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Si le hubieran preguntado a Allegra qué estaría haciendo en su día libre, seguramente no respondería que robando un pequeño badulaque con sus dos jefes, pero la vida estaba llena de sorpresas. Además, tampoco diría que solo encontrarían 300 míseros pavos y que tendría que huir de allí usando una sábana blanca con dos agujeros que servían de ojos, simulando ser un fantasma. No obstante, esa era precisamente la situación y para añadir un poco más al caos, Carlo conducía intentando perder a dos agentes mientras llevaba un disfraz de diablo y Toni lo guiaba lo mejor que podía en un disfraz de hombre lobo. El deseo de tener más dinero negro para comprar pirulas era más fuerte que la vergüenza que les pudiera ocasionar aquella escena. Sus impulsos de conseguir más dinero no se vieron mermados, ya que Carlo perdió a los agentes que los seguían y pronto llegaron a una licorería en la que había dos personas comprando.

- Este es un atraco. ¡Arriba las manos! – gritó Carlo tan pronto entraron al lugar sosteniendo su bate por lo alto.

- ¡Que te pincho! ¡Que te pincho! – le acompañó Toni, eufórico por la situación.

- Esto es como una experiencia de teatro inmersivo. ¡Levanten las manos! – les ordenó Allegra.

- Yo no levanto nada. ¿Qué me vas a pinchar tú? Con el pincho ese que me llevas – les contestó por su parte una chica de cabello verde y vestido rojo, en absoluto asustada.

- Escúchame. Métele un batazo – sugirió Toni a su hermano pero antes de poder hacer nada, la mujer lanzó un golpe a Carlo que aterrizó justo en su sien.

- Me agrada la signorina pero ahora sí métele – reiteró Allegra a Carlo y este pronto empezó a usar su bate. Con solo unos golpes la mujer ya estaba en el suelo y su amigo entraba en pánico.

Aunque fallaron en el simple robo de una licorería y acabaron secuestrando a un chico que estaba exaltado por el estado de su amiga, eso no sería lo más extraño que les iba a suceder. Al menos se enteraron de que su nombre era Jason y que estaba dispuesto a colaborar con ellos. Sin embargo, el universo parecía estar conspirando en su contra, pues no solo fallaron dos veces en encontrar una tienda que robar, sino que la policía los empezó a perseguir de la nada y emprendieron su segunda huida del día.

- ¡Corre! ¡¿Has llamado a la policía Jason?! – gritaba Toni mientras cuestionaba al chico.

- ¡No he llamado a nadie! – se defendió Jason por su parte.

- Chivato – le acusó Carlo

- ¡Hay que pincharlo! – gritó Allegra.

- No. Quítale el móvil – sugirió Toni.

- ¡Hay que quitarle el móvil y luego pincharlo! – volvió a sugerir ella frenéticamente.

- ¡NO! – le gritaron esta vez los tres hombres que iban en el coche.

La única solución que pudieron hallar fue buscar otra tienda en la cual pudieran encerrarse con Jason como rehén y con suerte llegar a negociar otra persecución. Los agentes los siguieron hasta allí pero, como si fuera poco, el fotógrafo también se apareció para captar el momento. Habría que pincharlo más fuerte la próxima vez. Tras una larga negociación, finalmente llegaron a un acuerdo decente. Los tres salieron de allí, liberaron al rehén y emprendieron camino. Prontamente Carlo estaba acelerando por las calles de manera desmedida y mucho más desesperada que en la primera huida. Aunque tenían esperanzas de poder volver a huir, quizás ya habían probado demasiado su suerte pues el móvil de Carlo empezó a sonar y de repente el coche estaba volando y golpeó una farola.

El golpe fue demasiado, no solo para sus cuerpos que seguramente quedaron maltratados, sino para el coche mismo que no volvió a arrancar. No pasaron muchos segundos antes de que la policía los rodeara y les ordenara bajar del vehículo. Carlo ya estaba hablando con el abogado pero necesitaba tiempo para pedirle ayuda. Toni bajó del coche rápidamente para distraerlos pero ante sus movimientos repentinos, le dispararon con un taser. Por su parte, Allegra bajó lentamente con las manos en alto.

- Alto ahí señorita. Ni un paso más – le advirtió la agente de cabello blanco mientras le apuntaba.

- Ayuda. Que me he quedado sin aire por el golpe y con esto encima me ahogo – le respondió Allegra fingiendo estar jadeante.

- ¿Cómo que se ahoga? Si eso es solo una sábana y aparte tiene agujeros – replicó el otro agente. Carlo aún le estaba explicando la situación al abogado y tan pronto le dijo que le enviaría la ubicación, los agentes dirigieron su atención a él y le apuntaron.

- Que me ahogo – dijo Allegra antes de tirarse al suelo fingiendo desmayarse y buscando darle algo de tiempo a Carlo. Su actuación no fue muy convincente en vista de que los agentes también terminaron disparándole con el taser. Aunque ella temblaba en el piso, al menos Carlo pudo enviarle un último mensaje al abogado.

Cuando estaban esposados en la parte de atrás de un patrulla y les leían sus derechos, parecía que todo estaba perdido pero de repente vieron que se aproximaba el coche del abogado y empezaron a clamar por su ayuda. A pesar de que el agente aceleró para perderlo, Salinas los siguió fielmente hasta que llegaron a la comisaría. A partir de tal punto la ansiedad de Allegra comenzó a subir, especialmente cuando les quitaron las máscaras y tomaron sus fotos y DNI. Afortunadamente, antes de poder pensar en todos los peores escenarios posibles que podrían ocurrir, Salinas les aseguró que llamaría al comisario y los sacaría de ahí sin problema.

Resultaba algo difícil fiarse del hombre que antes había visto correr por un río en ropa interior mientras estaba drogado, pero Raúl Salinas acabó sorprendiéndola. El abogado les defendió en cada momento y hasta tenía al comisario de la ciudad como contacto. Consiguió librarles de pasar tiempo en prisión y de los antecedentes a cambio de que pagaran algunas multas. En poco tiempo estaban saliendo de comisaría con pocas consecuencias por enfrentar pero con aún más voluntad de continuar con sus planes gracias al abogado que ahora tenían de su lado.


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Sotto il sole di Marbella.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora