Te amo

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Al principio fue difícil criar a Keitaro, además de las complicaciones de su condición que solía recordarme a mi propia infancia en su momento. Al mes regresé a terminar mis estudios, y mi instinto omega se oponía constantemente a mi decisión, el estar lejos de mi cachorro fue una agonía, levantarme de la cama todas las mañana sabiendo que no lo vería hasta la tarde. Y que Tsukasa estudiara  leyes me preocupaba, es un maldito sádico.

Abrí la puerta de la casa roja, que más parecía una mansión, nos estaba yendo bastante bien respecto al dinero. Empecé como maestro practicante hace un año, dentro de unos meses será mi graduación y daré clases en la academia Kamome. Estoy emocionado.

— ¡Ya llegué! — grité esperando escuchar los rápidos pasos que me dan siempre la bienvenida.

— Mamá.

Keitaro me embistió en un abrazó igual a los que me daba Tsukasa cuando éramos niños.

— ¿y tu papá?.

El niño no contestó en el instante, se contemplaba nervioso. Lo sé porque soy su madre.

Me miro con sus ojos ámbares iguales a los míos. Movía nervioso su pie derecho mientras escondía ambas manos tras su espalda.

— no sé.

Solté un suspiro cansado, a veces pienso que tengo dos hijos. Me quite los zapatos y los coloque en la entrada, deje mi maletín en la mesa de entrada, me estire me agache para besar la frente de Keitaro.

Entre directo en la cocina, arremangue las mangas de mi camisa, deje el gafete en la mesa de la cocina. Keitaro se sentó en su silla un poco más alta que la de nosotros y me observaba feliz. Tome el mandil rosa con holanes y corazones que era ridículo, pero fue un regalo de Tsukasa así que lo tengo que usar.

Empecé a hacer la comida, mi madre llegó mientras picaba la cebolla, se veía adormilada, alado de ella venía kimi ya con un tamaño adulto. La perrita corrió feliz alado mío y se paro en dos patas mientras movía enérgica su cola.

— Ya llegué.

— Bienvenido hijo mío.

— ¡Ya llegué! — el grito desde la entrada me indicó quien había llegado.

Los ruidos sordos de cosas cayendo y los pasos rápidos y pesado de Tsukasa me hicieron parar de cocinar y girarle justo en el momento en que me embistió en un abrazo apoyando todo su peso en mi pequeño cuerpo, maldigo la relación alfa-omega.

Estúpida genética, estúpido y sensual Tsukasa. Aunque decir eso es narcisista, él es igual a mí, una versión alta, masculina y musculosa de mí.

— Bájate, pesas.

Empecé a retorcerme bajo su cuerpo. No funcionaba, parecía incluso que aumentaba la fuerza del abrazo.

Empezó a olerme y su respiración me provocaba cosquillas, pero poco a poco empezó a alejarse de mí. Me volteo a recriminarle que deje ese hábito, sin embargo me respondió con un beso dulce y cariñoso.

Sus fuertes brazos me envolvieron en un sólido abrazo en mi cintura, mis brazos enrollados entre nuestros cuerpos. Me dejé guiar por el sublime contacto de nuestras bocas.

— Tengamos otro hijo.

Esas palabras me sacaron de mi estupor devolviéndome ala realidad, golpeándome justo en la cara.

— ¡¿Qué?! — exclame sorprendido y sumamente avergonzado.

Coloco juguetón su dedo índice mientras me chistaba.

relacion alfa-omegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora