Capítulo 3: Training Wheels

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Diciembre de 2013, Miyagi.

—Me gustas —dijo Hinata aquel día, con una enorme determinación.

Llevaban casi dos meses escapando de una conversación que no sabían cómo afrontar. Después del encuentro erótico y poco planeado en la habitación de Shoyo, aquella situación se había repetido, como un acto de recreación, más de diez veces y en diferentes contextos y circunstancias. Escondidos en un baño antes de los partidos importantes; en el almacén del gimnasio antes de cerrar; en casa de Tobio cuando Hinata se quedaba a alojar; en la azotea de la escuela luego del almuerzo; y en casa de Hinata, por su puesto. Shoyo ya había contabilizado seis encuentros románticos en su habitación que siempre rayaban en lo sexual.

Y aunque no habían llegado a algo tan íntimo como la penetración, lo cierto era que besarse para regalarse un poco de dopamina en el cerebro no era lo único que ambos hacían. Se tocaban, y se tocaban bastante. La espalda, el cuello, las piernas, el pecho. La entrepierna también, aunque con algo más de pudor. Y por mucho que un acto así se saliera por completo de toda lógica, lo cierto era que ninguno de los dos estaba dispuesto a abordar el tema o a discutir de manera seria qué estaba pasando entre ellos. Fingían que se trataba de algo normal; habían descubierto una nueva forma de desviar el nerviosismo antes de un partido o de disminuir los niveles de estrés frente a algún examen de la escuela. Incluso, muchas veces los ayudaba a sentirse mejor si sufrían de dolor de cabeza o algún malestar muscular muy específico, por muy fantástico que pareciera.

Lo más gracioso para ambos, aunque no lo verbalizaran, era el juego de palabras que utilizaban para dar inicio a uno de estos encuentros.

¿Quieres jugar?

Era lo que se decían, acompañado de un gesto sutil en el movimiento de las cejas. Pero aquello no sonaba para nada sexy ni provocador; más bien parecía que se estaban invitando mutuamente a practicar pases con el balón o algo similar. ¿Vamos a jugar? ¿Y si jugamos? ¿Podemos jugar ahora? Eran otras de las variantes a las que solían recurrir, dependiendo del contexto. Así que, cuando decidían que ya era suficiente, cualquiera de los dos ponía ambas manos sobre el pecho del otro y se alejaba levemente para dar fin al encuentro. Casi como un ritual. Luego de eso, respiraban profundamente para recuperar el ritmo normal de la respiración y volvían a sus actividades habituales, sin decirse nada, como si nada hubiese ocurrido.

Sin embargo, ambos estaban conscientes de que ese tipo de acciones no eran algo que se hiciera con cualquiera, por el simple hecho de querer un poco de oxitocina en el cerebro. No por nada lo hacían a escondidas, donde nadie los veía, temiendo siempre que alguna vez fueran descubiertos in fraganti en un acto tan trivial y vergonzoso para la pareja de rivales declarados dentro del Karasuno. Además, otro punto importante de dichos encuentros era que, así como tenía efectos positivos en su diario vivir, también ocultaba ciertos aspectos negativos que ninguno de ellos quería comentar. Cosas tan disparatadas como que se descubrían pensando en el otro casi a cada segundo del día; que se sonrojaban si se rozaban las manos camino a casa por accidente; que era incómodo cambiarse en el camarín junto a sus demás compañeros; que sentían la necesidad de llamarse, de visitarse y de pasar más tiempo juntos de lo normal, aunque intentaran no hacerlo, pensando que eso podría llegar a incomodar el espacio personal del otro. Y, como la guinda de la torta, ya no podían tocarse solos por las noches, en la soledad de su habitación, sin estar pensando constantemente en los besos y el aroma de su compañero.

Maldición.

Pensaban ambos, porque debía ser una maldición que aquella necesidad por sentirse mutuamente estuviera sacando a la luz los verdaderos sentimientos que guardaban entre ellos. Porque ya llevaban tiempo enamorados y aunque no quisieran aceptarlo y pretendieran actuar normal después de que las caricias se salían de control, lo cierto era que, cada vez que uno de esos encuentros finalizaba, deseaban abrazarse con ternura y caminar juntos de la mano, como un par de adolescentes embobados por un amor de juventud.

Furusato《KageHina》💙🧡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora