Capítulo 12: Subordinados

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Debido a la falta de práctica y entrenamiento general de las niñas se decidió que ellas se sentaran en la paja recubierta con una manta y acolchonada con unos cojines mientras Hans, Liza y Satoru empezaron su práctica introductoria.

Los minutos pasaron mientras los golpes resonaban y las armas de madera chocaban incesantemente entre sí.

Una espada y una lanza se enfrentaban a una catana, con ella Hans detenía los ataques de ambos a la vez que analizaba cuidadosamente cada descuido y error cometido por sus contrincantes.

Hans estaba a la vez que increíblemente feliz y ligeramente molesto, pensamientos completamente opuestos entre si mas eso se debía a que las dos personas con las que peleaban eran muy diferentes.

Para él, ayudar a su señor con su práctica para suplir sus deficiencias era como un sueño hecho realidad, de hecho, esto iba más allá de cualquier otro sueño que él haya tenido.

El día de ayer sería uno que recordaría eternamente por el honor que sintió cuando se le dio esta misión.

Y era precisamente por esto que, además de estar eufórico, se encontraba molesto.

Mientras detenía los ataques dirigidos hacia él le dedico una sutil mirada a la otra persona que perturbaba su sesión de entrenamiento con su señor. Una chica de edad similar con escamas sobresaliendo en algunas partes de su cuerpo, ella era la causante de su malestar.

Simple, débil, apariencia apenas encima del propio de este mundo y muy por debajo del suyo, de estatus pobre o completamente ausente.

En situaciones normales ella no sería nada menos que una transeúnte, nadie digno de más de una mirada, alguien que no provocaría pensamientos positivos o negativos.

Pero ahora mismo, personalmente deseaba deshacerse de ella o al menos apartarla hasta que la sesión con su señor terminara, pero él no podía hacer eso, o al menos no ahora mismo pues se le ordeno practicar con ella con el objetivo de discernir cada déficit que tuviera.

De los cuales encontró bastantes, lamentablemente no tantos como los de su señor.

Pero dejando sus emociones de lado debía admitir que estaba impresionado. No por su poder desde luego sino por los avances que logro con su señor.

Aunque sus movimientos seguían siendo descuidados y predecibles, para Hans era imposible no notar el avance que había hecho su maestro comparado con su desempeño de ayer con el autodenominado Demonio de Alto Nivel.

Ese enfrentamiento, si se le podía decir así, no fue nada más que una demostración de poderío sin ninguna técnica, practica o cualquier otra cosa relacionada.

Naturalmente, la opción de que su maestro haya decido que nada de eso era necesario para vencer a un oponente de ese nivel permanencia en su mente. Pero considerando las palabras dichas antes del combate y las de su encuentro con los nuevos seguidores de su señor, Hans adjudico el avance de Satoru con el talento de este junto a la pequeña guía de la chica.

Observar el desempeño de ambos no hizo más que fortalecer esa creencia.

Hans podía imaginarse que, de tener mismas capacidades físicas, Liza ganaría 9 de cada 10 encuentros contra Satoru en combate cercano y la única razón del porque perdería el último seria para no dejar a su señor con un mal sabor de boca.

El estado actual de Liza era el opuesto de Satoru después de todo.

Sus movimientos fluidos eran suaves y precisos en su mayoría, pero feroces en los momentos adecuados. Una buena técnica, pero con fuerzas y velocidades decepcionantes.

Viajando a otro mundo (Death March) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora