Salinas ya no estaba vagando por la calle, el efecto de las pirulas no parecía estar nada cerca de ir disminuyendo. Además, la forma de conducir de Toni solo parecía alterarlo más, pues continuaba diciendo cosas sin sentido y gritando cada vez que le era posible. Allegra se abrochó fuertemente el cinturón, pero el hombre a su lado saltaba y se salía del vehículo cada vez que podía hacerlo. Luego de pasar por una gasolinera, Carlo le propuso a Salinas la idea de morderle un poco la pierna, a lo cual él no protestó. Carlo y Toni se agacharon y fingieron morderlo pero el abogado actuaba como si en realidad estuviera sucediendo.
- Vale. Ya está muy tostado. Cree que en realidad lo están mordiendo – les dijo ella mientras el abogado se tambaleaba y luchaba por mantener su vista fija en algo. Viendo su estado, Carlo lo tomó en brazos y subió con él a la parte de atrás del coche. Allegra se subió al frente porque el sujeto seguramente iba a empezar a vomitar. Parece que necesitaba ir al hospital.
- ¿Y si lo dejamos en un contenedor y que se levante como de resaca? – les sugirió Carlo.
- Que no, que es nuestro abogado. Lo tenemos que tratar bien – recalcó Toni.
- Pero si ya huele a basura. No haría mucha diferencia que lo tiráramos – añadió ella. Toni una vez más se rehusó a hacerlo y los cuatro se dirigieron al hospital. Una vez todos curaron sus heridas y fueron a una tienda a conseguirle ropa al abogado, Toni y Salinas decidieron ir a descansar. Ya había amanecido y Allegra consideró irse también, pero sabía que Carlo quería reparar el coche lo más pronto posible, así que se quedó con él.
- Vamos al mecánico, pero antes tengo que ir a casa a cambiarme de ropa y a quitarme esto de la cara – le dijo Carlo cuando puso el auto en marcha.
- ¿Me cambio yo también? – le preguntó ella observando que su vestido estaba algo sucio luego de la noche que tuvieron con el abogado.
- No. Tú te ves muy bien... Es decir, tú vas vestida apropiadamente, yo soy el que va de payaso – le respondió añadiendo la última parte de manera apresurada. Antes de que pudiera ver cómo se estaba ruborizando, Allegra le marcó la casa y él encaminó el coche hacia allí. Una vez dentro, Carlo se dirigió a su habitación mientras que Allegra buscaba sus toallitas desmaquillantes. Se quitó el maquillaje que ya llevaba algo corrido y salió al salón. Allí estaba él vestido de traje pero con la cara aún maquillada.
- Ven. Te ayudo – le dijo ella mientras se le acercaba lentamente para quitarle la pintura de la cara. Se movía de manera muy lenta para que él tuviera la oportunidad de detenerla si así lo quería, pero él nunca presentó ninguna queja. En realidad se quedó bastante quieto mientras que ella pasaba la toallita por la cara. A Allegra le resultaba algo difícil concentrarse, pues Carlo no solo la miraba fijamente a los ojos como si la estuviera estudiando, sino que ella misma también sintió cierta curiosidad al tenerlo tan cerca. Antes de poder alimentar dicha curiosidad, Allegra se alejó rápidamente y le informó que ya no tenía más maquillaje.
- Gracias. Creo que ya podemos irnos – le dijo él con una voz más baja que de costumbre. Ella simplemente asintió y salió de la casa.
En el mecánico se encontraron al sujeto que Carlo había apuñalado algunos días antes en el casino y al que había golpeado con un bate el día anterior, sin embargo, esto no evitó que se les adelantara a ambos. Dos hombres con acentos marcados repararon el coche sin hacer ninguna pregunta. Carlo también les pidió que le cambiaran el color del vehículo y los mecánicos le mostraron cómo podría quedar con un plateado que casi parecía un espejo. Como era de esperarse, ese fue el que más le gustó.
- Este. El cromado me mola – les dijo bastante convencido y el que parecía ser el jefe asintió.
- ¿Y a ti cuál te mola? ¿El coche es de los dos? – le preguntó el otro mecánico a Allegra.
- No, es de él. Yo espero comprar el mío muy pronto y me pasaré por acá – replicó ella.
- Bueno, si necesitas tunearlo o algo, aquí estaré trabajando.
- Me parece bien. Si quieres puedes darme tu número y cuando lo tenga lo traeré.
Allegra intercambió números con aquel hombre mayor y Carlo terminó de pedirles todo lo que quería para el vehículo.
- No sabía que te gustaran los viejos – le dijo Carlo mientras salían del taller.
- ¿Pero qué dices? Que a mí no me gusta ningún viejo.
- Te vi anotando el teléfono de ese mecánico – Por su tono de voz era evidente que bromeaba.
- ¿Y? ¿Tienes celos de un viejo? – La mirada de él que denotaba entre sorpresa y orgullo no debió haberla hecho reír tanto, pero logró hacerlo.
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Sotto il sole di Marbella.
General FictionAllegra Castellano podía imaginar el tipo de vida que le esperaba en Marbella cuando le propusieron que acompañara a Toni y Carlo Gambino en la construcción de su propio imperio, pero nada la podía preparar para lo que vivirían en aquella ciudad esp...